madrid
No por obvio, merece ser recordado: también hay clase y hay género tras el compás y el tiralíneas. Pateamos la ciudad, la sufrimos por dentro, e incluso la convertimos en nuestro hogar sin pararnos a pensar hasta qué punto su configuración nos moldea. Hasta qué punto lo productivo y lo remunerado la vertebra y condiciona, desestimando otras ciudades posibles que acoten otras vidas posibles. Ciudades que incluyan, por ejemplo, la movilidad que exigen los cuidados.
Se trata, a fin de cuentas, de hacerla más vivible para más gente. Fomentar otras movilidades que superen, de una vez por todas, el carril que va de casa al trabajo y generar recodos que faciliten los cuidados. En esas andan las mujeres que integran el Col·lectiu Punt 6, una cooperativa interdisciplinar de arquitectas, sociólogas y urbanistas, con más de 10 años de experiencia, que a través de la docencia y la investigación, así como desde las asesorías urbanísticas y las auditorías, buscan proyectar ciudades sostenibles que satisfagan realmente a sus moradores.
"Queremos cambiar las prioridades de cómo se han construido nuestras ciudades desde una perspectiva capitalista y patriarcal, una forma de entender el espacio que ha puesto por delante las actividades productivas y ha homogeneizado a un ciudadano estándar que era masculino, blanco y de clase media", aclara Blanca Valdivia, integrante del colectivo.
Para ello, el Col·lectiu Punt 6 plantea poner los cuidados, tanto de las personas como del medio ambiente, en el centro del tablero. Una estrategia que abordan poniendo el foco en las diferentes percepciones de seguridad que tienen sus habitantes, trabajando desde la experiencia de las mujeres como vecinas y usuarias y reivindicando las aportaciones de tantas y tantas profesionales en materia de urbanismo.
Funcionalismo vs. proximidad
La ciudad está hecha de muchas capas. Restos de otro tiempo que han ido conformando lo que hoy día vemos y que, como todo organismo vivo, muta a cada paso. Sin embargo, todas esas transformaciones no hacen sino perpetuar un estigma atávico: "Los diferentes paradigmas urbanísticos que se han ido solapando en la construcción de nuestras ciudades se han hecho desde un punto de vista androcéntrico que, además, prioriza la pervivencia del sistema capitalista", apunta Valdivia.
Así las cosas, no queda otra que reinventar la ciudad partiendo de un molde de inicio a todas luces mejorable; un punto de partida que piensa los territorios de manera funcional. La arquitecta Adriana Ciocoletto, integrante también del Col·lectiu Punt 6, explica el reto: "Hemos de superar esa ordenación funcionalista que nos dice aquí se compra, aquí se estudia, aquí se vive..., y apostar por una ciudad donde todas estas funciones se entretejen en la vida cotidiana, un modelo de proximidad que permita comprar, estudiar y cuidar dentro de un mismo espacio urbano".
Recapitulando; se trataría combatir ese funcionalismo que parcela nuestra existencia con una perspectiva feminista que apuesta por la proximidad y la diversidad. Una concepción de ciudad que opone a los grandes desplazamientos diarios en automóvil, la posibilidad de una caminata, y que en lugar de entender la calle como lugar de tránsito, aboga por el encuentro.
Diagnóstico de género
Ahora bien, cómo intervenir cuando el daño ya está hecho. Cómo convertir un espacio que "no funciona" en un lugar que satisfaga las necesidades de la comunidad. Fácil: escuchando. "Tenemos que ser capaces de entender la vida cotidiana de ese lugar, entender la experiencia de las personas que lo habitan, para ello nuestra metodología apuesta por un diagnóstico con perspectiva de género a través de entrevistas, talleres, recorridos...", incide Ciocoletto.
Se trata de una visión crítica que pone el oído antes que el cartabón. Un urbanismo que baja a la calle y toma buena nota de los anhelos que moran ese territorio. También de sus fronteras invisibles, esas que no aparecen en los mapas pero que determinan y de qué manera la sociología de las ciudades. "El urbanismo diseña y construye y luego se pregunta por qué un barrio no termina de funcionar socialmente o por qué una plaza está en desuso, nosotras planteamos una aproximación crítica que no siempre existe".
Y, a fuerza de escuchar, surgen soluciones. Algunas insospechadas debido a que, como apunta Valdivia, "el urbanismo en el Estado español se ha trabajado siempre desde la arquitectura, lo que dificulta otras soluciones posibles que se basan en la gestión o en el programa". Hablamos, por ejemplo, de reutilizar nuestras infraestructuras educativas en barrios densamente poblados y sin apenas zonas verdes: "Los patios de los coles son espacios que a las cinco de la tarde se quedan vacíos, tenemos que ser capaces de concebir centros que se adecúen a diferentes usos para dar más respuestas, es vital comprender que vivimos en una sociedad heterogénea con unas necesidades como individuos que van cambiando a lo largo de nuestro ciclo vital".
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