Fernando Verdasco comenzó en Wimbledon el partido que podía darle la victoria 300 de su carrera. Una hora y 22 minutos después, estaba hundido en la miseria, dos sets abajo (2-6, 4-6) ante el checo Stepanek y sin nada en su juego que hiciera prever otra cosa que la derrota.

Stepanek, un tipo curtido de 32 años, le hacía un daño terrible con subidas a la red y bolas que casi no se levantaban del suelo. El español ya se había enfrentado varias veces a este rival y sabía cómo se las gasta, pero daba igual. Estaba fuera del partido y lo estaban sacando de él a pelotazo limpio.

¿Qué se hace en estos casos? 'Por un lado, te sueltas, vas en plan de perdidos al río', dijo Verdasco después. 'Intentas otras cosas, ser más agresivo o cambiar el ritmo. Eso a veces sale bien y otras no'.

Verdasco se tiró al río y le salió bien. A diferencia de otras ocasiones, no se desesperó ni se peleó con el mundo. Stepanek se tomó un respiro. El español cometió menos errores y ganó el set por 6-3. Podía haber sido algo anecdótico, pero en realidad era el comienzo de la remontada. Aún quedaban dos horas de juego.

Verdasco dijo la verdad. Fue más agresivo sin perder el control de su juego. Sin subir mucho a la red, porque ni siquiera en la hierba de Wimbledon eso le atrae mucho. En todo el partido, que duró casi cuatro horas, sólo lo hizo 30 veces, 41 menos que su rival.

En el cuarto set, salvó una pelota de partido y ganó el tie break. Todo siguió muy igualado hasta el último set, que Verdasco ganó por 9-7. Asumió más riesgos, conectó más golpes ganadores que Stepanek y se cobró una victoria que debería impulsarle lejos.

David Ferrer no se complicó la vida ni necesitó ninguna heroicidad. Se deshizo del francés Benoit Paire en tres sets y algo menos de dos horas.

Lo mismo hicieron Federer y Djokovic. Ambos tuvieron partidos fáciles y rápidos en primera ronda, solventados en tres sets.