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La miel del barrio

Entre viejos y millonarios dinosaurios, Isco se ha convertido en el ídolo de La Rosaleda

ALFREDO VARONA

El Globo de Oro de la temporada es suyo en el Málaga. El delegado del club, Valcárcel, que ha pasado de jugar al fútbol a competir en triatlón, lo llama 'la joya de la corona'. Sandro, que fue director técnico en la época de Fernando Sanz en la presidencia, todavía exclama cuando le preguntan por él. 'Sus virtudes eran impagables para nosotros. Nuestros futbolistas eran a coste cero'. Pero entonces claro que se hablaba de Isco en las oficinas del club. 'Cuando lo vi con los juveniles de la selección, me quedé impresionado'. Fue en el Mundial sub-17 en Nigeria, en el que Isco dio una lección de sangre fría. Tiró el penalti en cuartos ante Uruguay que nadie se atrevía a lanzar. Y allí había gente como Muniain, Koke o Sarabia.

A Sandro le daba rabia: Isco era un jugador de la tierra, de una tierra incapaz de recordar mejores futbolistas que Juanito o Hierro entre sus antepasados. Pero en aquel Mundial, Isco ya estaba fuera de precio. Su habitación quedaba en la residencia del Valencia en Paterna, en el mismo centro de alto rendimiento en el que se criaron Silva, Palop, Mendieta, Angulo, Rubiales o Curro Torres. Fue una apuesta importante. Isco llegó con 14 años y nunca sintió una química muy especial. 'A nivel colectivo, le faltaba', recuerda Camarasa, uno de los entrenadores que se mostró más duro con él: 'No te equivoques', le decía. 'El hecho de que vayas por encima de los demás no significa que hayas hecho algo en el fútbol'.

De pequeño era rechonchoy siempre jugó con niños mayores

Pero en el césped Isco no tenía alergia a nada. La mayoría de sus deseos se cumplían a rajatabla. Daba igual que se abriese poco con el personal de la residencia, que le costase levantarse a las 7.15 para ir al instituto o que se cansase de tomar casi todos los días fruta de postre. 'Es verdad que tenía problemas de peso', recuerda María Herminia, responsable del departamento de cocina desde hace 20 años. Pero eso tampoco era nada nuevo en la vida de Isco. 'A los ocho años, cuando empezó con nosotros, ya era un niño muy rellenito', recuerda Sebastián Burgos, presidente de aquel Atlético Benamiel. 'Pero no sólo pensaba más rápido que los demás. Si saltaba también se llevaba la pelota'.

En realidad, la dificultad era lo de menos. 'Gracias a él, lo ganamos todo, y eso que siempre fue una categoría por encima de su edad'. Pero en Andalucía, donde se dice que los poetas nacen y los oradores se hacen, Isco siguió su propio ejemplo. 'O, a lo sumo, el de su hermano mayor Antonio Manuel, que era realmente bueno', señala Sebastián Marín, otro de los responsables de aquel Benamiel. 'Y no sé si mejor que Isco, pero una grave lesión de rodilla le dejó en el camino'. Por eso en Arroyo de la Miel, el barrio de la turística Benalmádena en la que creció Isco, no imaginan al futbolista sin humildad. 'No tiene motivos para perderla. Su padre es empleado del puerto deportivo y su madre trabajaba en el servicio de limpieza de una discoteca hasta que se fue a vivir a Valencia para ayudarle'.

Igual que Silva, se preparó en la Ciudad Deportiva del Valencia

Salvador Burgos coincide a menudo con Isco en las calles de Arroyo de la Miel. 'Tiene la edad y es amigo de mi hijo Jesús, que juega en el Vélez'. Pero, sobre todo, se acuerda del niño, que cada día le pedía el número 10 y no advierte rastro de vanidad en él. Ha cambiado su vida. Ha costado seis millones de euros más el IVA al Málaga. En verano, cuando se decidió todo, tuvo a una legión de periodistas al teléfono. Y no sólo eso, sino que ahora comparte vestuario con gente importantísima que ha jugado Mundiales. Pero en su barrio ven a Isco y no encuentran diferencia con el chaval que se marchó a los 14 años. 'Entonces ya estaba acostumbrado a que viniesen a verle a la grada gente de clubes importantes'. Todo eso creó una forma de ser.

'La prueba es que ha vuelto a vivir al domicilio de sus padres', señala Salvador Burgos, 'a una casa muy normal'. Y no envidia nada a nadie: está donde quiere. Prefirió esto a seguir en el Valencia. Ha encontrado rápido las razones. Entre gentes consagradas, se ha hecho ídolo de La Rosaleda en cuatro meses. La hinchada ya no perdona a Pellegrini si lo cambia. Isco, en realidad, no es como los demás. Él es de la tierra, de una tierra en la que el arte nunca fue difícil de entender.

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