Este artículo se publicó hace 6 años.
Cómo recuperar el patrimonio arquitectónico de Sabadell
Por El Quinze
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"Se busca rey para el castillo" podría ser un buen anuncio para tratar de evitar que el Castell de Can Feu de Sabadell desaparezca. Es un edificio del siglo XIX que responde a una reinterpretación romántica de una masía. Bien de interés local, pero sin ningún tipo de protección, la falta de recursos lo empuja a la ruina. La Associació Cultural de Can Feu hace un llamamiento urgente para que el Ayuntamiento, titular del inmueble, mueva ficha para restaurarlo. El del Castell es solo uno de los muchos casos de edificios singulares en desuso en la cocapital vallesana, un problema que desborda las arcas municipales. La solución para algunos es la colaboración público-privada.
El Castell de Can Feu es todo un símbolo del barrio homónimo, situado al oeste de la ciudad. Para Aleix González, además, tiene un importante valor sentimental. "No me he desvinculado de él desde que tenía cinco años, cuando lo vi por primera vez", recuerda. Lleva años luchando para que no se pierda. Tanto es así que en 2013 fundó la Associació Cultural de Can Feu, que ahora preside, para buscar una solución. "No se hacía lo suficiente para evitar su degradación", mantiene.
La historia de este edificio está plagada de anécdotas y también adversidades a las que el castillo ha sobrevivido. Tiene su origen en una torre de defensa medieval, por lo que González insiste en su auténtico nombre: Torre d’en Feu. Hasta ahora se creía que su construcción respondía a una apuesta entre primos, que se desafiaron en 1879 para ver quien edificaba el castillo más bonito. Uno de ellos, Josep Nicolau Olzina, empezó a erigir el suyo, pero lo dejó inacabado al constatar que había perdido la apuesta. Y así quedó.
"Los Olzina –recuerda González– pertenecían a la familia Riusech, que, según la leyenda, descubrieron la imagen de la virgen de Montserrat en una cueva en el año 880". El presidente de la asociación, sin embargo, desmiente la historia de los primos. "Hace dos meses descubrí, a través de documentos del Arxiu Nacional de Catalunya, que el castillo empezó a construirse sobre el mas mucho antes". La idea con la que se concibió sería "construir un mausoleo para la familia, pero la falta de permisos para edificar una capilla impidió que se acabara". "Fue una obra muy lenta que no se terminó hasta 1901", añade.
El edificio tiene 3.000 m2 y cuenta con unos jardines tres veces mayores. Cuando el último miembro de los Olzina murió, pasó a manos de sus primos, los marqueses de Montsolís, que "acabaron reventando la herencia y vendiendo a trozos la finca de seis hectáreas". "Con el castillo hicieron lo mismo, vendieron los muebles e incluso las baldosas del interior", añade González.
De los Montsolís al Ayuntamiento
La familia vendió en 1994 el edificio y los terrenos a una constructora, y el Ayuntamiento lo compró el año pasado por 25.000 euros, previa expropiación. Entre tanto, el edificio no estuvo exento de polémicas. El entonces alcalde Manuel Bustos (PSC) anunció en 2007 a bombo y platillo durante la comida de Navidad con la prensa que el Consistorio recuperaría el edificio y sus alrededores como equipamiento y espacio público. La actuación dependía de un convenio urbanístico que, según Bustos, reportaría a la ciudad la titularidad del edificio y dos millones de euros para consolidar su estructura. A cambio, el Ayuntamiento modificaba las condiciones de edificabilidad de unos terrenos situados junto a la avenida Arraona, propiedad también de la empresa titular del castillo, de manera que esta ganaba 14.000 m2 de techo industrial y terciario. La operación –que muchos calificaron de acuerdo "envenenado"– beneficiaba al empresario, que obtenía una importante plusvalía y se libraba de un inmueble que ya costaba mantener en pie.
El exalcalde, hoy condenado por tráfico de influencias, llegó a celebrar allí en 2009 la -recepción con entidades y personalidades sabadellenses durante la Festa Major. Pero la modificación del Plan General Municipal recogida en el convenio nunca se llegó a aprobar. El Consistorio gobernado por el cuatripartito –ERC, la Crida, Guanyem Sabadell y Unitat pel Canvi– informó en 2017 que el acuerdo de Bustos era "inviable". Así, expropió el edificio, para "aumentar el patrimonio de elementos de valor arquitectónico".
