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Actualizado:La Vieja Economía y su gran fuerza viva, el lobby de los combustibles fósiles -con permiso de la industria financiera-, con sus grandes petroleras detrás, se resiste a abandonar su protagonismo en los ciclos de negocios. Y el de la era post-covid, que debería determinar el punto de inflexión hacia las emisiones netas cero, no parece que vaya a ser una excepción. En pasado año, hasta el mes de septiembre, y según un estudio de Accountable.US -organización que afirma vigilar a los grupos de influencia que actúan sobre el poder ejecutivo y legislativo en Washington- desvelado en exclusiva por The Guardian, las 24 mayores petroleras -entre las que no se encuentra Repsol, la mayor por capitalización bursátil de capital español- rozaron los 174.000 millones de dólares. Cantidad similar a la del PIB de países como Hungría, Qatar o Ucrania que, además, sólo entre julio y septiembre, superó los 74.000 millones de dólares. Al término del cual, paradójicamente, la cotización del crudo rebasó los 80 dólares por barril. Motivo que induce a augurar un trimestre final aún más espectacular de resultados, que se irán revelando a lo largo del mes de febrero.
El dato coincide en el tiempo con las palabras de Jeff Currie, estratega de Goldman Sachs, quien apeló al inicio de la crisis energética de otoño a "la revancha", que, a su juicio, estaba ejerciendo la Vieja Economía sobre la recuperación económica global, desde la que "surgen aún los clásicos problemas de la producción fósil" -explicó entonces- y que llevó a varios países a reactivar la extracción de carbón en ciertos mercados, para contener la espiral de precios. El asunto no era baladí. No por casualidad, en el mercado se empezó a hablar de peligro latente de estanflación debido a los efectos perniciosos de un shock exógeno del petróleo. En un contexto en el que el propio Currie, en una nota a inversores, llegó a vaticinar, durante algunas semanas, un barril de tres dígitos a lo largo del primer semestre de 2022.
La exhibición del músculo de las supermajors - BP, Chevron, Eni, ExxonMobil, Royal Dutch Shell, Total y ConocoPhillips- en plena transición energética hacia las renovables resulta palpable. Por ejemplo, Exxon -la más rica, por capitalización bursátil, e influyente en la prolongación del lobby petrolífero tradicional en EEUU y el resto del planeta- reconocía unos beneficios netos de 6.750 millones de dólares en el tercer trimestre, los mayores desde 2017, tras registrar un alza del 60% de ingresos respecto al mismo periodo del año precedente. El alza del crudo, por encima de los 65 dólares en el periodo estival, obró el milagro durante el comienzo de la Marcha Verde de las energías. También para BP, que certificó 3.300 millones en ese mismo intervalo, "en el que el incremento de la cotización de las materias primas energéticas ciertamente ayudó", tal y como admitía su máximo ejecutivo Bernard Looney.
El alza del crudo, por encima de los 65 dólares en el periodo estival, obró el milagro de la Marcha Verde de las energías: Exxon Mobil declaró 6.750 millones de dólares en el tercer trimestre y BP 3.300 millones
Estas dos grandes petroleras tienen un amplio historial de alta contaminación. Sólo por dar unas pinceladas recientes, Darren Woods, presidente de Exxon, tuvo que presenciar el pasado 26 de mayo cómo una coalición de activos inversores, agrupados en Engine No.1, un pequeño hedge fund, reclamaba, durante su junta de accionistas, cambios en la dirección de la compañía para promover proyectos de bajas emisiones. Dos meses después, y con el apoyo de dos de los fondos de pensiones de mayor valor estratégico en la compañía, lograban el tercer directivo sostenible de los cuatro que exigía. Algo que no pasó desapercibido para The Economist, desde donde se recalcaba que la maniobra de Engine No.1 "ha creado un antecedente, ha enviado una fuerte señal de que el mercado ya no comulga con las inversiones contaminantes". Aunque, por lo visto, el buque insignia de la Vieja Economía del sector no está dispuesto a claudicar tan pronto. De BP, desde Bloomberg Energy, se hacen eco de que las emisiones de metano, el componente de mayor emisión de CO2 a la atmósfera del gas, en la Cuenca Pérmica estadounidense, entre Texas y Nuevo México, donde se hallan los mayores yacimientos fósiles del país, la convierten en la multinacional más sucia de la industria en suelo estadounidense. Incluso "por encima de Exxon", dicen.
