Este artículo se publicó hace 3 años.
EEUU, 20 años del 11-S: cómo se multiplicó el terror y se socavaron los cimientos del imperio
La "guerra global contra el terror" desatada por EEUU cambió el orden mundial y abrió un escenario de consecuencias impredecibles tanto en el ámbito nacional como internacional.
Patricia Martínez Sastre
Nueva York (Eeuu)--Actualizado a
Los atentados del 11 de septiembre de 2001, en parte por la sensación de irrealidad que provocaron en una nación acostumbrada a participar en guerras ajenas pero no a ser objeto directo de ataque, desencadenaron una guerra global contra el terrorismo que desfiguraría para siempre tanto a Estados Unidos como a numerosos países en su órbita.
"Para entender lo que vino después hay que recordar que el 11-S supuso el mayor golpe en la historia de los EEUU desde el ataque a Pearl Harbor en la Segunda Guerra Mundial", matiza a Público el Premio Pulitzer, escritor y académico norteamericano Steve Coll.
"Hablamos de un golpe atestado en pleno corazón de Manhattan y de Washington, que conmocionó a un país perplejo, enfadado, a un país en duelo. La respuesta [gubernamental] adoptada entonces fue también fruto de esa reacción visceral", agrega Coll.
Aquella mañana el mundo presenció atónito cómo las Torres Gemelas de Nueva York se convertían en ruinas, rostros cubiertos de ceniza y seres humanos precipitándose al vacío. Poco después, una colisión aérea contra el Pentágono terminaba con la vida de al menos 189 personas, 64 de ellas personal y pasajeros de un vuelo comercial, y, finalmente, un cuarto avión secuestrado se estrellaba en Pensilvania matando a 44 personas a bordo.
Días después, el presidente George W. Bush le declaraba la guerra a la red yihadista Al Qaeda, y, por extensión, a cualquier amenaza terrorista en todo el mundo que pudiera socavar los valores democráticos y de libertad profesados por EEUU. Comenzaba así una "lucha monumental del bien contra el mal" —en palabras del propio Bush— que terminaría por mermar los propios cimientos de la nación norteamericana.
Discriminación racial
Ahsanullah Khan, conocido como Bobby, confundió las primeras imágenes del 11-S con una película. Cree recordar que estaba viendo la cadena CNN y que sólo entendió la gravedad de lo que ocurría cuando desde su casa, a lo lejos, distinguió una humareda que engullía los rascacielos de la zona sur de Manhattan.
Días después de la barbarie, todavía bajo un clima tenso y casi ficticio, personas como él —hombres árabes o musulmanes, muchos sin papeles— comenzaron a ser detenidos de forma arbitraria e interrogados en relación a los atentados. Según cifras judiciales, casi 1.200 personas fueron arrestadas antes del 5 de noviembre de 2001.
"El 11-S supuso un cambio masivo en las políticas de seguridad nacional y incitó la práctica discriminatoria de cuestionar a una persona según su raza o religión", explica Hugh Handeyside, abogado de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU).
"Todos los migrantes nos convertimos en testigos materiales del 11-S, ¡testigos materiales!, así se nos catalogaba en una de las campañas del Departamento de Seguridad Nacional", recuerda Khan sentado en un modesto restaurante en el Pequeño Pakistán, área de Brooklyn poblada principalmente por originarios de ese país asiático.
Los continuos arrestos masivos, junto a la muerte bajo custodia policial de su compatriota Muhammad Rafiq Butt, detenido ochos días después de los atentados y encarcelado durante 33 días, le impulsaron a fundar la ONG Coney Island Avenue Project (CIAP).
"Había una necesidad enorme de hacer algo. Gente inocente, que ni siquiera entendía inglés, estaba siendo reprimida, engañada, detenida. Nosotros les ofrecimos servicios legales gratuitos, iniciamos visitas a centros penitenciarios y promovimos manifestaciones por nuestros derechos", desgrana Khan.
Butt nunca dispuso de un abogado ni pudo realizar llamada alguna desde la prisión, según declaraciones al diario The New York Times de su sobrina, que se enteró del paradero de su tío gracias a un aviso telefónico de otro preso paquistaní.
Más de 22.000 civiles muertos
Si bien los atentados del 11-S dieron luz verde a todo tipo de prácticas en nombre de la seguridad nacional, desde perfiles raciales hasta torturas en Guantánamo, pasando por un programa de espionaje masivo destapado en 2013 por el extécnico de la CIA Edward Snowden, fuera de sus fronteras alcanzó su culmen con la invasión de Irak.
"Muchos funcionarios consideran que haber ido a la guerra en Irak fue la peor decisión en la historia de los Estados Unidos", explica Karen J. Greenberg, experta en seguridad nacional y terrorismo y directora del Centro de Seguridad Nacional (CNS). "Pero más allá de la guerra de Irak creo que todavía falta una verdadera reflexión sobre el precio pagado por otros países a raíz del 11 de septiembre", añade.
Se refiere a países como Afganistán, Somalia o Yemen, donde se aplicó la Autorización para el Uso de la Fuerza Militar (AUMF), aprobada días después de los atentados y que permitió a Estados Unidos atacar a cualquier "nación, organización o individuo" supuestamente relacionado con el 11-S o con eventuales actos futuros de terrorismo.
"Este documento impreciso, que no nombraba a un enemigo concreto ni tenía un marco temporal ni geográfico determinado, se convirtió en una oportunidad única para emplear tropas y fuerzas en todo el mundo en nombre del terrorismo", continúa Greenberg. Un documento hoy cuestionado pero todavía en activo, pese al cerco y debilitamiento de Al Qaeda o la muerte de Bin Laden.
Según un reciente análisis publicado por la ONG Airwars, encargada de monitorizar daños civiles en zonas de conflicto, los ataques aéreos y con aviones no tripulados estadounidenses han matado a al menos 22.679 civiles, una cifra que podría alcanzar los 48.308, desde que emprendió hace ahora 20 años la llamada "guerra contra el terror".
Estas estimaciones se basan en datos del propio Ejército, que reconoce haber realizado al menos 91.340 ataques aéreos desde el 11-S sobre Irak y Afganistán, contra el Estado Islámico en Siria y otros grupos yihadistas en Yemen, Somalia, Pakistán y Libia, según recoge Airwars.
"El hecho de que el Congreso aprobara la AUMF no significa en sí mismo que las acciones presuntamente amparadas por ella sean legales según el derecho internacional", advierte Handeyside, crítico con "los abusos terribles" derivados de un uso de la fuerza letal lejos de cualquier campo de batalla reconocido.
Para Greenberg, todas estas "transformaciones post 11-S" no solo han alterado EEUU desde sus entrañas, sino que el daño causado ha contribuido también a una pérdida de su hegemonía y liderazgo. "Cuando mantienes Guantánamo durante 20 años y encarcelas en ese lugar a personas sin cargos es difícil ser un faro de los derechos humanos para el resto del mundo", concluye.
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