Este artículo se publicó hace 11 años.
Gregorio Manzano: "Por el fútbol he llegado a hacer 760 kilómetros cada día"
Catorce meses después de ser despedido del Atlético, el jienense explica por qué vuelve a sentarse esta tarde en el banquillo del Mallorca
¿Qué significa ser entrenador? ¿Acaso es un desafío permanente, una revancha con el pasado que no se acaba nunca? "En realidad, yo me hice entrenador porque tenía la espina esa de no haber podido ser futbolista", explica Gregorio Manzano, que hasta la semana pasada era un entrenador apuntado al paro. Tenía realmente una vida envidiable. "Invertía tiempo en mi familia, nada de prisas, devoraba libros...". Y encontró maravillosas historias escritas como, por ejemplo, El imán y la brújula o El jardín encantado. Y tampoco existía en él esa ansiedad que fustiga al parado. Es más, no quiso emigrar, porque pudo exportar su talento a otros mundos. "Tuve ofertas de Qatar y China, pero cuando sales fuera hay que tener un mínimo de garantías".
De joven, marchó a Sevilla a estudiar Magisterio y Psicología, y eso también suma en su forma de ser. "No soy una persona ansiosa o que me agobie". También se siente protegido por su propia biografía -"desde que empecé en el 83, en un equipo de Regional, siempre he tenido ofertas", dice- y por la seguridad de que el tiempo ya nunca más jugará en su contra: "A mi edad, puedo admitir que, si nada falla, ya tengo la vida económicamente resuelta". Y eso ha sido gracias al fútbol, la profesión que anuló al funcionario que fue, al hombre cuya nómina estaba asociada de por vida al Estado. "Hay que tomar decisiones en la vida".
Así es Manzano, que ahora llevaba una vida de lo más pacífica en Valladolid y que era un interlocutor que enriquecía cualquier conversación sin límite de tiempo. Tenía ese tiempo que ha dejado de tener desde la semana pasada cuando abandonó el paro. Vuelve Manzano, vuelve a un club envenenado en la clasificación y que no se parece nada al Mallorca con el que fue campeón de la Copa del rey. Pero Manzano todavía se parece al hombre que dio sus primeras clases en Santiesteban del Puerto (Jaén), recién aprobada la oposición. "Al año siguiente, en el equipo del pueblo, buscaban entrenador y se enteraron de que el profesor de educación física, era entrenador".
Así fue como empezó hace treinta años un hombre que ya ha cumplido los 56 y que, una vez, cuando entrenaba al Valladolid y jugaba frente al Barcelona, les pidió a sus jugadores en el descanso que se acostasen con las piernas en alto y los tuvo en silencio diez minutos. En realidad, son cosas que sólo entienden los entrenadores -"normalmente, sucede lo que ves", afirma- y de ahí que ahora Manzano haya dejado toda esa paz, toda esa vida sin horarios que tenía en Valladolid, para aterrizar en un Mallorca en el que abunda el pesimismo. Así que la pregunta es lógica para este hombre: ¿qué tiene que demostrarse? Su respuesta, sin embargo, hace un reflejo de lo que ha sido su vida y, sobre todo, de aquel año 98 en el que prácticamente arriesgo a todo o nada. Fue un cambio brutal.
760 kilómetros diarios"Yo llevaba 16 años ejerciendo la enseñanza. Incluso, ya era jefe de estudios en el Instituto en el que daba clases, había sacado mi oposición y mi vida estaba bien dirigida", explica. "Pero siempre hubo algo en mí que me atraía hacia el fútbol y el futbolista que no había podido ser. Incluso, hubo una época en la que, después de dar clases, me iba a entrenar al Talavera y, entre ida y vuelta, realizaba 760 kilómetros. Por eso en el 98, cuando tuve la oferta del Toledo, no lo pensé y pedí una primera excedencia de dos años. No era una oferta muy amplia. De hecho, el Toledo tenía el presupuesto más bajo de Segunda. Pero debía intentarlo".
"Los jugadores tienen sueños, alegrías y temores que el entrenador debe encauzar en una dirección"
Desde entonces, Manzano se ha convertido en un nómada. Ha estado en tantos equipos (Valladolid, Racing, Rayo, Málaga, Sevilla, Atlético...) que su biografía parece una enciclopedia. Pero, en realidad, es la lógica de los entrenadores que les hace renunciar, incluso, a ser funcionarios. "No soy el único", explica. "Tapia, que estuvo en el Málaga, también era maestro, Fernando Vázquez, profesor de inglés... El caso es que, al final, pedí una excedencia por diez años, que ya se han pasado, y la verdad es que no he consultado como están ahora las leyes".
Pero ya tampoco le hace falta, porque la de entrenador es una de esas pocas profesiones que resuelven vida antes de tiempo sin necesidad de prejubilaciones. De ahí ese veneno que no desaparece nunca, quizá porque no sólo es una profesión, también es una vocación. "Los jugadores tienen sueños, alegrías y temores que el entrenador debe encauzar en una dirección". Quizá por eso Manzano vuelve a Mallorca en una situación tan calamitosa y habla del "amor propio" en una sociedad que necesita mensajes optimistas.
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