Desde Accountable.US critican el escaso compromiso de las grandes empresas de petróleo y gas con la sociedad americana que por esas fechas suportaban aumentos de los carburantes y en el recibo de la luz por su manida estrategia de controlar la producción con precios favorables en el mercado internacional para reducir costes y obtener pingües y rápidos beneficios. Todas ellas "toman ventajas de unas cotizaciones", mientras desde la Casa Blanca se buscan alternativas al mercado para corregir el sobregasto de las familias en plena pandemia. "Los americanos asumen que las firmas energéticas que operan en su nación se decantan por llenar sus bolsillos en vez de contribuir con recortes de sus tarifas mientras exhiben, mes tras mes, miles de millones de dólares de beneficios netos", denuncia Kyle Herrig, presidente de este grupo de vigilancia de los lobbies americanos.
Notables dividendos en un 2022 de bonanza
La advertencia de Herrig cobra, si cabe, más trascendencia si se tiene en cuenta que 11 de las 24 han reportado a sus accionistas dividendos colectivos superiores a los 36.500 millones de dólares en 2021, mientras una docena de ellas realizaban recompras de acciones por otros 8.000 millones. Datos que impulsan a la secretaria de Energía de EEUU, Jennifer Granholm, a airear a lo cuatro vientos que "las firmas de gas y petróleo no han girado el interruptor que requiere la demanda energética con suficiente rapidez, sino, más bien, con desidia". O que, en opinión del propio mercado, como alerta al diario británico Helima Croft, estratega de commodities en RBC Capital Markets, "se han dejado guiar, una vez más, por el sentimiento del mercado, mientras los inversores han decidido no estropear la fiesta".
De hecho, las voces de la industria petrolífera americana han cargado contra los intentos de la Administración Biden de pausar las prospecciones indiscriminadas en el subsuelo federal. Pese a que tampoco ha impuesto una prohibición precisamente drástica, ya que ha otorgado licencias de expansión de algunas operaciones; por ejemplo, en la costa de Massachusetts. "No es la Casa Blanca que esté impidiendo el negocio clásico de extracción de crudo en el país", explicaba hace unas fechas Pavel Molchanov, analista de Raymond James, a la CNN: "el problema es que parece sucumbir, como casi todas, a las presiones de los accionistas" de estas firmas. Tanto es así, que el American Petroleum Institute, el lobby de la industria por antonomasia en la capital federal no duda en atacar abiertamente a Biden, de quien -afirma- "ha debilitado significativamente los incentivos para invertir en el futuro energético americano", sin reconocer las cuotas productivas de las compañías que operan en el mercado estadounidense.
Bank of America predice un 2022 de esplendor para los gigantes petrolíferos. Pese a su previsión de ligera corrección del S&P 500 este ejercicio, hasta cerrar el año en los 4.600 puntos, 200 por debajo de su evolución en el tránsito desde 2021. El energético será el sector, junto al financiero, que mejor rentabilice los meses inflacionistas que se esperan en 2022. En el que Chevron podría revalorizar sus acciones en un 38%, Exxon Mobil, en un 48% y ConocoPhillips, un 81% y el sector en un 28% dentro del indicador bursátil estadounidense. Las tres -insisten- acaban de certificar "substanciales" ingresos y ganancias en el tercer trimestre. En concreto, según Accountable.US, de 6.115 millones en el caso de Chevron, sólo por detrás de Exxon y, por supuesto, de la estatal saudí Aramco, con 30.400 millones, -en cuya privatización troceada y a cuentagotas emerge la todopoderosa figura del príncipe heredero Mohamed bin Salmán- en el ranking de beneficios. Conoco registró 2.379 millones. Cifra ostensiblemente inferior a la de Shell, de 4.130 millones, a la que la Justicia de Países Bajos ha acusado en 2021 formalmente de atentar contra el medio ambiente y ser la causante de un exceso de emisiones de CO2 por su negocio de gas y petróleo.
