La búsqueda se inició hace tanto tiempo que la mayoría ni lo recuerda. Varias generaciones atrás, en 1935, una selección de la República de España llegó en tren el mismo día del primer partido en Ginebra sin saber muy bien a qué iba. Ese primitivo equipo ganó dos partidos (Bélgica y Checoslovaquia) del Europeo, todavía un torneo experimental, pero sucumbió ante Letonia (24-18). Aquella selección, como esta, tenía dos hermanos. Los Alonso Arbeleche (Emilio y Pedro).
El único signo común entre aquella primera plata y este primer oro en un Europeo. El título que consagra a esta generación como los mejores jugadores de la historia del baloncesto español. La medalla que premia diez años de éxitos en Europa y cuatro de dominio en el Mundo. La misma que celebra el décimo aniversario de los junior de oro con otro hito que sumar a su cuenta de resultados
El título se empezó a ganar en el autobús. Allí donde esta selección enciende el botón del on con la discografía que aporta Rudy. Siempre la misma música, siempre en el mismo orden. “One-two-three-four; un-dos-tres-cuatro (Woooo) Rumba, sí...”. Un sonido disco que desaparece en el vestuario ante la sugestiva letra de El hombre despechado, la canción de autor talismán del oro Mundial. La rutina ayer, como casi siempre, fue sinónimo de sonrisas, galones y buen baloncesto.
Enfrente apareció Serbia. Un grupo repleto de talento y juventud, unas virtudes que aún castigan a su presente ante esta España. El equipo que vive las finales como si fueran una fiesta, el mismo grupo, ¡qué paradoja!, que se dejó en Lodz los complejos que empezaron a horadar, precisamente, la quinta de Teodosic en el debut del Europeo.
Este domingo ya no había miedos. Sólo la vuelta a la normalidad. Compromiso en defensa, intensidad a prueba de euforia y simpatía natural con el aro. Con un triple (13-5, min. 5), Garbajosa rompió la final. Hasta entonces, Serbia se había mostrado honesta con sus creencias, aceptando el debate de canastas para el que todavía no están preparados.
La marca de Ricky sobre Teodosic comenzó a cerrar las ideas balcánicas cuyo único recurso se escenificaba en el pase continuo a Krstic en la pintura para que este inventara algo positivo entre los brazos de Gasol y Garbajosa.
Tan cómoda discurría la final que Scariolo empezó a repartir la gloria con las rotaciones. Con el quinteto repleto de sextos hombres, España encontró la veta del oro (24-9, min. 8), mientras a Ivkovic se le venían a la mente, viendo a su rival, los recuerdos del exitoso árbol genealógico yugoslavo que él dirigió en otras épocas.
A falta de tres cuartos, el rival ya no era Serbia, sino la misma España. La misma situación que al inicio del Europeo, pero con otras soluciones. Porque todos, sin excepción, se mostraron contestatarios con el intento serbio de llevar el partido a la bronca. Era su único recurso para frenar, sin éxito, a un grupo disparado de adrenalina. Con un alley-hoop, Pau destapó el arte de un ataque que se sentía abrumador. El mejor ejemplo fue un triple de Ricky (43-22, min. 17), anotado sobre la bocina de la posesión, tras cuatro pases vertiginosos.
Cuando en el Spodek Arena sonó Paquito el chocolatero, España había convertido ya el marcador (66-42, min. 27) en un juego de apuestas sobre la diferencia que le asentaría en la cima de Europa. Tras diez minutos, si no más, de basura, el baloncesto terminó de dividir a España en dos colores. El rojo, para el fútbol, el equipo que tomó los valores de este grupo para ser campeona de Europa; el blanco, para el baloncesto. Con ese tono, la selección encontró siempre la victoria en Polonia, el inicio del proceso hacia la catarsis que le condujo hasta su realidad, el oro.
Una medalla hasta ayer demasiado esquiva. Han hecho falta siete finales. Tres con esta generación. Una con sus antecesores, el equipo de Alfonso Reyes, el hermano mayor de Felipe. Otra con los precursores de los éxitos, la hornada de Epi, Corbalán, Fernando Martín, Iturriaga, Solozábal o Romay que sucumbió ante la Italia de Meneghin. En la penúltima, la primera del baloncesto moderno, en el Europeo de 1973, los Buscató, Brabender, Luyk y Sagi-Vela se sintieron impotentes ante la gran Yugoslavia de Dalipagic. La misma sensación que vivió Serbia ante una mina de oro.
España: Rubio (10), Navarro (12), Rudy (13), Garbajosa (3) y Pau Gasol (18) -equipo inicial-, Raúl López (2), Marc Gasol (6), Reyes (7), Llull (5), Mumbrú (0), Cabezas (7) y Claver (2).
Serbia: Tepic (2), Teodosic (5), Tripkovic (15), Krstic (12) y Velickovic (15) -equipo inicial-, Perovic (4), Macvan (0), Popovic (1), Paunic (1), Bjelica (0), Markovic (2) y Raduljica (6).
Árbitros: Brazauskas (LIT), Voreadis (GRE) y Bachar (ISR). Sin eliminados por faltas personales.
Spodek: 10.000 espectadores, con la presencia de 3.000 españoles. Final del Campeonato de Europa de baloncesto, disputado en Katowice (Polonia). España se proclama por vez primera en su historia campeona de Europa.
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