Madrid
El 16 de julio de 1990 Liliana Rivera Garza fue víctima de un feminicidio. Era una muchacha de veinte años, estudiante de arquitectura. Llevaba años tratando de terminar su relación con su novio de la preparatoria, Ángel González Ramos, que insistía en no dejarla marchar. El juez consideró que había suficientes evidencias para girar una orden de detención contra Ángel, que se dio a la fuga. Desde entonces nada se ha vuelto a saber. 30 años después, la escritora mexicana Cristina Rivera Garza, hermana de Liliana, arma El invencible verano de Liliana (Literatura Random House), un texto potente que busca restituir su figura, la de una joven que era todo augurios y que no fue víctima, tal y como calificó el patriarcado, de un "crimen pasional", sino de un feminicidio.
¿Por qué 30 años para contar esta historia?
Por dos cuestiones fundamentales. Por un lado el contexto, ahora somos capaces de producir en conjunto un lenguaje lo suficientemente complejo y preciso como para contar este tipo de tragedias desde el punto de vista de la víctima, y no del perpetrador. Sin los avances de los movimientos feministas no habría sido capaz de contar la historia de mi hermana en estos términos. Por otro lado, encontré unas cajas que contenían un archivo muy minucioso que había hecho de sí misma, lo que me permitió narrar, también, desde su punto de vista.
¿Escribe para hacer justicia, para honrar a una víctima, para denunciar una situación...?, ¿desde dónde escribe?
"Cada mañana diez mujeres nos son arrebatadas a manos de la violencia machista"
Las tres son válidas, pero hay muchas más. Creo que todos los libros son libros activistas, y toda la literatura es literatura comprometida, ya sea porque esté comprometida con el estado de las cosas pero disfrazada de neutralidad, o porque su compromiso sea contra el estado de las cosas, y ahí es donde me encuentro.
¿Contra qué relatos se revuelve este libro?
La historia del feminicidio de mi hermana fue contada muy al inicio desde el punto de vista del lenguaje patriarcal como un crimen pasional, que intrínsecamente exoneraba al agresor y culpaba a la víctima. Para mí este libro tiene que ver con una restitución, con la posibilidad de contar una historia que va en la línea de lo que ahora conocemos como feminicidio.
Y junto a esa restitución puramente narrativa, otra no menos importante, la judicial...
Sin duda. En 1990 un juez consideró que había suficientes evidencias para girar una orden de detención contra Ángel González Ramos, que se dio a la fuga inmediatamente y que permanece impune hasta el día de hoy. Es por esto que sacar su nombre a la luz, poner su fotografía en todos los lugares donde pueda estar es un modo de hacer 'justicia jurídica'.
¿Cómo definiría la situación de la mujer en México?
Es una guerra contra las mujeres. Cada mañana diez nuevas familias amanecen rotas, cada mañana diez mujeres nos son arrebatadas a manos de la violencia machista. Me consta que las cifras no son tan distintas en otros lados del mundo. Creo que no hay que verlo de una manera esencialista, como si esto fuera parte de una barbarie esencialmente mexicana, más bien es producto de la fusión de economías de extracción y de una discriminación con base de género que coloca a las mujeres en unas condiciones radicales de desprotección y precariedad.
¿Qué pueden hacer los gobiernos para acabar con esta lacra?
Los feminicidas siguen trabajando porque hay impunidad, un feminicida en México sabe que puede matar a una mujer y que tiene un 95% de probabilidades de que no le pase nada, es la impunidad lo que hace funcionar la máquina feminicida. Al Estado le corresponde proteger a su ciudadanía y las mujeres somos el 50% de esa ciudadanía, la única posibilidad de que los feminicidas cesen es que sepan que habrá consecuencias. Se suele pensar que el feminicida es una especie de monstruo, un ser extraordinario, pero no deja de ser un hijo sano del patriarcado.
¿En qué estado queda una familia que ha sido golpeada por un caso de feminicidio?
"El feminicida no deja de ser un hijo sano del patriarcado"
Las familias que han perdido a un ser querido de esta forma experimentamos un duelo que va muy pegado a la culpa y, si me apuras, a la vergüenza. Es muy perversa la manera en la que el mundo en que vivimos contribuye a callarnos y a internalizar una culpa que no nos corresponde. En esta historia hay un asesino y es a quien se debe cuestionar e interrogar. En cambio se cuestiona a la familia de la chica por cómo iba vestida o por cuántas horas pasaba con la madre, se patologiza una situación y se deja a un lado la participación del asesino, que es el único culpable.
"En lo más crudo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano". Esta frase de Camus da título al libro, ¿por qué?
Era una frase señera para ella. La encontré en varias de sus libretas. Entiendo que le recordaba que a pesar de encontrarse en una situación peligrosa, una situación como ahora sabemos letal, Liliana nunca perdió la capacidad de imaginarse un mundo de acuerdo a sus propias reglas, nunca perdió la fe en otro tipo de amor, en otro tipo de vida. Me parecía importante que esta frase fuera el sello del libro sobre su vida, una vida en flor segada por una violencia feminicida.
¿Hasta qué punto la corriente feminista global que vivimos ha influido en este relato?
Resulta complicado contar una historia crítica con el estado de las cosas con el lenguaje del estado de las cosas. Tienes que llevar a cabo un proceso subversivo interno, y ahí es donde entra la orfebrería de la escritura; la carga ética y política de la escritura, obligar al lenguaje del patriarcado a contar la historia del asesinato de mi hermana como un feminicidio y no como un crimen pasional. Esto no es algo que yo pueda lograr a través de una cuestión formal que se me ocurra, sino gracias a que hay un campo que han abierto por los movimientos feministas. Tengo la convicción de que su perspectiva es el escalpelo que está auscultando al mundo y que nos va a permitir concebir un futuro diferente.
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