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Alonso, el terror del túnel

Espectacular remontada del español, que termina sexto tras arrancar 24º y desde el 'pitlane'

ANGEL LUIS MENÉNDEZ

Cuando lo has perdido todo, ya no tienes miedo a nada. Aprietas el volante, fijas la mirada en el horizonte y pisas el acelerador. No queda otra. Fiel a esa premisa, Fernando Alonso dinamitó ayer la carrera de Mónaco y, en una remontada para la historia, concluyó sexto, pese a haber partido el último, vigesimocuarto, y desde el pitlane. Las escalofriantes primeras vueltas del español eclipsaron el dominio apabullante de los Red Bull, que encadenaron el segundo doblete. Ganó Webber por delante de Vettel, lo que coloca a la escudería austríaca en un bendito brete: sus dos pilotos comparten liderato del Mundial, con 78 puntos.

Tercero es Alonso, algo impensable antes del inicio del gran premio. Ayer, tras el accidente del sábado, cuando el asturiano destrozó su F10 y no pudo tomar parte en la clasificación, Ferrari dio una exhibición de poderío que hará pensar a todos los rivales. Los mecánicos construyeron, de la noche a la mañana literalmente, un coche nuevo que funcionó como un reloj y el piloto lo exprimió al máximo.

El asturiano aguantó 77 vueltas con los mismos neumáticos

Entre ambos diseñaron una atrevida estrategia, entrar a cambiar neumáticos en la primera vuelta y encomendarse al buen trato que dispensan a las gomas tanto el ovetense como el bólido rojo. Fueron 77 vueltas precisas y relampagueantes a la vez. Una lucha al límite contra todos lamiendo cada centímetro de guardarraíl.

Alonso se deshizo sin problemas de Chandhok, un amigo, y se fue a por Di Grassi. El brasileño de Virgin vendió cara su posición. Tanto que provocó las iras de Alonso hasta el punto de hacerle perder los nervios y, casi, la remontada. El español sufrió durante tres vueltas la agresiva defensa de Luca, le levantó la mano pidiéndole explicaciones por una serie de peligrosos bandazos y, a punto de desesperarse, se lo merendó a la salida del túnel.

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Una y otra vez, el asturiano vio la luz en ese punto, justo donde el sol diluye la negrura del subterráneo y los bólidos alcanzan los 290 km/h. Trulli, Glock y Kovalainen vieron pasar la estela roja sin opción de oponerse a la desenfrenada cabalgada de Alonso hacia los favoritos.

El español supo aprovechar el madrugador primer coche de seguridad para deshacerse de los más débiles y, calculador, se tomó un respiro. Esperó el desfile hacia los boxes del resto de participantes y, cuando el rugiente tren de supervivientes de Mónaco se reordenó, el F10 apareció en sexta posición.

Hamilton, quinto, miraba por el retrovisor y se frotaba los ojos. Massa, unos metros más arriba, cuarto, sudaba bajo el casco. '¿Será capaz de adelantarme pese a haber salido veinte puestos más atrás?', debió pensar el brasileño.

Pero no sucedió nada más hasta que, en la penúltima vuelta, Schumacher quiso rascar una posición, dos puntos de oro. El heptacampeón circulaba séptimo tras Alonso y, como todos, tras el último coche de seguridad de la tarde. Cuando este abandonó la pista para dejar que Webber entrar en la meta con la merecida imagen de gloria, el alemán aprovechó un leve patinazo de Fernando para echársele encima y adelantarlo por la derecha. Una maniobra pícara e ilegal que, dos horas y media después, le costó muy cara. Los comisarios le penalizaron y se quedó sin puntos. Hay que ganárselos en carrera.

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