Wim Wenders exorciza en 'Perfect Days' el fantasma de la rutina
El veterano cineasta apuesta por vivir de verdad cada instante en su nueva película, con la que reniega de la sociedad consumista y del frenético ritmo del mundo moderno, y con la que honra el espíritu del cine de Yasujirō Ozu.
Madrid-
Mirar al cielo, dejar que el sol o la lluvia o el viento rocen tu rostro y sonreír al nuevo día es una de las rutinas de Hirayama, un hombre feliz. Encontrar sosiego y felicidad en las pequeñas cosas de cada día, vivir de verdad el momento, es la gran apuesta del veterano cineasta alemán Wim Wenders con su nueva película, Perfect Days, la mejor, sin duda, de su filmografía desde hace muchos años y un homenaje a su maestro declarado, el enorme Yasujirō Ozu.
Sostenida sobre un maravilloso trabajo de Koji Yakusho, ganador del premio al mejor actor en el Festival de Cannes, la película es una patada en el culo a la sociedad consumista, al frenético ritmo del mundo moderno, al clasismo intelectual y profesional, a la absurda moda de mirar a través de una pantalla digital, al parloteo constante… A Hirayama, un tipo que se gana la vida limpiando baños públicos en Tokio, no le hacen falta nada más que sus libros, los árboles, su antigua cámara de fotos y sus pequeñas rutinas para vivir satisfecho y agradecido de hacerlo.
"Lo mismo cambia cada vez"
Sin apenas palabras —Hirayama habla por primera vez cuando han pasado quince minutos de metraje y para entonces ya le acompañamos—, la historia del personaje se va desentrañando a través de la música que cada día escucha en la furgoneta en la que va a trabajar. Son canciones en antiguas cintas de cassette. La Casa del Sol Naciente, Otis Redding cantando "ahora, solo me sentaré en el muelle de la bahía, mirando cómo la marea se aleja", la hermosa voz de Patti Smith o de Van Morrison ("¿Recuerdas cuando solíamos cantar?") y, por supuesto, Lou Reed y su Perfect Day, "es un día perfecto".
Este hombre vive al ritmo de estos temas, letras y música que, en palabras del cineasta, "nos dan la banda sonora de su vida. Parecía incorrecto concebir una partitura para esta sencilla vida cotidiana". Una existencia construida en el relato a través de las rutinas del personaje.
"La belleza de un ritmo tan regular, el patrón de siempre el mismo día hace que empieces a ver todas las pequeñas cosas de modo distinto. Lo mismo cambia cada vez —escribe Wenders en las notas de dirección—. El hecho es que si realmente aprendes a vivir enteramente en aquí y ahora, ya no hay rutina, solo hay una cadena interminable de eventos únicos, de encuentros únicos y momentos únicos".
Yasujirō Ozu
Recupera la importancia de las historias cotidianas, las únicas que son eternas
Y ahí, en esa filosofía se encuentra de nuevo con el cineasta con Yasujirō Ozu y "sobre todo, con el sentimiento que impregna sus películas de que cada cosa y cada persona es única, que cada momento sucede sólo una vez, que las historias cotidianas son las únicas eternas". Hirayama ha encontrado el mundo entero en su día a día, en la sencillez, en los libros que lee por la noche y en el juego de la luz y las hojas de los árboles.
De Faulkner a Patricia Highsmith, otras historias de otras vidas le llevan a un sueño profundo, en el que, también cada noche, sueña. Y contempla de nuevo, como a la luz del día, las imágenes de las hojas en el viento jugando a formar sombras en alguna pared.
"El idioma japonés tiene un nombre especial para estas apariciones fugitivas que a veces surgen de la nada: komorebi, la danza de hojas cayendo como un juego de sombras, creado por una fuente de luz allá afuera en el universo, el sol".
"Y esa es la imagen que salvó a Hirayama", explica Wim Wenders, que se imaginó a un hombre de familia rica que cayó en algún oscuro infierno y que cuando había tocado fondo, "observando el reflejo de las hojas creado por el sol que milagrosamente brillaba en el infierno en el que se estaba despertando", reaccionó y eligió otra vida. "Y se convirtió en un limpiador, dedicado y contento con las pocas cosas que tiene".
El bien común
Un limpiador de baños públicos, que en Japón son parte de la arquitectura de la ciudad y el motor que dio vida a este proyecto. Nacido de un encargo para rodar una serie de cortometrajes de ficción en Tokio, un proyecto social sobre baños públicos y grandes arquitectos, que se convirtió en este largometraje, el filme revela el sentido del bien común y el respeto ciudadano en Japón.
"En Japón, limpiar un baño público no es un trabajo inferior"
"La palabra servicio tiene una connotación completamente diferente en Japón que en nuestro mundo", aclara el cineasta, que explica que en aquel país limpiar un baño público "no es un trabajo inferior. Es más bien una forma de actitud espiritual, un gesto de igualdad y modestia".
Es el reflejo de la sencillez que ha elegido Hirayama para vivir y donde ha encontrado la dicha y la paz. Y ahora, escuchando una fantástica versión de Feeling Good, mientras va al trabajo en su furgoneta azul, sonríe con lágrimas en los ojos consciente de que este es "un nuevo amanecer / es un nuevo día / es una nueva vida para mí / Y me siento bien (…) La libertad es mía y sé cómo me siento".
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