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Actualizado:Resulta complicado mirar al futuro cuando no hay ninguna certeza, sobre todo desde un punto de vista económico y laboral. Cuando la economía española parecía avanzar despacio y tímida hacia la recuperación de la Gran Recesión de 2008, el planeta entero ha tenido que encerrarse en casa para frenar la expansión del coronavirus. En mes y medio, el mercado laboral ha retrocedido una década en cuanto a paro y destrucción de empleo.
La crisis económica que ya ha derivado de la sanitaria no tiene parangón en la historia reciente. Según todos los organismos internacionales, será más aguda, profunda y destructiva; no tendrá una salida en “V”, sino en “U”, y ni siquiera se sabe cuándo volverá una normalidad que era ya precaria para grandes capas de la sociedad ni cómo será la salida de lo que ya se denomina Gran Reclusión, sobre todo cuando uno de cada diez trabajadores ya era pobre un año antes de la covid-19.
Conocemos las recetas aplicadas en la última crisis. Las cicatrices de la austeridad, los recortes de gasto público y el retroceso en derechos laborales ni siquiera habían comenzado a disimularse cuando una pandemia ha puesto de nuevo el sistema económico frente al espejo. Los expertos coinciden: Europa entera está reaccionando de manera opuesta pero pocos son optimistas al pensar que los platos rotos de esta pandemia ya los han empezado a pagar "los de siempre", la población trabajadora, la más desfavorecida, los empleados temporales, los jóvenes que ya cargan con dos crisis a sus espaldas y las mujeres.
"Nos tenemos que preparar para caídas del empleo estratosféricas, terribles"
"Nos tenemos que preparar para caídas del empleo estratosféricas, terribles", asegura el economista Eduardo Garzón. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya habla de "catástrofe" y pronostica que se perderán 3,5 millones de empleos en España. "La crisis económica dependerá de lo que dure la sanitaria, de cuándo haya una vacuna o un tratamiento efectivo", apunta Garzón, ve complicado hacer previsiones fiables.
Aunque no tiene dudas de que lo peor aún está por llegar y de que España se va a llevar una de las peores partes. "La normalidad no va a darse hasta dentro de un año como mínimo. Y en un país que vive sobre todo del turismo, los efectos van a llegar de golpe. Veremos el cierre de muchos negocios y despidos de todos los trabajadores asociados al mismo. Y eso va más allá de la hostelería", advierte.
"Asistimos a un fallo multiorgánico de la economía. La oferta está en caída por la falta de suministros a nivel global, y la demanda, también por culpa del confinamiento", ilustra Carlos Gutiérrez, secretario confederal de Juventud y Nuevas Realidades del Trabajo de CCOO. "El panorama laboral es muy preocupante. Con la última EPA vemos la profundidad de la caída de la actividad, se ha incrementado mucho el paro y han caído las afiliaciones a la Seguridad Social. Además, el PIB ha caído más de un 5%. No hay precedentes recientes"”, describe.
Otras recetas
El Gobierno ha tratado de amortiguar el mazazo con medidas que economistas y sindicatos valoran positivamente, "pero lo que hay hasta ahora solo sirve para el corto plazo", apunta Garzón. "La receta de la pasada crisis fue una doctrina del shock para desregular de manera que los trabajadores perdieran poder de negociación frente a los empresarios. En este caso, las políticas públicas son muy diferentes", esgrime Gutiérrez, aunque el lastre de la alta temporalidad y la baja calidad de los empleos españoles hace más difícil frenar los impactos.
"Se ha intentado salvaguardar el empleo con más flexibilidad y promoviendo los ERTE en lugar de los despidos, se ha extendido la protección social a más colectivos precarios y vulnerables, se han puesto mecanismos de liquidez para que las empresas tengan oxígeno y se ha protegido a los autónomos", describe el sindicalista.
