València
La apertura de la segunda gran superficie comercial en Castelló de la Plana inquieta el ya dañado comercio local del centro histórico en medio del debate sobre un modelo comercial con implicaciones en el medio ambiente y la filosofía de vida.
Esta semana ha abierto sus puertas Estepark, el segundo gran centro comercial de Castelló de la Plana. Restaurantes, espacios de ocio, cine, tiendas de grandes grupos multinacionales y aparcamientos se irán extendiendo a lo largo de 32.000 metros cuadrados de superficie comercial. El nuevo escenario se sitúa a escasos centenares de metros de La Salera, otro centro comercial que abrió hace doce años.
Nada se ha podido hacer, dicen desde la Generalitat y el Ayuntamiento. La calificación urbanística de los terrenos es la adecuada y se cumplen todos los requisitos necesarios, recalcan, y ambas instituciones carecen de instrumentos legales para paralizar su ejecución, a pesar de que esta gran instalación en la periferia no es el modelo por el que abogan.
“No tiene ningún sentido cuando el centro comercial de enfrente tiene problemas para conseguir clientela y llenar los locales”, expresa Iñaki Vallejo, concejal de Castelló en Moviment, formación que en 2015 presionó en el pleno para la aprobación de una declaración que solicitara a la Generalitat el establecimiento de una moratoria para la construcción de Estepark. Vallejo considera que el recorrido del centro comercial es muy limitado. “Montar el centro comercial es un negocio pero no será un negocio para los comerciantes que se instalen, porque perderán dinero. Será un centro fantasma más”, asevera.
Preocupación en el comercio local
El foco vuelve a recaer sobre el pequeño comercio del centro de Castelló, una zona que afronta un serio problema de despoblación de tiendas tradicionales como consecuencia del desplazamiento de la actividad comercial a estos grandes polígonos, la cual cosa implica el riesgo de desabastecimiento para capas de población muy importantes —sobre todo en la franja de edad alta— y un empeoramiento de la seguridad y la calidad de vida en las calles.
Así lo ratifica Rosario Brocal, presidenta de Castelló Espai Comercial, una asociación que se opuso desde el principio a la apertura del nuevo centro comercial pero con el tiempo han visto desencantados que su lucha no ha obtenido resultados. “Tienen el centro muy abandonado y se está quedando empobrecido. Ya lo notamos cuando abrió La Salera y ahora lo volveremos a sufrir”, afirma. La asociación que representa Brocal se adelgaza y la mayoría de las bajas están motivadas por cierre de los establecimientos.
Solo de abril de 2017 a abril de 2018 desaparecieron en la provincia 355 autónomos del sector del pequeño comercio. La parcela más afectada: ropa y complementos. Según los mismos datos del Ministerio de Empleo, hay 2.286 autónomos menos que hace una década y más de la mitad de estos comercios no pueden permitirse tener en plantilla a ningún trabajador. El mercado por internet y la presión de las grandes superficies son detonantes.
“Ya que no se ha podido evitar esta apertura, por lo menos las acciones del Ayuntamiento de cara al comercio local deberían haber sido positivas, pero tampoco ha sido así”, denuncia Vallejo. Desde el grupo municipal, aseguran que se ha intentado que el Ayuntamiento desarrolle una red de comercio local y un proyecto digital que se ha quedado sin salir adelante porque no se lo ha dotado económicamente. Todo esto se enmarca en medio de la revisión del plan general de ordenación de la ciudad, donde no todos reman en el mismo sentido y, según Castelló en Moviment, el Ayuntamiento no marca una línea clara a favor del comercio de proximidad y el kilómetro cero.
Niveles de saturación
El País Valenciano es la tercera autonomía con más centros comerciales y metros cuadrados de superficie bruta alquilable, solo por detrás de Andalucía y Madrid. En concreto, existen 64 equipamientos comerciales en un total de 1,9 millones de metros cuadrados, según el informe de 2017 de la Oficina de Comercio y Territorio (PATECO). Estos datos sitúan el territorio valenciano en niveles de saturación: hay un centro comercial por cada 77.109 habitantes, siendo el área metropolitana de València la que registra las cifras más disparadas, concentrando el 52% de los equipamientos y el 55,4% de la superficie bruta alquilable de toda la autonomía.
Lejos de ser un modelo extinguido, las tentativas de las empresas promotoras por instalar nuevos complejos comerciales no han cesado. El caso más paradigmático —y por el cual se ha librado una árdua batalla de posiciones dentro del gobierno valenciano— lo representa el proyecto de Puerto Mediterráneo (rebautizado como Intu Mediterrani después de no pasar una primera evaluación ambiental), promovido por el grupo británico Intu Eurofund Investments. Se pretende hacer el centro comercial más grande de Europa en Paterna, una ciudad a 10 kilómetros de València, donde se ha roto el pacto de gobierno entre PSPV-PSOE, Compromís y Paterna Sí Puede, siendo los primeros partidarios del centro comercial.
“La actividad comercial es una actividad limitada. La renta disponible por las familias para gastarla en productos de consumo no es ilimitada. Lo que se compra en un lugar no se compra en otro y la saturación provoca que, al final, las grandes superficies acaban compitiendo entre ellas o que la apertura de nuevas implique el cierre de otras”, recalca Natxo Costa, director general de Comercio y Consumo de la Generalitat. Sobre su departamento se posa la responsabilidad de defender las pequeñas empresas valencianas y frenar el impacto medioambiental de los megacentros comerciales, compromiso del actual gobierno autonómico.
Su receta: el PATSECOVA, el Plan de Acción Territorial del Comercio, que podría ver la luz antes de las próximas elecciones. Una herramienta, dice Costa, pensada para limitar la implantación de grandes superficies y regular la movilidad. “Con el caso de Puerto Mediterráneo, el anterior gobierno lo que hace es una actuación territorial estratégica en unos terrenos que no estaban calificados como terciarios. Muy estratégico, un centro comercial, no es; ya hay muchos. No nos gusta un modelo que no aporta nada porque acaba implantando cadenas ya instaladas muy cerca que ya tienen cubiertas de largo las necesidades de sus usuarios”, expone Costa.
Está por ver la eficacia del futuro PATSECOVA y su incidencia sobre las ambiciones de las empresas que pujan por hacer posible Puerto Mediterráneo y otros megaproyectos. En el fondo de la discusión, se encuentra la lucha entre lo local y lo global, la filosofía de vida y el modelo de ciudad y de relaciones humanas que queremos. Una reflexión que atañe también al tipo de transacción comercial que queremos promover: una basada en criterios racionales y de necesidad u otra que considera al ciudadano un mero consumidor dirigido donde la compra se convierte en una actividad de ocio y se rompe la relación entre comerciante y clientes —y entre los propios clientes—.
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