Este artículo se publicó hace 14 años.
Vips, pelotas y cinta aislante contra el calor
Las estrellas de Benicàssim apenas se dejan ver tras los conciertos
La zona vip del Festival de Benicàssim ha sido a lo largo de 15 años un paraíso reservado solo para algunos privilegiados. Contaba la leyenda que las fiestas allí eran sonadas y que los artistas se meneaban arriba y abajo a la vista de todos: lo mismo te podías tomar una cerveza con Jarvis Cocker que hacerte una foto con Pete Doherty. Siempre, eso sí, guardando la compostura. En la edición del 2000, el cantante de Placebo, Brian Molko, persiguió a un intruso que le hizo una foto a escondidas, le arrebató la cámara y le quitó el carrete. Pequeños rifirrafes que se recuerdan con sonrojo en la era digital.
También con sonrojo rememoraba una antigua programadora del festival cómo, en sus primeras ediciones, intentaban convencer a los grupos internacionales más reticentes a actuar en un festival español desconocido diciéndoles que en el backstage tenían piscina. Y ahí sigue la piscina, ahora también a la vista de los periodistas, que tras los cambios realizados en el recinto por el nuevo dueño del festival, Vince Power, descansan junto a los invitados vips y... ¿las estrellas?
Por ahora, poca estrella se ha visto, aunque la organización ha tomado sus precauciones y ha advertido que cuando caiga la noche no se podrán utilizar cámaras y que si alguien quiere hacer una foto a un músico, que le pregunte primero. Que se sepa, alguien vio a remojo a los Mumford & Sons en la piscina, que a medianoche está bastante concurrida. Por lo demás, mucho anónimo en forma de amigos de los músicos, gentes del negocio y algunos políticos locales, que visitaron el festival el viernes por la noche. Incluso se ve a niños pequeños correteando entre los colchones que pueblan la explanada VIP. En definitiva, todo muy alejado de los tópicos del rock and roll.
Mucho más festivo y provocador es el ambiente entre el pueblo llano. La carne, sobre todo enseñarla, está muy de moda en esta edición. En el concierto de Hot Chip, un espontáneo se puso de pie sobre los hombros de un compañero en pelota picada, en mitad de la multitud, y se tiró un minuto cantando. Ni los Hot Chip ni los cámaras se enteraron. La noche anterior, durante el recital de Love of Lesbian, un grupo de jóvenes españolas hicieron su striptease particular, elevándose sobre la gente sin camiseta y con dos pedazos de cinta aislante tapando sus intimidades. Será que tienen calor.
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