MADRID
Actualizado:La familia Meyers se creyó a pies juntillas la falacia del sueño americano y en 1957 se trasladó a vivir a un barrio residencial en Levittown (Pensilvania). Cuando llegaron a su nueva casa con jardín, el cartero confundió a Daisy Meyers con la asistenta y le preguntó si estaba la señora. Ella, su marido William y sus hijos eran negros, pero contagiados del febril optimismo americano, ni se les ocurrió pensar que el ‘make America great’ de Eisenhower era solo para blancos de clase media, seguramente heterosexuales. Recibieron una salvaje dosis de violencia racista de sus ‘intachables’ vecinos. Ahora George Clooney vuelve a ellos en la comedia negra Suburbicón para contar la historia de la gran patraña de la igualdad de oportunidades y la libertad americanas.
Medio millar de vecinos, ‘ciudadanos ejemplares’, rodearon la casa de los Meyers, construyeron una valla, lanzaron piedras, gritaron consignas racistas mientras ondeaban banderas confederadas y quemaron un cruz en el césped de al lado. Allí nunca había pasado nada “hasta que llegaron los Meyers”. “Es importante no olvidar que esto está arraigado en nuestra alma y es parte de nuestro pecado original, y es algo que aún tenemos que exorcizar”, dijo George Clooney en Toronto, donde presentó su película, una comedia de humor negro, cargada de mala leche, con algunas escenas moderadamente bestias y dos historias paralelas que se ajustan una a otra para crear una metáfora demasiado obvia, pero eficaz y con sarcasmo.
La angustia blanca
Mano a mano con Grant Heslov, Clooney estaba escribiendo un guion sobre lo que ocurrió en Levittown, cuando se acordó de otro que le habían pasado hacía años los hermanos Joel y Ethan Coen sobre una familia, un robo, un crimen y un investigador de una compañía de seguros, una comedia que se inspiraba en grandísimos clásicos del cine negro como Perdición, de Wilder. Clooney pensó que aquellos personajes podrían ser los vecinos ideales de los Meyers y reunió a todos para hacer Suburbicón. Y así, este equipo escribió una página más de la historia de la estupidez humana en EE.UU.
Protagonizada por Matt Damon y Julianne Moore, en un doble papel, la película es, tal y como explicó su director en Venecia, “mi versión de la angustia blanca y el miedo a perder su lugar frente a las minorías”. “Hemos utilizado metraje original del documental Crisis in Levittown en la película. A veces hasta que no ves imágenes reales no eres consciente de lo que pasó de verdad. Al público actual le choca mucho ver estas muestras tan abiertas de racismo, pero en realidad ocurrió hace muy poco”, dice Clooney, que asegura que la película sirve de reflejo perfecto de la América de Trump.
La conciencia nacional del país
Tal vez a Suburbicon le falta ira, escuece un poco la intención tan evidente, y a pesar de todo el Gardner Lodge que interpreta Matt Damon, el típico blanco de clase media, un tipo con barriga, gafas de pasta, camisa blanca de manga corta y corbata, es espléndido, cómico, ¡tan deplorable! Y la avaricia del investigador de la compañía de seguros, Roger (Oscar Isaac), “lo quiero todo”, y el resentimiento de la señora Lodge, la ambición de su cuñada… están tan al día de las miserias del ser humano que la balanza se equilibra.
Cine negro, comedia, trasfondo social… una arriesgada mezcla de géneros, un sociópata medio bobo como protagonista y unos niños –Noah Jupe y Toni Espinosa- que representan la única oportunidad de paz y convivencia completan el retrato de esta América de los 50 que no fue ni de lejos el principio del paraíso que vendieron. “Hay algo en la conciencia nacional de este país que nos hace pensar que durante aquella época poca todo era perfecto. Queremos pensar que entonces todo el mundo era más feliz. Pero el ser humano siempre ha sido igual, por mucha felicidad que se viera, también pasaban cosas muy oscuras”, escribe Matt Damon en las notas de producción de la película.
Los idiotas de las antorchas
“Los idiotas que llevan antorchas Tiki no nos representan”, sentenció Clooney en una entrevista durante el Festival de Toronto, donde insistió e insistió en lo necesario de recordar que “los problemas de las minorías y la construcción de vallas no son elementos nuevos. Escribimos Suburbicon para hablar sobre un grupo de estadounidenses blancos que están aterrorizados porque ven cómo están perdiendo su lugar en la sociedad y culpan a las minorías de ello".
“Esta no es una película sobre Donald Trump, es una película sobre el racismo americano y cómo no lo hemos enfrentado", declaró en el Festival de Venecia, donde reconoció que le “horrorizaría si dentro de diez años no dijeran que me levanté contra Trump. Soy bastante escéptico, pero intento ser optimista. De alguna manera comparto esa mirada de Churchill cuando decía: 'Puedes contar con que los Estados Unidos hagan lo correcto después de que hayan agotado todas las demás posibilidades'. Yo también creo eso".
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