Este artículo se publicó hace 3 años.
Secun de la Rosa: "Cuanto más maten el arte, más mierda somos"
El actor y autor teatral debuta como director en el cine con 'El cover', un musical ambientado en Benidorm desde el que se pregunta por el arte, las falsificaciones y el poder de reunión de la cultura. Una película honesta hecha con corazón que renueva el oxígeno de las comedias del cine español.
Madrid-
"Hay muchos artistas que solo son un producto fabricado, mucho más falsos que los que cantan haciendo imitaciones en una esquina de Benidorm", que es precisamente lo que hacen los personajes de la ópera prima de Secun de la Rosa, 'El cover'. Estrenada en el Festival de Málaga, la película ha expuesto al conocido actor como un creador 'kamikaze' que se ha lanzado en plena pandemia a rodar un musical con música en directo.
Álex Monner y Marina Salas son los protagonistas de esta película, una historia de imitadores en Benidorm, en la que el actor y autor de teatro ha puesto –se nota- el corazón. Mucho más honesta que la inmensa mayoría de las comedias que estrena el cine español hoy, la película se pregunta por el arte, por las falsificaciones, por el poder de reunión de la música y la cultura, y, probablemente, solo contesta con decisión a una pregunta: "Hay que tolerar el fracaso, lo importante es la vida". Secun de la Rosa habla de todo esto con Público en esta entrevista.
Debutar en pandemia y con un musical ¿no es un poco suicida?
Bueno es que yo soy un poco kamikaze. Se juntó todo. Yo lo que quería era hablar de héroes anónimos, de gente que tiene que tirar para adelante, de perdedores… y en el mundo de la música se daban connotaciones chulas para eso. Una historia de gente que ama tanto la música que se dedica a hacer imitaciones, tan denostadas socialmente… y Benidorm también servía para esto, con el rollo que tiene de sitio especial.
'El cover' ¿es una película que retrata esta sociedad, donde solo hay éxito o fracaso?
Sí. En el segundo visionado de la película me di cuenta de que a la gente se le abría la cabeza, hay que tolerar el fracaso, lo importante es la vida.
También se pregunta en la película ¿qué es el arte?
Y esto tiene un debate muy interesante en estos tiempos. Tampoco yo tenía mucho espacio para profundizar en la película, pero me gusta porque por debajo de la historia principal hay muchas cosas. Creo que el arte tendría que ser reflejo de la sociedad. Cuanto más maten el arte, más mierda somos. Hace cincuenta años la gente se juntaba, cantaban en contra de la guerra de Vietnam, se hacían conciertos por muchas cosas… ahora la gente se reúne al grito de libertad en botellones, no tienen conciencia, están estropeando la palabra. El debate está reflejado en el personaje de la imitadora de Amy Winehouse, muchos artistas solo son un producto fabricado, mucho más falsos que los que cantan haciendo imitaciones en una esquina de Benidorm.
Hablando de esos artistas-producto, ¿no tiene a veces la tentación de reivindicar la cultura elitista?
Es verdad que vivimos tiempos muy mediocres. La referencia no debe ser un cantante en Benidorm, sino la cultura que nos dan por la radio, la televisión… Si todo vale, todo está devaluado y se pervierte la mirada del que está buscando. Ahora se repite constantemente la fórmula. Con la cultura se machaca mucho lo aparentemente comercial y los referentes están muy contaminados.
¿Tenemos la mirada muy pervertida?
Creo que el arte te tiene que invitar a reflexionar, ayudarte a aprender, pero también tiene que entretener. A veces le pedimos demasiado al arte. 'Rocky', 'La guerra de las galaxias' o 'Los Goonies' han perdura porque están en el imaginario colectivo. Creo que se pueden conjugar las dos cosas.
Volviendo a los imitadores…
…Yo me pregunto qué es original y qué es copia, todos nos estamos copiando unos a otros, estamos creciendo juntos. Lo malo es que ahora copiamos un esquema. ¡Qué tiempos tan mediocres! Pero creo que también hay revulsivos, creadores que nos descubren cosas. Hay que crear desde un lado muy inteligente y hoy, de alguna forma, creo que estamos viviendo una transición que a lo mejor no estamos entendiendo aún.
Como creador ¿cómo sobrevive usted en el mundo del arte?
Mi caso es peculiar porque me ha costado mucho trabajar como actor, pero he encontrado mi reducto en el teatro, en el teatro de guerrilla es donde me he curtido veinte años. Y no he querido depender mucho de papá Estado. Ahí hay otra libertad, por eso creo que he llegado al cine un poco salvaje. He dado un triple salto mortal porque en esta película, además, la música es en directo.
En teatro, como autor debutó con 'Radio rara'.
Sí, era una defensa del colectivo LGTBI que estrenamos en el Alfil. No me gusta nada quedarme en el gueto. También he escrito sobre los años setenta, sobre una transexual hace años en el Teatro del Barrio… Mis obras son un poco lo que he vivido.
En 'El cover' dedica una atención especial al legado y a los orígenes de cada uno, ¿por qué le interesa esto?
La herencia no es una casa o el dinero, ni es el trauma, es lo emocional. Si has sufrido la incapacidad de mostrar amor de alguien de la familia, da igual si sabes que en el fondo ha habido amor. Es que crecemos muy poco para el tiempo que nos dan. El legado me interesa muchísimo. El personaje de Álex Monner no es el típico de un musical, es un tipo pasivo que está viviendo un duelo y es cuando despierta de ese luto, cuando te das cuenta del peso de la familia.
Ha dicho usted que ésta no era su película soñada.
Porque me he dado cuenta de que era un mastodonte, a lo mejor tenía que haber hecho una de mis obras de teatro, algo más pequeño, más artesanal. 'El cover', aunque parece mucho está hecho con pocos medios, pero nos pilló de pleno la pandemia, ha sido duro. Vivo mucho de lo que no se pudo hacer.
¿La pandemia y el coronavirus le han hecho cambiar su mirada del mundo?
Sí, ha habido un proceso mental que al principio pensé que no iba a ser para tanto, pero sí lo ha sido, ha pasado como un tsunami por mi vida. Me enfrentaba a dirigir mi primera película, nos pilló la pandemia, pero solo la película me obligaba a cambiar la cultura de la culpa que tenía inculcada, me exponía a las críticas, opiniones… y lo peor, me he dado cuenta de quién cuenta conmigo, quién me apoya y quién no. Ha sido un barrido emocional y con la enfermedad me ha pasado lo mismo. Ahora toca recapacitar y me toca intentar entender. El mundo como está ahora no me gusta nada y no sé dónde está el que me gusta.
Algunos pensábamos que aprenderíamos con todo esto, pero el resultado es ver cómo dan palizas de muerte…
Es horrible, es como tener que volver a pagar el peaje. Yo he sido un niño acosado en la escuela, luego tuve miedo al SIDA… y cuando crees que todo eso es pasado, vuelven los bárbaros. ¡Es tal la pesadilla!
¿Tal vez la cultura sirva como herramienta de reunión?
Primero habrá que esperar un poco a que se termine esto del mundo pandémico, a ver qué pasa. ¡Ojalá las reuniones sean para hermanarse!, pero si son para gritar y para enfrentarnos, ¡qué horror! Que la cultura del agrupamiento sea para crear, no para destruir.
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