Este artículo se publicó hace 14 años.
Vía milagrosa
Director: Jessica Hausner
Intérpretes: Sylvie Testud (Christine), Léa Seydoux (Maria), Gilette Barbier (Fr. Hartl), Gerhard Liebmann (Padre Nigl), Bruno Todeschini (Kuno), Elina Lowensohn (Cécile), Katharina Flicker (Sonja), Linde Prelog (Frau Huber), Heidi Baratta (Frau Spor)
Clasificación: Pendiente por calificar
Género: Drama
Comentario:
El escritor austriaco Thomas Bernhard inicia el relato de su amistad con Paul Wittgenstein en El sobrino de Wittgenstein recordando la ocasión en que ambos coinciden en un sanatorio, el primero como enfermo pulmonar y el segundo internado en el pabellón psiquiátrico.
Bernhard aprovecha para reflexionar sobre la enfermedad como algo más que un estado circunstancial. El autor señala la frontera infranqueable que se establece entre los mundos de las personas sanas y el de las enfermas.
Esta misma separación también se dibuja en Lourdes, tercer largometraje de Jessica HausneR, representante de esta generación de cine austriaco posHaneke, en la que también se incluirían Ruth Mader o Barbara Albert, que incide con nuevas perspectivas en el mismo sentimiento pesimista de la existencia humana.
Aunque su estreno en plena Semana Santa pudiera hacer pensar lo contrario, Lourdes no es una película religiosa, pero tampoco una denuncia del enorme negocio turístico, sanitario y piadoso montado en el santuario.
Hausner permite que el público infiera por su cuenta esta posible lectura, pero lo que a ella le interesa es el retrato de un universo aislado que funciona con sus propias jerarquías, rutinas y liturgias, y donde las personas también cumplen con unos roles concretos: enfermos, acompañantes (impagables las comadres que van comentando las situaciones cual coro griego), voluntarios, líderes religiosos... Desde un punto de vista aséptico, casi clínico, la directora sigue el peregrinaje de Christine (Sylvie Testud), una muchacha enferma de esclerosis que sufre su imposibilidad de vivir como otra chica normal.
Aunque tampoco da muestras de una gran devoción, en un momento parece que el milagro sea posible para la protagonista, lo que permite a la directora redundar en las ironías que provocan las esperanzas en curaciones improbables. También es a partir de este punto de inflexión cuando la película se deja llevar por ciertos trazos simplistas, como los que perfilan la actitud del atractivo voluntario encarnado por Bruno Todeschini.
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