Israel desencadenará un conflicto global si expande la guerra de Gaza y Líbano a Irán
Israel ha aprovechado el año de guerra en Gaza para desestabilizar Oriente Medio y ahora está gestando un conflicto global que tiene su próxima fase en Irán.
Madrid--Actualizado a
Después de un año de genocidio israelí en Gaza, la guerra regional en Oriente Medio es ya una realidad impuesta por el militarismo mesiánico de Benjamin Netanyahu. Tras la ofensiva en los territorios palestinos, la invasión del Líbano y los renovados ataques a Siria y Yemen, la siguiente fase de la agenda bélica del primer ministro israelí pasa por abrir un frente directo con Irán.
Tal contienda, aunque limitada militarmente a Oriente Medio, tendría efectos muy graves en todo el planeta, incluida una eventual crisis energética global debido al eventual cierre del comercio de crudo desde el Golfo Pérsico y al cierre del grifo del suministro de gas y petróleo desde Irán.
Para ello son claves los próximos días. Se espera una inminente represalia israelí contra Irán por el bombardeo con misiles que lanzó Teherán sobre Israel el pasado 1 de octubre. Entre los objetivos podrían figurar pozos y refinerías de hidrocarburos, puertos de trasiego de combustibles e, incluso, las instalaciones nucleares iraníes.
Rusia y China, con grandes intereses en Irán, tanto energéticos como militares (Moscú utiliza drones y misiles iraníes en la guerra de Ucrania), escudriñan el desarrollo de los acontecimientos y empiezan a mover sus fichas.
En Kiev, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, sigue también con expectación lo que está ocurriendo. La atención mundial sobre la guerra de Ucrania se ha disipado estos días y las perspectivas de una contienda generalizada que impacte sobre la economía mundial no le haría ningún bien a la causa ucraniana, ni en publicidad ni en apoyo monetario y armamentístico, que podría ser desviado en otras direcciones, especialmente por parte de Washington.
La huida hacia delante de Netanyahu, para preservar su poder interno e imponer la hegemonía de Israel en Oriente Medio, tiene el aval de EEUU, con el sionismo declarado de su presidente, Joe Biden. También tiene la aquiescencia de una Europa dividida, donde algunos países, como Alemania, aceptan el victimismo israelí como manera de purgar sus propios pecados del pasado, mientras cierran los ojos a la marea de destrucción desatada por Tel Aviv sobre sus vecinos palestinos, libaneses y sirios.
La Europa de los derechos que se desentiende de los palestinos
La Unión Europea en bloque subrayó hace un año, a raíz de los ataques de Hamás en territorio israelí que dejaron 1.200 muertos y 251 rehenes, el derecho de Israel a defenderse. En ese momento, los 27 dieron carta blanca a Netanyahu para comenzar su espiral de violencia contra la población civil de Gaza bajo el pretexto de que su objetivo eran las milicias islamistas palestinas.
Un año después está claro que los planes iban más allá de la aniquilación de Hamás. La guerra regional es un hecho con la destrucción de Gaza, la ocupación de la mayor parte de Cisjordania, los combates contra Hizbulá, la invasión del Líbano, los ataques a los rebeldes hutíes del Yemen y otros grupos islamistas del llamado Eje de Resistencia antiisraelí en Siria e Irak, y, por último, la amenaza sobre Irán.
Cuando en la noche del martes pasado, Irán lanzó su segunda oleada de misiles sobre Israel, en un ataque anunciado y limitado (como el de abril) en respuesta al asesinato del líder de Hamás, Ismail Haniyeh, y el de Hizbulá, Hasán Nasrala, a las corrientes políticas europeas más conservadoras les faltó tiempo para denunciar los ímpetus desestabilizadores iraníes, mientras pasaban de soslayo por el inicio de la invasión terrestre israelí del Líbano esa misma madrugada.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha sido desde un principio la figura más comprometida con la apuesta de venganza de Netanyahu y hoy día sigue mostrando su apoyo al Estado judío como si los 42.000 palestinos asesinados por los tanques israelíes fueran apenas la inevitable consecuencia colateral de una guerra justa.
Pero hay algunos países, como España, Noruega, Irlanda o Bélgica, que han trazado una línea roja a esa soberbia vengativa de Netanyahu y han impedido que fenezca la idea de dos Estados para que convivan israelíes y palestinos. Y lo han hecho precisamente a raíz de la crisis de Gaza, como una llamada de atención a Israel, para que recuerde que las resoluciones de la ONU tienen no solo un valor político, sino también de derecho internacional.
Macron pide un embargo de armas a Israel
Francia, aunque no reconoce el Estado palestino, ha enarbolado también las críticas al uso desmedido de la fuerza por Israel y lo ha hecho donde más le duele, en el suministro de las armas que necesita para masacrar a la población palestina, reducir parte del Líbano a cenizas y preparar su ofensiva contra Irán.