González, sin embargo, no confía demasiado en que la historia tenga un final feliz. Reconoce que el coste de la restauración –entre cuatro y cinco millones de euros– es elevado, y propone como solución la entrada de capital privado. "Al edificio se le pueden dar diferentes usos", sostiene. Por ejemplo, acondicionar la planta baja como restaurante o ubicar un bar nocturno en el patio de armas, una casa museo en el primer piso y una sala polivalente en la buhardilla. La entidad que González preside recibió 100.000 euros del Ayuntamiento en el marco del proyecto Construint Ciutat para la recuperación de los jardines románticos del castillo. Un proyecto en el que ahora trabaja la asociación, que ha publicado un libro sobre el edificio y un documental.
La falta de recursos municipales es el principal impedimento para recuperar el castillo. Pol Gibert (PSC), primer teniente de alcalde de Sabadell, anuncia actuaciones para su mantenimiento y define la urbanización del espacio que ha quedado libre tras el soterramiento de las vías de Ferrocarrils como una actuación que "conectará la ciudad con el edificio", y asegura que este "no se dejará caer".
El Castell de Can Feu encabeza la larga lista de inmuebles que forman parte del patrimonio local y que hace tiempo que están en desuso. Entre ellos figura el cuartel de la Guardia Civil, ocupado en varias ocasiones por una plataforma ciudadana que lo reivindica como espacio para el barrio y que se ha tenido que desalojar y cerrar por los problemas estructurales de los que adolece. El Vapor Turull permanece en el centro de la ciudad sin que se haya definido su futuro. También la antigua Artextil, donde el Ayuntamiento proyecta reurbanizar el interior de la manzana, entre la nueva promoción de viviendas y las naves protegidas. Se estudia, asimismo, la rehabilitación de la chimenea.
En otros casos, la conservación de los edificios depende de la iniciativa ciudadana. Es el caso de la masía de Ca n’Oriac: a partir de la idea de recuperación que presentaron los vecinos, el Consistorio trabaja en la elaboración de un proyecto constructivo.
En el último año, la adquisición por parte del Ayuntamiento sabadellense de nuevo patrimonio también ha sido significativa. Es el caso de la Antigua Maternidad, pendiente de definir sus usos, o del conjunto fabril de Sallarés i Déu –en una de sus naves se prevé instalar un centro de innovación social.
Quedan pendientes edificios históricos y con un importante valor que han quedado o quedarán vacíos en breve, como el del antiguo Museo del Gas, que hace un año cerró sus puertas después de que Naturgy replanteara sus actividades. La ciudad teme también por el futuro del edificio modernista –del arquitecto Jeroni Martorell– de la Fundació 1859 Caixa Sabadell, después de que el BBVA haya anunciado que a finales de año abandonará estas instalaciones, lo cual hará perder a la fundación la mitad de sus ingresos anuales.
La cooperación público-privada, que algunos defienden en el caso del castillo, podría ser extrapolable al conjunto del patrimonio arquitectónico sabadellense, cuyo mantenimiento es un auténtico problema para las arcas municipales. El arquitecto Josep Llobet, de la Fundació Bosch i Cardellach, destaca el "rendimiento que se podría extraer de la restauración [del Castell]; un rendimiento social en el caso de la inversión pública y económico en el de la privada", si bien reconoce que "es complicado hallar inversores", por lo que defiende "dar incentivos" para que lleguen.
Llobet también apunta a la posibilidad de reconvertir algún edificio en viviendas públicas de alquiler. Según el arquitecto, aunque muchos edificios no tengan una gran calidad arquitectónica, forman parte del municipio y contienen el "ADN histórico de la ciudad", desde su pasado agrícola hasta el industrial. "Se pueden tener edificios restaurados con usos que no los deterioren", defiende.
Una reflexión necesaria a juicio del exalcalde Maties Serracant (la Crida), artífice del nuevo Pla de Patrimoni –encargado al arquitecto Antoni Vilanova–, que debe ordenar el patrimonio sabadellense y definir el futuro de edificios que se encuentran en una situación precaria. Reconoce que "se ha avanzado muy poco", ya que durante los años de crisis "no se ha priorizado el tema patrimonial, porque había otras necesidades sociales que requerían de más recursos". Pol Gibert, que afirma que el plan está a punto de tramitarse y supondrá "un nuevo impulso a la conservación", defiende la adquisición de patrimonio por parte de los Ayuntamientos, porque supone "nuevas oportunidades".
"Es un reto público y privado", dice Serracant al referirse a las fórmulas más convenientes para "conseguir que el mantenimiento del patrimonio sea viable". El exalcalde es coautor del libro Urbanoporosi: Sabadell i els silencis urbans, que recoge cómo el boom inmobiliario dejó la ciudad llena de espacios en desuso, respondiendo a la lógica capitalista del momento, el usar y tirar. Naves, viviendas y edificios vacíos a los que no se daba ninguna salida. "Diez años después aún no se ha avanzado", lamenta. Serracant considera "injustificable dejar que el castillo acabe cayendo o que se le destine más dinero del que se puede".