MADRID
Actualizado:“Era como tener un arma nuclear a mi disposición”. Las palabras son de Woody Allen y el arma es Kate Winslet, absolutamente genial en la nueva película del cineasta. Wonder Wheel, un ejercicio de tragedia con vocación de drama teatral, ambientado en Coney Island en la década de los 50 y disfrazada de la fantasía que promete su parque de atracciones, ha nacido en medio de desagradables turbulencias, salpicada por las denuncias de acoso sexual de los últimos meses que han resucitado el pasado personal de Allen.
En un tono oscuro, en el que planea el fantasma de la decepción y donde los personajes viven abrumados por el fracaso o a medio camino de él, Wonder Wheel no ha convencido del todo a la crítica —hay excepciones—, que la ha tachado de antigua y sin corazón. Esa corriente adversa, agitada en los remolinos del debate sobre los abusos sexuales, no favorece a la película, cuyo estreno ya se aplazó en octubre en EE.UU. para no coincidir justamente con el escándalo protagonizado por Harvey Weinstein.
Destellos de talento
Ahora, cuando comienza su periplo de estrenos europeos, por países de América Latina y Asia, la hija adoptiva de Allen, Dylan Farrow ha escrito un artículo —“¿Por qué la revolución #MeToo ha salvado a Woody Allen?”— con el que tropieza la llegada a las salas de Wonder Wheel. Los nombres de Ellen Page, Jessica Chastain o Susan Sarandon, actrices que se han negado a trabajar con Allen, conviven en la prensa de todo el mundo con el de Kate Winslet, que en una entrevista confesó que había aceptado el papel “cuando me di cuenta de que no sabía si todas esas acusaciones eran ciertas o falsas”.
Mientras el cineasta soluciona, se enfrenta o se esconde —imposible afirmar— de estas acusaciones, su nueva película se instala en los cines y vuelve a ser la obra de un creador genial que, aunque no esté entre las mejores de su filmografía, tiene destellos de su talento y, sobre todo, cuenta con una arrolladora interpretación de su actriz protagonista. Wonder Wheel es Kate Winslet.
Un juego de contrastes
“Lo que intentábamos hacer con esta película era crear un drama teatral”, ha explicado Woody Allen, que encierra a sus personajes en el luminoso y soleado mundo del parque de atracciones de Coney Island, para ensombrecerlo con la cara más oscura de la desilusión, el desamor, la desesperación, el fracaso, los celos... Un juego de contrastes en el que es esencial la colaboración de uno de los grandes, el director de fotografía Vittorio Storaro.
“Lo que intentábamos hacer con esta película era crear un drama teatral”
Ginny, una ex actriz, que seguramente no fue demasiado buena, trabaja ahora de camarera en un restaurante de pescado y vive en el parque casada con Humpty, el mecánico del carrusel, al que no ama, y con su hijo, un pequeño pirómano que busca en el cine un refugio ante el mundo. La ilusión reaparece cuando conoce a Mickey, un apuesto salvavidas que sueña con ser dramaturgo, aunque posiblemente no tenga talento suficiente. El cuarto personaje de la tragedia es Carolina, la hija de Humpty, que se fue de casa hace tiempo para casarse con un mafioso y ahora vuelve.
La nueva Blanche DuBois
Justin Timberlake se ocupa del personaje de Mickey, de algún modo reflejo del propio Allen que ha confesado muchas veces querer ser “Chéjov o Sófocles”. Jim Belushi es Humpty, un hombre desgraciado y hastiado de la realidad, un personaje enormemente humano gracias al actor. Y Juno Temple es Carolina que, en su juventud, vive huyendo. Y sobre todos ellos, Kate Winslet, una mujer que va hundiéndose en su propia desesperación y que termina aplastada por la evidencia del fracaso y por los celos.
“Ginny se siente consumida por ambos sentimientos: los propios celos y la sensación de que se está descentrando. Entonces los celos se encienden y acaba enloqueciendo. No hay otras palabras: acaba enloqueciendo". Y entonces Kate Winslet se convierte en una nueva Blanche DuBois (Un tranvía llamado deseo), alcoholizada, enajenada, reflejando en un espejo su derrota con el mejor vestidos de su pasado feliz, aferrándose a la locura para no regresar al mundo real.
“Estaba aterrada porque no sabía por dónde empezar y pensaba que si fallaba nunca me lo iba a perdonar. Tenía que asumir la responsabilidad de dar vida a un personaje que era complejo, evitando caer en un cliché, manteniéndome por encima de una línea trazada, consiguiendo que fuese real, que no fuese una caricatura y que estuviese anclada en su triste realidad. Woody quiso darme el papel a mí y yo tenía que estar a la altura del envite y convertirme en lo que él esperaba, y ser la mejor versión posible que él esperaba, sacándolo de mi interior”, ha dicho Winslet, que deslumbra con su tristeza y su extravagante final trágico, brillando más que las luces y los neones de la mítica noria de Coney Island.
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