Público
Público

El Atlético logra un triunfo clandestino

Falcao tiene la dinamita que le falta a un Rayo que fue mejor

ALFREDO VARONA

Fue un triunfo clandestino, de los que no hacen corazón. El marcador no engañó a la hinchada. Son muchos años para dejarse engatusar por dos o tres genialidades de futbolistas pagados para eso. Ganó el Atlético, sí, pero Manzano repitió penitencia. La frialdad pasa precio. El estadio le ha cogido manía y ya no acepta ni su buena educación. Aún menos que sustituya a Reyes ni tampoco tolera a un equipo que se deja avasallar por el Rayo.

Pero mientras exista Falcao, todo se disimula. Ayer, respondió como un héroe en el área, y el Rayo no tiene gente así. Quizá en tiempos pasados lo tuvo con Polster y hasta con Hugo Sánchez. El mismo Tamudo lo fue. Pero ha llegado a Vallecas en tiempo de descuento y la pelota le hace menos caso. ¿Y Michu? No, él tampoco es Falcao ni se preocupa por serlo. Se mueve por todas partes y en el área, donde los futbolistas suben y bajan de precio en décimas de segundo, no le sobra paciencia.

De no ser por eso, el Rayo hubiese ganado por goleada. Tuvo la pelota, su consentimiento y un grupo de gentes de la misma generación. Todo muy completo y ordenado, aunque no de primeras marcas. Frente a eso, el Atlético vivió un partido inquieto hasta que apareció Falcao. Contra pronóstico, salió del área. Quizá el partido estaba tan espeso que no le quedó otro remedio. La gente sospechó si se había vuelto loco. El Falcao que se conoce no es así, pero resulta que con la pelota en el suelo tampoco es ningún panoli. O, al menos, esa impresión dio en el pase que le puso a Gabi. Fue un trozo de cielo. Y en el tie break frente al portero, el mediocampista decidió como un hombre mayor.

No era justo, pero el golpe no caducó al Rayo. Tiene gente rebelde que en los malos ratos pide el balón. Javi Fuego lo recuperaba sin problema y, aunque Movilla tuviese un día gris, no había tristeza. Michu sabe cómo ganarse la vida a domicilio y el Rayo manejó ideas peligrosas. El problema llegó frente a Asenjo. La pelota no estuvo por la labor. La reanudación no cambió gran cosa. Salió Pizzi, que no reparó nada.

Una cosa es un equipo y otra un grupo de buenos futbolistas. Luego, se marchó Reyes y la línea fue la misma. Su cambio tan sólo contaminó una obtusa mañana. Seguía sin haber noticias del Atlético. Y, aunque pareciese mentira, el Rayo, con menos dinero, era más equipo. El jefe del distrito ya era Movilla, que en otro tiempo no fue nadie en el Atlético. Y, sí, el Rayo imaginaba el empate. Pero a los 74 minutos, Diego regresó del exilio. Y en la línea de fondo preparó un negocio redondo. Engañó a todo el mundo menos a Falcao, que se portó como un tigre. Sin dejar que la pelota descansase, remató como un trapecista. Su gol envió al Rayo a la lona y suavizó una mañana extraña.

El marcador fue bueno para el Atlético, pero ¿y el fútbol?, ¿tan poco importa? Antes no había buenos futbolistas, pero ahora, que los hay, ¿por qué el Atlético sigue sin ver el juego en primera fila? El tiempo pasa y así es imposible que la hinchada reconozca mérito a Manzano. Una vida triste, como la de los amores clandestinos. Ni siquiera las victorias descubren un futuro mejor.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?