Público
Público

Vivir para empatar

El Atlético sumó su tercer empate seguido ante el competitivo Sporting de Clemente

ALFREDO VARONA

El Atlético perdió dos puntos. Incluso, pudo perder los tres si a falta de siete minutos Courtois no impide el tiro de Bilic. Pero no hubiese sido lo lógico. Antes, tuvo ocasiones más potentes a las que sólo Juan Pablo, el portero del Sporting, encontró algún defecto. Hizo cinco paradas estupendas, tres de ellas a Falcao que se revolvió con clase y tiró con malicia. Pero Juan Pablo, un tipo de características diametralmente opuestas al Zubizarreta que veneró Clemente, tuvo lo que hiciese falta. Guantes, alas para volar y hasta pies, que los porteros también juegan con los pies.

El Atlético tuvo material de sobra para sentenciar al Sporting. Es la rabia que le queda, porque su idea empezó pronto. A los cuatro minutos, Koke le puso el billete de avión en la mano a Falcao, pero Juan Pablo sacó el pie. En el saque de córner, el balón llegó a la cabeza de Godín, totalmente solo, como una paloma. Y falló. Pero, en cualquier caso, era una declaración de intenciones perfecta para el Atlético que, a los 19 minutos, encontró el primer gol. Fue una carrera en la que Adrián hizo de futbolista y de velocista. El delantero dejó tirado a Gregory, que hasta entonces le tenía a pan y agua. El resto lo hizo Canella. Obsesionado para que ese balón no llegase a Falcao, lo despejó a su portería. Correr sin pensar, se llama eso.

El Sporting quedó en mal lugar. Pero, aún con los pocos recursos que le quedan, no quiere hacer testamento en febrero. Clemente no ha venido para eso. Así que no se obsesionó con sus defectos. Jugó sin culpa y con vocación ofensiva. Encontró ratos de inspiración de Carmelo y de Colunga por la banda izquierda. Pero, sobre todo, una alternativa más norteña y de las que siempre venerará Clemente. Fue la de tirar el balón al área. Y allí surgieron oportunidades interesantes. Antes del gol de Eguren, Gregory tuvo un cabezazo en el que se elevó por encima de las montañas. Godín no tomó nota y en el tanto del empate delegó a ninguna parte. Con la ayuda o no de la mano, Eguren aprovechó y sacó el pie zurdo con la decisión de un delantero centro.

El partido tuvo prestigio hasta el final. La superioridad del Atlético no ocultó el mérito del Sporting que, a pesar de todo, no se resignó al empate. Salió con decisión de su campo cuando pudo, nada de esconder el balón para que pasase el tiempo. Pero hay un problema que soluciona el dinero, no los entrenadores. Es la categoría de los futbolistas. Y, mientras que el Atlético llegó cinco veces al área de Juan Pablo, el Sporting sólo lo hizo dos: un tímido disparo de André Castro y otro más alto de Bilic en el que empleó algo más que la voluntad. Bilic siempre ha sido un hombre maduro próximo al área.

El Atlético cambió jugadores en la segunda parte, pero sólo eso. Salvio encontró la ocasión que antes tuvo el lesionado Diego. Pizzi demostró que si está en nómina del Atlético es por algo. Gabi se animó con un disparo lejano, como si por un día fuese Frank Lampard. Juanfran hizo de padre y madre. Primero, ató a Colunga. Y después corrió al campo rival, casi siempre con alguna noticia. Y Falcao volvió a la carga con la energía que no le quedaba a Adrián. Y casi nada de lo que hizo el Atlético fue malo. Pero los brazos y los pies de Juan Pablo nunca cambiaron de opinión. Y el Atlético de Simeone se resiente. Tres puntos los últimos nueve. Un problema, sin duda.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?