Así, el presidente francés, Emmanuel Macron, se manifestó el sábado pasado a favor de cortar la entrega de armas a Israel para presionar a Netanyahu a aceptar un alto el fuego, tanto en Gaza, y así poder salvar a los sesenta rehenes que pueden seguir en manos de Hamás, como en el Líbano, donde de otra forma la guerra podría enquistarse durante mucho tiempo y extenderse a Siria.
"Si pedimos un alto al fuego es coherente no dar armas a Israel. Creo que quienes se las suministran no pueden estar pidiendo cada día en favor de un alto al fuego como nosotros pero, al mismo, tiempo proporcionar armas", afirmó Macrón, en directa referencia a Estados Unidos, el principal abastecedor de armas de Israel.
Desde que comenzó la guerra de Gaza hace un año, EEUU ha destinado 17.900 millones de dólares en ayuda armamentística a Israel. Es la mayor aportación que ha hecho Washington desde que empezó en 1959 el programa de asistencia militar a Israel.
No es de extrañar, pues, que las palabras de Macron, con el recordatorio implícito de cuánto le debe Israel a EEUU y el perjuicio que puede suponer un embargo de armas para Tel Aviv, le sentaron a Netanyahu como un bombazo. Fue necesaria una conversación entre los dos mandatarios para imponer la calma.
No es probable que se produzca una fricción mayor entre París y Tel Aviv, pues en la práctica Francia ayudó a Israel en los dos ataques iraníes con misiles del 14 de abril y el 1 de octubre, con los medios de defensa, aviones incluidos, que el ejército galo tiene en Oriente Medio.
Mientras EEUU ayude, Israel puede seguir su espiral bélica
En todo caso, es Estados Unidos en quien Israel confía en caso de una guerra abierta con Irán. La Administración Biden ha cerrado filas en todo momento con la estrategia de Netanyahu, jugando a dos barajas siempre. Mientras protestaba con la boca pequeña por la masacre de población palestina, al momento reiteraba su compromiso con Israel y le mandaba más armas. El lobby sionista en EEUU es uno de los más influyentes, económica y políticamente, y se beneficia de ese comercio.
Además, las elecciones presidenciales estadounidenses están a la vuelta de la esquina, el próximo 5 de noviembre. El candidato republicano, el expresidente Donald Trump, se ha mostrado abiertamente partidario de los pasos dados por el Gobierno israelí, pero no parece apoyar con tanto entusiasmo una guerra con Irán que traiga el caos energético a Oriente Medio primero y después al mundo entero.
Tampoco le hace gracia una nueva guerra a la candidata demócrata, la actual vicepresidenta, Kamala Harris. Aunque su marido es de origen judío y ella misma tiene muy buena relación con la comunidad hebrea en EEUU, sin embargo, la causa palestina y las críticas al genocidio causado en Gaza han calado hondo entre los votantes más progresistas y los jóvenes estadounidenses.
Las numerosas manifestaciones, marchas y encierros en universidades que tuvieron lugar por todo el país en protesta por las matanzas de palestinos evidenciaron una situación que puede costar cara al Partido Demócrata.
Repercusiones mundiales y ventajas para Rusia
En la Casa Blanca también se evalúa que una guerra contra Irán apoyada por EEUU. con armas y soldados, pero manejada por Israel, podría ser muy perjudicial para los intereses estadounidenses en Asia y la cuenca del Pacífico.
Y no solo acapararía una guerra contra Irán medios sustanciosos, sino que lo haría en un momento clave de fortalecimiento de la alianza entre China y Rusia.
Estos dos países, pese a sus simpatías por Irán y sus negocios con el país persa, simplemente se podrían sentar a mirar el desarrollo del conflicto. En el caso de Rusia, incrementaría sus ventas de crudo y gas a los países emergentes, a la propia China y a la India, y se beneficiaría directamente de la caída del suministro de hidrocarburos desde el Golfo Pérsico. Sobre todo si Irán taponara el estrecho de Ormuz, salida natural de esos combustibles hacia los mercados internacionales.
Pero el Kremlin no tiene por costumbre quedarse sentado a verlas venir. El próximo viernes, el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo iraní, Masud Pezeshkian, se reunirán por vez primera y lo harán en Asjabad, la capital de Turkmenistán, en el marco de un foro regional. La crisis actual con Israel será el tema prioritario del encuentro, según el Kremlin.
Pero además, entre el 22 y 24 de octubre, se espera que Pezeshkian acuda a la ciudad rusa de Kazán, a la cumbre de los BRICS de países emergentes y potencias regionales no alineadas con Occidente.
Si antes se desencadena una crisis bélica entre Irán e Israel, se dan todas las circunstancias para que esa deflagración tenga consecuencias directas desde Ucrania a Asia Central, desde EEUU a Rusia, desde el Golfo Pérsico a los mercados bursátiles de Extremo Oriente, desde Europa hasta una China un tanto hastiada del doble rasero occidental.
Un doble rasero que condena una invasión, la de Ucrania, mientras hace oídos sordos ante el genocidio palestino cometido por un mandatario, Netanyahu, al que Occidente protege aunque pesen sobre él acusaciones de cortes internacionales por cometer crímenes de guerra y contra la humanidad.
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