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Simeone busca de nuevo la luz

El argentino, mito rojiblanco del doblete, es presentado hoy como nuevo entrenador del convulso Atlético

ALFREDO VARONA

Amenudo, se acuerda del año 1985. Argentina se aproximaba al Mundial de México en el que Maradona iba a arrasar. Pero nada hubiese sido posible si en el último partido de clasificación ante Perú, 2-2 agónico Gareca no marca el gol decisivo y Fillol no hace un paradón.

Por eso, nunca le digan a Simeone que un solo futbolista es más importante que un equipo. Sólo conseguirán enfadarle como le pasaba al doctor Bilardo, el hombre que le trajo al Sevilla en 1992. Allí, Simeone se especializó en resolver situaciones difíciles. Fue el precio de compartir vestuario con Maradona. A su lado, aprendió que la regularidad emocional es más importante que la futbolística. Nació un entrenador a distancia, que hoy es un reputado hombre de traje negro y camisa blanca, con un buzón de voz: la pasión. El resto es cosa de los futbolistas como su hijo Giovanni, que es lo bastante fuerte para ser mejor de lo que fue su padre. O, al menos, más goleador. Juega en River, donde repara daños antes de salir en la fotografía.

Simeone, en realidad, no fue un gran jugador. Tenía el contacto justo con la pelota. Pero su presencia inspiraba la esperanza. La grada del Calderón, más que como futbolista, lo eligió como personaje. Tenía la cultura del líder. Frente a la frustración, era inteligente. Se pasaba días repitiendo aquello de 'vos somos un equipo'.

'Los individuos resuelven los partidos y los equipos los ganan'

De hecho, al recordar el doblete del curso 95-96, no deja de ser un hombre simple. 'Sólo pasó que vimos una luz y nos metimos. Y cuando entramos ya no salimos más'. Y precisamente será lo que ahora, 15 años después, echará de menos. 'Cuando jugaba tenía más control, porque estaba dentro del campo y podía hacer algo'. Su Atlético quizá sea como el Inter con el que ganó el Scudetto o el River Plate al que hizo campeón: 'No practicó un fútbol hermoso, pero encendías la televisión y ganaba'. Y será esa su doctrina, sin descartar nunca el 1-0. 'Yo estoy convencido de que las individualidades resuelven los partidos y los equipos los ganan'. Pero, sobre todo, será un hombre prudente. El viejo ejemplo de Bianchi en el Atlético se lo aconseja. '¿Quién nos iba a decir que un entrenador como él no triunfaría en Europa?'.

'Se puede jugar bien o mal, pero la pasividad está alejada de mí'

Hay otra declaración de Simeone 'es más difícil ser último que primero' que lo retrata hasta el final. No será hombre de despachos ni de reuniones ni de cafés. Volverá el antiguo Simeone, el hombre que no pide nada prestado a la suerte. Jugará 'con el cuchillo entre los dientes' y analizará la actitud antes que el resultado. 'Se puede jugar bien o mal, pero la pasividad está alejada de mí'.

Bajo ningún concepto aceptará la retórica de su tierra: no tiene esa labia. 'Nada te garantiza la victoria, pero en un equipo ordenado el talento se expresará mejor'. Y no desafiará a la nostalgia. 'Olvidé mi época de jugador al día siguiente de dejarlo'. Aunque a la fuerza deberá regresar al pasado para reparar al presente. 'Yo nunca me consideré una víctima cuando jugué en el Atlético'. Por eso viene con un valor añadido que lo convertirá en algo más que un entrenador. Y si todo va bien, será un símbolo en un equipo que lo necesita con urgencia: el que sea.

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