Las firmas petrolíferas se han recuperado de la crisis de 2020 con un súbito aumento de sus 'cash flows' en 2021 y miran hacia 2022 con "más dinero en sus manos para mejorar sus redistribuciones de beneficios entre sus accionistas y preparar la transición energética" sintetizan en Wood Mackenzie
En Forbes Advisor avanzan que este ejercicio, con los precios en tensión alcista permanente del gas y del crudo, los activos de las diez mayores compañías energéticas por capitalización bursátil ocuparán un lugar destacado en las carteras de inversión. A todas, les otorga una supervivencia corporativa cómoda a lo largo de esta década. En la que, se supone, se debería acelerar -como creen empresarios de la talla de Bill Gates, que predice que, dentro de 30 años-, apenas tendrán valor, la transición energética hacia la sostenibilidad. En medio del dominio de las big-techs, con Apple rebasando los 3 billones de dólares en bolsa, después de tan solo 16 meses de que elevara su valor por encima de los 2 billones. La primera en superar ambos listones. A Exxon, con 253.000 millones al inicio de 2022, le augura un retorno de beneficios, a diez años vista, del 1,8% mientras a Chevron -217.000 millones- un 4,3%, a Shell -162.000 millones- un 1,2%; a Total, con 121.000 millones- un 3,8%; a la rusa Gazprom -105.000 millones- un 0,6%; a ConocoPhillips, que marca una capitalización de 93.000 millones, un 3,9%; a BP -86.000 millones- un 0,9%; a la también rusa Rosneft, con 85.000 millones, no le concede predicción a diez años, pero sí un 12,7% en el próximo lustro; a Equinor (81.000 millones), un 2,9% y a PetroChina (79.500 millones) le resta un 5,2% de sus beneficios actuales.
En el portal OilPrice.com, de investigación del mercado energético global, señalan que las firmas petrolíferas se han recuperado de la crisis de 2020 con un súbito aumento de sus cash flows en 2021 y miran hacia 2022 con "más dinero en sus manos para mejorar sus redistribuciones de beneficios entre sus accionistas y preparar la transición energética". Así resume el escenario de las supermajors Tom Ellacott, vicepresidente del Servicio de Estudios de Wood Mackenzie en su reciente nota a inversores: Para el ejercicio que acaba de iniciar su andadura "esperamos cash flows masivos, en muchos casos en niveles récords, y alzas de dividendos y reposicionamientos corporativos para abordar las emisiones netas zero". Eso sí, en algún momento -escriben en su editorial OilPrice.com- no muy lejano. Porque "las compañías petrolíferas no pueden mantener su eterna visión hacia el inversor, con un ojo, y a las presiones sociales, con el otro, para que recorten activamente sus cuotas de contaminación". Sino que deberían anticipar operaciones de descarbonización y apostar la industria intensiva en energías limpias, recomienda David Clark, responsable de análisis de WoodMac.
Para Clark, las cinco clásicas -ExxonMobil, Chevron, Shell, BP y TotalEnergies- están preparando incrementos de capitales, pero precisan reconfigurar sus estrategias y elevar sus inversiones en servicios de bajas emisiones de carbono. Si quieren competir y rivalizar al final de la década con las supermajors europeas, más concienciadas sobre los proyectos de sostenibilidad y a las que acuden con mayor intensidad y diligencia los fondos ESG. En un año, 2022, en el que -anticipa- se van a acelerar los procesos de fusión (M&A) en EEUU y en el resto del planeta. Y en el que el banco de inversión Schroders cree que el precio del barril podría navegar en altas volatilidades, desde los 60 dólares, si Irán vuelve a bombear, como desea, más crudo al mercado, hasta los triples dígitos (100 dólares) si la demanda energética global sigue su escalada sin que las cadenas de valor y de suministro se ajusten a ella. "En algún momento del ejercicio", precisan.
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