Más de cuatro millones de trabajadores están afectados por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) con cifras aún provisionales. "Es una medida bienintencionada, al igual que eliminar el periodo mínimo para recibir la prestación por desempleo. Pero supone que el trabajador ya pierde un 30% del salario y son las arcas del Estado las que están soportando el peso", advierte Tomás Rodríguez, secretario de acción sindical de CGT, más crítico y escéptico ante la postura de la patronal, "que pide aún más flexibilidad y facilidad para despedir", añade.
"El 81% contratos perdidos son temporales"
"Si el Estado no recupera ingresando con impuestos, sólo quedan los recortes. Y en cuanto a los impuestos, la mayor parte de ingresos viene por los indirectos, mientras que tres de cada cuatro euros recaudados provienen de las de rentas del trabajo, no del capital", recuerda Rodríguez, que pide corresponsabilidad a las grandes empresas y, sobre todo, a los bancos para que la salida de la crisis no recaiga únicamente sobre los trabajadores. "Ya está pasando, el 81% contratos perdidos son temporales", añade.
Garzón asegura que, por el momento, no va a faltar financiación pública aunque no se aumenten impuestos, ya que el Banco Central Europeo "está fabricando dinero para que los Estados puedan aumentad su deuda y su déficit sin que se descontrole la prima de riesgo".
Recuerda que la Comisión Europea ha suspendido temporalmente las normas de estabilidad presupuestaria, "pero el problema vendrá cuando Bruselas vuelva a controlarlo y a exigir medidas la estabilidad. "En algún momento pedirá recortes del gasto o aumentos de impuestos", advierte. Sin embargo, considera que el dilema de cómo avanzar con estas cuentas públicas tan deterioradas "no es económico, sino político", que los Gobierno pueden buscar "medidas diferentes para que las consecuencias no recaigan sobre los más precarizados en forma de recortes sociales y pérdida de derechos laborales".
Un nuevo tejido productivo
Aunque todos coinciden en que esta pandemia ha vuelto a dejar al descubierto no solo los peligros de la economía globalizada y la precariedad laboral, sino también la gran ausencia de tejido productivo en España. "No hay apenas industria. No hemos podido fabricar materiales estratégicos como respiradores, test rápidos y mascarillas. Lo hemos tenido que comprar todo", lamenta Gutiérrez.
"No hemos podido fabricar materiales estratégicos como respiradores, test rápidos y mascarillas. Lo hemos tenido que comprar todo"
Considera que la enseñanza es obvia: "Hay cambiar el modelo empresarial hacia un mayor peso de la industria y sectores de valor añadido. Sabemos que eso no se hace de la noche a la mañana, requiere reflexión y gran consenso entre fuerzas políticas y sociales", sentencia.
Para Rodríguez, de CGT, también es evidente que “debemos depender menos de países a donde se traslada la producción porque se ahorra en costes mediante explotación laboral”, como China. "Hace falta mano de obra cualificada y bien remunerada para que el impacto de las crisis sea mucho menor", argumenta.
Pequeñas conquistas
Pero también, destaca Gutiérrez, el virus ha convertido en realidad aspiraciones que llevaban tiempo sobre la mesa y que, aunque haya sido de forma impuesta, parece que pueden resistir en el mundo laboral postcovid-19, como el teletrabajo, la importancia de la conciliación entre empleo y cuidados. "Todo ha sido improvisado y hay que establecer aún controles y mecanismos decentes mediante la negociación colectiva para evitar los factores negativos", adelanta.
"La intervención potente del Estado en el ámbito económico se ha mostrado crucial"
Del mismo modo, añade, se ha generado consenso en cuanto a los "empleos que son esenciales para sostener el país y que hay que dignificar con más derechos laborales", desde los profesionales sanitarios, a los transportistas, trabajadores de supermercados o personal de limpieza, "donde la precariedad es palpable", explica.
Para Garzón, el coronavirus además ha dejado claro la importancia de un sistema público de salud bien dotado y, en general, de un Estado del bienestar desarrollado que amortigüe los golpes. "La intervención potente del Estado en el ámbito económico se ha mostrado crucial y debe tenerse en cuenta para el futuro", esgrime.
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