El ultracapitalismo también necesita una perestroika'. Entre la advertencia y el lamento, el ex presidente ruso, Mijaíl Gorbachov, elaboraba esta reflexión en el primer acto conmemorativo de los veinte años transcurridos desde la caída del Muro de Berlín. La nostalgia que emanó del discurso del ex jefe de Estado, recordando las frustradas expectativas que el Este había puesto sobre el capitalismo económico, refleja la decepción de toda una generación, que ha aflorado con fuerza a raíz de la actual crisis económica.
La caída del Muro y su inmediato efecto sobre el intercambio de bienes y servicios marcó para muchos el inicio de la globalización. 'En realidad, había comenzado antes con la apertura de China pero, si hay que fijar una fecha concreta, yo diría que la globalización económica comenzó el día que cayó el Muro', asegura el investigador del Instituto Bruegel (un think tank de política económica) Jacob von Weizsacker. Y de la mano de la globalización vino un nuevo tipo de pensamiento único: el ultraliberal.
'El ultracapitalismo necesita una perestroika', dice Gorbachov
El liberalismo económico, fraguado al Oeste de aquel fracturado mapamundi, no sólo se elevó como ganador de la batalla ideológica sobre el modelo económico. Además salió reafirmado. El padre del libre mercado moderno, Milton Friedman, aseguró poco tiempo después que la caída del Muro valía, en sí misma, más que cualquier cosa que hubiera escrito o dicho antes. 'Fue, sin duda, la acción más influyente en cien años', describía Friedman. 'La lección que hemos aprendido es que el Gobierno tiene demasiada presencia y debemos cortarla'.
Con los despojos del Muro se apuntaló la creencia de que el Estado y la presencia pública ejercían una acción perversa sobre la economía y la década de los noventa giró en torno al descrédito del Estado, corriente a la que EEUU fue especialmente permeable.
Para muchos, la caída del Muro marcó el inicio de la globalización
Muchos expertos echan la mirada atrás y ven en aquella contestación las bases de la burbuja financiera que arrasa estos días. No sólo eso. El propio Banco Mundial publicaba la pasada semana un informe con motivo de este aniversario en el que apuntaba a las prisas por alcanzar el modelo capitalista como el posible origen de los desequilibrios que mantienen estos días en la cuerda floja a los países del Este.
'Las decisiones tomadas por los países de Europa del Este durante la transición desde una economía planificada a otra de mercado contienen las semillas de la vulnerabilidad que atraviesan ahora', apunta el equipo económico del organismo. Esto fue porque la reunificación consistió más bien en una suerte de abducción del Este, al que se trató de reeducar aceleradamente. 'Lo que me sorprende no es lo mucho que ha cambiado Alemania, sino lo poco que ha cambiado la República Federal de Alemana (el Oeste). Veinte años después, parece que nada ha sucedido y eso también es una idea para la reflexión', sugiere Von Weizsacker, que en el momento de caer el Muro cursaba sus estudios en Bonn.
Por eso, cuando Lehman Brothers quebró, convirtiéndose en un icono de la debacle del imperio capitalista, algunos se tomaron la revancha. 'La caída de Wall Street es para los integristas del mercado lo que para los comunistas fue la caída del Muro de Berlín' se apresuró a aducir el Nobel económico de moda, Joseph Stiglitz.
La peor decisión tomada en el proceso fue dejar ganar a la política
En opinión de Jesús Fernández-Villaverde, profesor de Economía de la Universidad de Pensilvania (EEUU), Alemania se ha pasado los últimos veinte años intentado pensar cómo abordar sus reformas estructurales pendientes, ya que el cambio no se produjo como habían soñado. 'Ahora se han puesto a hacer los deberes', constata.
Pero la desmesurada acción/reacción de la ideología económica no fue el único error cometido en el ingente desafío de la reunificación alemana, aunque sí ha resultado el más dilatado en el tiempo. Durante la negociación de los parámetros económicos a adoptar en el proceso se cometió el error más grave: dejar ganar a la política.
'Los costes económicos fueron muy elevados, pero lo que de verdad lastró a la economía alemana y provocó el bajo crecimiento durante casi una década fue la decisión política de convertir el marco del Este y del Oeste en paridad, uno a uno', recuerda Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano.
Pese a la férrea oposición del entonces presidente del Bundesbank, Karl Otto Pöhl, a equiparar ambas monedas incluso renunció al cargo, Helmut Kolh no fue capaz de oficializar lo que era obvio para los economistas: un marco del Este no valía lo mismo que uno del Oeste. Junto con la disparidad de la productividad, mucho menor en el Este, y la conversión de los salarios, el nuevo sistema de divisas creó una fuerte distorsión de los precios y una tormenta monetaria que se cobró su peaje económico en 1992.
Con todo, los economistas entienden que la reunificación era algo que había que hacer, aunque, a la postre, el precio a pagar fue quedarse por detrás de Estados Unidos en la carrera económica.
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