La crisis climática desnuda la fragilidad alimentaria de España, que se encomienda a Ucrania
Las importaciones de cereal y soja para sostener el complejo ganadero y cubrir la demanda de pan, harina, pasta y bollería se disparan a niveles históricos tras el desplome de la producción agraria local por los eventos meteorológicos extremos.
Zaragoza--Actualizado a
"Los alimentos baratos se han acabado", pronostica José Roales, responsable del sector del cereal de la organización agraria COAG. "Hemos tenido un ciclo en el que comer ha sido muy barato, pero entramos en otro en el que cada vez va a ser más caro; y faltan algunos puntos de subida", coincide Jorge de Saja, director general de la Confederación Española de Fabricantes de Piensos Compuestos (Cesfac).
Ese escenario se está consolidando en el sur de Europa y la cuenca mediterránea, donde la crisis climática está siendo especialmente severa, con el aumento de los incendios y la tendencia a la cronificación de las sequías como síntomas más notorios, y con unos procesos ambientales que están impactando de manera intensa en la producción de alimentos.
Lo ocurrido en los dos últimos años en el campo español resulta ser una prueba del nueve de la intensidad de esos impactos: la sequedad del primer semestre y unas temperaturas inusualmente altas en primavera redujeron en 2023 la cosecha de cereal a la mitad de un año normal tras el bajón de 2022. Simultáneamente, los fenómenos meteorológicos extremos triplicaban la destrucción de cultivos y se llevaban por delante más de la décima parte de la renta agraria.
Ese desplome de la producción agraria ha desnudado otra de las debilidades estratégicas del país: la fragilidad de su soberanía alimentaria y su dependencia del exterior para abastecer de pienso a su desmesurado complejo ganadero. Una industria que, según los datos del Ministerio de Agricultura, sacrifica casi 60 millones de cerdos y 800 de aves al año, la mayor parte para exportar. Pero también para una población que en doce meses se zampa 253.000 toneladas de bollería y galletas, 190.000 toneladas de pasta y 1.292 millones de kilos de pan.
La Cesfac cifra en 37,55 millones de toneladas la producción anual de piensos, un volumen imposible de cubrir por España
¿Tanto cereal y leguminosas requiere la cabaña ganadera? Los datos de Cesfac cifran en 37,55 millones de toneladas la producción anual de piensos, casi la mitad de ellos (18,2) para el ganado porcino, un volumen imposible de cubrir con la producción del campo español. La de cereales cayó el año pasado a 11,6 millones (la media del periodo 2018-2021 previo al desplome fue de 23,7 millones) y no llegó a 400 la de las leguminosas que se utilizan para ese fin, como la soja, la veza, el guisante y la colza.
Ese escenario, que se acaba de complicar con los efectos que esa misma sequía y ese mismo cambio climático está teniendo en países cercanos como Francia, ha provocado un notable aumento de las importaciones de cereal, cuyo volumen ya marcaba un récord de 19,1 millones de toneladas en los primeros diez meses de 2023.
Ese volumen de importaciones, que ya suponía en octubre una cuantía de 5.400 millones de euros según los datos de la Agencia Tributaria y las Cámaras de Comercio, tiene algunas particularidades además de ese elevado coste, en el que no se incluye el del transporte y que se da pese al descenso generalizado de los precios de las materias primas a escala global. El maíz y el trigo, por ejemplo, están cotizando la mitad que hace dos años.
"España es el mayor productor europeo de alimento para ganado, pero, paradójicamente, somos una potencia alimentaria incapaz de producir la materia prima necesaria, sobre todo el cereal y oleaginosas", señala De Saja. Además, anota que "en años como los actuales, de escasez por la sequía, la dependencia crece, pero el problema es el déficit estructural".
El balance es claro en lo referente al 2023: dos tercios del género son de importación, cuando lo habitual era que las compras en el exterior cubrieran en torno al 40% de las necesidades de la industria. Estos datos ponen sobre la mesa esa dependencia generada por dos magnitudes: la desmesurada demanda de personas y ganado y la mengua de la disponibilidad de materia prima por los efectos de la crisis climática.
Casi el 40% de ese volumen de cereal (7,28 millones) es maíz, un grano fundamental para la alimentación del ganado porcino. No obstante, su demanda cae ligeramente, así como su peso relativo en los canales de la importación, al haberse duplicado el de otros dos como el trigo (8,05) y la cebada (3,11) por la merma de la cosecha en España.
Esa reconfiguración de las importaciones sitúa a Ucrania como el principal suministrador de cereal para España
Esa reconfiguración de las importaciones sitúa a un país en guerra como Ucrania como el principal suministrador de esa materia prima para las industrias alimentaria y agroalimentaria españolas, de las que ha sido el origen de 6,3 millones de toneladas de cereal de los 19,1 importados en los diez primeros meses del año.
