Este artículo se publicó hace 13 años.
Set de los meritorios
Higuaín, tres goles, Kaká, dos, y Benzema, uno, lideran una lección magistral de contragolpe colectivo ante un Valencia que se desmoronó por culpa de sus tremendos errores defensivos en el inicio del partido
Los meritorios de Mourinho también juegan. Y quieren un sitio en un equipo que parece haberse subido a una ola ganadora en fase creciente. Para su entrenador, la solvencia, la rotundidad y el sentido colectivo con el que se emplearon ayer sus secundarios es una buena noticia. Es el karma al que aspiran todos los técnicos. Muchos de los que jugaron ayer no participaron en la final de Copa, la naturalidad y la sencillez con la que resolvieron el partido hablan de un efecto liberalizador. Como si ese título tan ansiado les hubiera soltado la cabeza y como consecuencia las piernas.
Mourinho tiene a todo el personal implicado en plena cocción de los títulos. En Mestalla los no habituales le mandaron señales de que si hay un hueco ahí están. Todos destilaron fiabilidad mientras el partido fue partido. Los meritorios que saltaron al feudo del tercer clasificado aparecían como víctimas a priori de un partido entre medias de la nueva batalla con el Barça. Un engorro inoportuno. El Valencia presentaba credenciales que no invitaban a pensar en el calvario que luego padeció. Se desmoronó el conjunto de Emery con el cante de Guaita que supuso el primer gol, obra de Benzema. Luego, se rajó por atrás. Se desvencijó con el fútbol vertical que salía de las botas de Granero, Kaká y Canales. Cada contra parecía anunciar un gol. Lo mismo las conducía Benzema, que Higuaín o Kaká. Los tres fueron conductores, asistentes y goleadores en la tunda del primer tiempo. Dieron una clase de cómo interpretar el contragolpe, pero, sobretodo, aparcaron los egoísmos en la definición. El Madrid se fue a la ducha con 0-4. Cuatro tantos muy colectivos que plancharon al Valencia. Nunca un equipo de Mourinho se había ido a los vestuarios con esa renta.
Todos los futbolistas de Mou quieren subirse a la ola creciente de la Copa Entre esos meritorios de Mourinho emergió la figura de Kaká. Hacía tiempo que no se le veía ejecutar con acierto el repertorio que le encumbró en el Milan. Hay una jugada en su manual que quizás anuncie su recuperación definitiva. Es su acción más propia. La suele empezar cerca de los picos del área y con un cambio de ritmo gana la línea de fondo. La ejecutó con acierto varias veces. Necesita rapidez de piernas para esa maniobra y ayer pareció tenerla. También acompañó las contras con criterio. Para marcar o para asistir. Hizo dos goles, el segundo excepcional tras un caño a Stankevicius en el área y un golpe de tobillo abierto para cruzar el balón. Kaká representa esa profundidad de banquillo de la que tanto se está hablando en el maratón de clásicos. Si está en forma, ningún suplente del Barça tiene ese peso ni su pedigrí. Kaká ejemplarizó en Mestalla el estado de ignición que vive el vestuario de Valdebebas. Con la dinámica ganadora que parece haber instaurado la obtención de la Copa, todos quieren ser importantes. Todos pretenden convertirse en una posible opción, ya sea para un partido completo como para unos minutos.
Higuaín fue el otro gran destacado de la tarde. Hizo tres goles y sus desmarques a la espalda de la defensa valencianista fueron devastadores. Otro titular potencial para Mourinho a pocos días de la primera semifinal contra el Barça. Su primer gol, que significó el 0-2, terminó de hundir a Mathieu y a Guaita. Al primero le persiguió soplándole la nuca. Una de esas carreras que casi nunca tiene premio, pero el francés se lo concedió. Antes de ceder a su portero se le fue el balón e Higuaín aprovechó para meter la pierna por detrás. Guaita estaba a media salida y orientado un par de metros más a su derecha. Fue un espectador incrédulo de la pifia de Mathieu.
El segundo acto se inició igual que el primero. Las mismas secuencias. Robo y contragolpe. Robo y gol. Kaká e Higuaín. Hubo aficionados valencianistas que se marcharon con casi todo el segundo tiempo por disputarse. Esperaban otra cosa. Con la alineación en la mano y la Champions de fondo, todo parecía indicar que el Madrid regresaría de visita a su nuevo santuario. De los que participaron en la final de Copa desde el inicio, sólo Casillas y Carvalho atravesaron el pasillo con el que Valencia homenajeó al campeón copero. Incluso Mourinho introdujo en el once al canterano Nacho. Dio igual. Dieron la imagen de equipo sólido, letal a la contra. Un grupo de suplentes al que no se le puede hacer concesiones. Sólo bajaron los brazos cuando el marcador señalaba el 1-6.Nunca en su historia el Valencia había encajado en Mestalla seis goles. Se rehizo con dos goles sin más mérito que el de jugadas bajo presión de pachanga. El partido se había acabado mucho antes.
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