Este artículo se publicó hace 14 años.
Garralda, el jugador eterno
El navarro, actualmente en el Kolding danés, cumple hoy 41 años, 23 de ellos practicando el balonmano
"Cuando yo empecé en esto, la liga ni se llamaba Asobal", apunta Mateo Garralda. El dato ha ido jubilando a todos los que se iniciaron con él hace 23 años. La primera generación de un balonmano que se sistematizó para el objetivo de Barcelona'92, convivió con el efecto Urdangarín y se glorificó con el título mundial de Túnez en 2005. Hoy, cuando Mateo cumple 41 años, continúa el viaje en el Kolding danés. "Me vine para ser entrenador. Me ofrecieron tres años para ayudarles en plan técnico", relata. Se le fichó como jugador-entrenador y, cuando la ocasión lo requiere, Garralda asiste al ex seleccionador sueco Ingemar Linnell y a Flemming Pedersen, los técnicos principales del club más existoso de Dinamarca. Después de dos temporadas confusas "el primer año jugué poco y el segundo, sólo en defensa", su potente zurda empieza a sumar goles, con una presencia de 30 minutos en ataque. "La prensa alucina conmigo y me preguntan que de dónde he salido", enfatiza.
El Kolding recoge su experiencia en el Granollers, Atlético de Madrid, Teka, Barcelona, San Antonio, Ademar y la selección. Un club que vive la dinámica de dos partidos semanales (competición doméstica y Liga de Campeones) y una exigencia física que obligó a Garralda a compartir mudanza hasta Dinamarca con José Luis Hernández y Goya Ferrer, los preparadores físicos con los que empezó a trabajar tras una operación en 2003. "Gracias a ellos sigo jugando al balonmano. Si no me hubiera tenido que retirar. Me hacen currar lo mío, pero me conocen bien y saben de mis virtudes y mis defectos. Hacen encaje de bolillos para mantenerme en forma", incide el jugador navarro.
Mateo es el único integrante en activo de la generación de Barcelona'92
En Kolding, la séptima ciudad más grande de Dinamarca, Garralda mantiene la cabeza ocupada estudiando el idioma. "La gramática es compleja. Ni ellos mismos te la pueden explicar. Más bien la imponen. Es así y ya está". Para él, estudiar es una forma de estar más cerca de la realidad y olvidarse por un rato de su obsesión: el balonmano. "Creo que tengo la cabeza un poco rara", asevera. "El peor castigo que podía imponer mi padre, cuando era chaval, era no dejarme ir a entrenar. Ahora sigo igual, con esa misma obsesión".
Esa vitalidad le ha convertido en el único jugador de la generación de Barcelona'92 en activo. "No me dice mucho el dato. Quizá cuando me retire me dedique a contar estas historias. El pasado está bien para revisarlo de vez en cuando, pero ahora quiero prepararme bien para ser técnico", confirma Garralda, el jugador del palmarés de ensueño: 13 títulos continentales, 13 nacionales, oro mundial y dos bronces olímpicos. Un tipo inconformista, un jugador eterno.
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