"De Ucrania está saliendo el cereal sin control. Por cada camión que entra oficialmente en España con grano de ese país entra otro que también procede de allí pero viene por otras vías", advierte Roales.
"Desde Ucrania se está abasteciendo a fondos de inversión y a barcos" que luego declararían otro origen, apunta, en una operativa similar a la que se está dando con otros productos. "No le compramos petróleo a Rusia, pero lo traemos de Turquía, a donde llega desde Rusia".
Un escenario de guerra en la principal fuente de suministro de materias primas para la industria alimentaria de un país no parece a primera vista un factor de seguridad, y menos cuando este cliente tiene el grado de dependencia del exterior que presenta España y el vendedor cubre un tercio de la demanda.
Aunque, al mismo tiempo y precisamente por el calado de la dependencia, nada apunta a que la actividad de ese vínculo vaya a verse modificada a corto o medio plazo por ninguna de las dos partes.
"Es muy difícil construir una alternativa, porque no las hay en el mercado. Es un riesgo depender de operadores en esa situación, pero eso se tarda mucho en construirlo", anota De Saja.
En ese sentido, recuerda cómo la irrupción de Ucrania y de Brasil (que le disputa a Francia la segunda plaza como abastecedor de España con más de dos millones de toneladas de cereal), ha sido en realidad un proceso de veinte años.
Importar 400 veces más soja de la que se produce
Completa el cuadro de los principales granos de importación la soja, una leguminosa de elevado componente proteico de la que entre enero y octubre llegaron a España en barco 2,86 millones de toneladas, un tráfico mayoritariamente transatlántico que pone sobre la mesa otras cuestiones.
La soja es un ingrediente básico de la alimentación animal por su aportación de proteína y cuyo precio duplica al del maíz. Sin embargo, de una manera aparentemente paradójica, apenas hay producción de dicho grano en España: 4.000 toneladas anuales de 2018 a 2022 para duplicarse el año pasado, lo que supone un volumen más de 400 veces inferior al que se importa.
Esa importación llega básicamente de Brasil, origen el año pasado de 1,6 millones de toneladas (el 58% del total), y de EEUU, de donde salió algo más de otro millón (38%). Se trata de dos países donde predomina el cultivo de soja transgénica, mayormente en terrenos robados a la selva amazónica en el primer caso.
"El problema es que con esas importaciones no tenemos seguridad alimentaria"
"El problema no es que haya tantas importaciones, que también; el problema es que con esas importaciones no tenemos seguridad alimentaria ni trazabilidad como la que se da en España", señala Roales.
El responsable de COAG llama la atención sobre otro aspecto: "Se importa género con estándares de calidad más bajos y más barato, y eso hace caer los precios aquí". Y eso activa un proceso desincentivador que se suma a los efectos de la crisis climática y a otros factores, como la congelación de las ayudas de la Política Agraria Común (PAC). "Algunos años no sale a cuenta cosechar, es mejor dejar el cereal directamente para el ganado. Y eso es por el cambio climático. Es necesario un acuerdo de país para minimizar su impacto", afirma.
"Vamos a ver la carne de pollo tan cara como la de cerdo"
El encarecimiento de los alimentos, que en España acumulan una apreciación del 30% en los tres últimos años, con casos como el 34% del pan, el 43,9% de los huevos, el 59% del azúcar y el 134% de los aceites y grasas, incluye otro factor más en el caso de la ganadería.
"La escasez de forrajes y de pastos por la falta de lluvia obliga a importar alimento, y eso dispara los costes. Y el problema no es que sea caro, sino que casi no lo hay disponible en España ni en otros países", explica el representante de COAG.
El forraje y la paja son necesarios para el rumio de corderos, ovejas, vacas y terneros, y su escasez y su alto precio influyen en la tendencia a la reducción de la cabaña y el cierre de explotaciones familiares. "Eso significa que hay menos leche y menos carne en el mercado, que su precio sube y que menos gente puede comprarla porque les resulta inasequible", añade.
"El ciclo de los alimentos caros es un problema más bien de Europa que del resto del mundo por un asunto regulatorio que incluye al alza en el coste de producir alimentos", apunta De Saja. Además, destaca cómo "está creciendo la producción de alimentos transformados en terceros países, con otro marco normativo".
"La paradoja es que en el segundo semestre de este año vamos a ver el pollo tan caro como el cerdo", pronostica. Lo cierto es que su importación está creciendo a un ritmo del 14%, y al cierre de 2023 habrá superado con toda probabilidad las 160.000 toneladas, con Polonia (28,5%%) y Brasil (15,9%) como principales orígenes, ambos por delante de otros vendedores tradicionales como Alemania, Francia y Holanda.
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