Este artículo se publicó hace 14 años.
Todos aman a papá Dylan
El legendario cantante vuelve a España a bordo de su Never Ending Tour mientras su vigencia artística se reafirma
El verano pasado, Bob Dylan fue detenido cuando merodeaba por un barrio residencial de Long Branch, Nueva Jersey. Los vecinos habían llamado a la policía alertando de la presencia de un tipo de aspecto excéntrico. La agente que acudió al lugar se encontró con un viejo en chándal que calzaba chirucas y vestía un chubasquero con la capucha cubriéndole la mitad del rostro.
"Soy Bob Dylan y estoy buscando una casa en la zona" fueron las palabras que terminaron por convencer a la policía de que había que detener a aquel individuo. Ni siquiera su sargento atinó: "Ese no es Bob Dylan", dijo abriendo y cerrando la puerta del coche patrulla cuando llegó a comisaría.
El cantante, que lleva 40 años huyendo de las cámaras, constató que su estrategia finalmente había funcionado, aunque esta vez le había llevado demasiado lejos. Finalmente, cuando la agente comprobó que acababa de ponerle esposas al autor de Blowin in the wind, lo único que Dylan dijo fue: "¿Me podría dejar de nuevo en el vecindario?".
Es improbable que a Mick Jagger le pasara lo mismo, pese a que la vigencia artística de Dylan sobrepase, a día de hoy, la de los Rolling Stones. Por no hablar de su influencia, que alcanza varias generaciones y distintas disciplinas. "Tiene la vigencia de los grandes artistas, como Picasso, Caravaggio, Joyce... Está más allá de las modas, tanto por lo que aportó en su momento y la influencia que ha tenido como por la calidad de su obra", explica el cineasta Jaime Rosales.
Dylan presenta su gira este miercoles en Barcelona y el sábado estará en el Azkena de Vitoria
Pocos dinosaurios del rock sostienen una actividad musical tan rica, insobornable y a contracorriente como la del trovador de Minessota, que llega hoy a Barcelona y el sábado al festival Azkena de Vitoria a bordo de su Never ending tour, esa gira interminable que comenzó en 1988 y que le mantiene en la carretera a orden de 100 conciertos por año.
Dylan iba dando tumbos a finales de los ochenta, después de varios discos con escasa repercusión y que no le convencían ni a él mismo. Los sintetizadores, las producciones sofisticadas y la cultura del videoclip arrinconaron a un cuarentón que dos décadas atrás había cambiado el rumbo de la música popular. Tocó fondo y se planteó incluso convertirse en músico de Grateful Dead, la banda de su amigo Jerry Garcia.
Hasta que tuvo una especie de epifanía que rompió su bloqueo vital, como él mismo cuenta en Crónicas, el genial primer volumen de sus memorias. Encontró una manera de cantar diferente, una especie de técnica cercana al trance que lo conectaba con los viejos cantautores y bluesman, los maestros de los que él había aprendido (y a los que también había robado).
Un veterano respetado por varias generacionesBob Dylan entendió entonces por qué Hank Williams nunca se bajaba del escenario, lo que acabó matándolo de cansancio; comprendió también a Woody Guthrie, cruzando América a bordo de vagones de tren con la guitarra a cuestas. Es posible que incluso resolviera el misterio por el que Robert Johnson le vendió su alma al diablo. Quizás él se la vendió también: se subió a un escenario y ahí sigue.
El inclasificable director de cine Albert Serra le ha visto ya siete veces. "Su mito es que es impenetrable. Lo que está haciendo ahora es algo muy misterioso. Tiene el carisma de que es algo hermético y casi no puedes distinguir sus buenos conciertos de los malos. Es una leyenda viva. Es como Jesucristo: medio Dios y medio hombre. Con esa ausencia total de comunicación, está medio muerto y medio vivo".
En sus conciertos no se dirige al público, no permite la entrada de fotógrafos y sólo concede entrevistas, y muy de vez en cuando, a un único periodista (Bill Flanagan). Es una tumba, pero por otro lado no deja de producir, y de la forma más imprevisible. A finales del año pasado publicó un disco de canciones navideñas cuya recaudación destinó a dos organizaciones humanitarias. "Es un outsider y un insider al mismo tiempo. Dylan está fuera del sistema, pero el sistema no podría vivir sin él. Es el único músico de rock que es respetado por varias generaciones, mientras las grandes leyendas siempre van cayendo, porque es obligatorio irlos matando a modo de parricidio o porque se convierten en parques temáticos de sí mismos, como los Rolling Stones. Si vas a matar a Dylan, Dylan te mata. Es como intentar matar a Drácula o Batman. Siempre va a volver. Tiene poderes ocultos que no tienen la mayoría de sus colegas", opina el escritor Rodrigo Fresán.
Dylan ha renacido en el siglo XXI cautivando a la crítica y, lo que es más difícil, creando público. Sus dos últimos discos, Modern times (2006) y Tougher through life (2009), han sido número uno en su país, algo realmente paradójico teniendo en cuenta que nunca fue un superventas y que sus canciones, cuando llegaron a lo alto de las listas de ventas, lo hicieron en versiones de otros músicos. "Lo que más me cautiva de él es su autenticidad. Siendo un mal cantante en el plano técnico, no renunció a interpretar su propia música. Incluso las versiones de sus canciones por mejores cantantes son peores, porque al final esa autenticidad que reconocemos en su voz y en sus palabras es lo que más queda de él como referente", subraya Jaime Rosales.
Más allá de las modas, vive DylanUna de las claves de Dylan es su capacidad para alcanzar a una audiencia transversal que va del oyente casual a los melómanos más exquisitos. Algo parecido ocurre con la proyección de su obra: el hombre que huyó del virtuosismo y el discurso engolado es hoy reconocido en universidades de medio mundo y aspirante, nadie aclara si en serio o no, al Nobel de Literatura. "Hace unos años, se hablaba de que lo podían ganar Dylan o Philip Roth. A mí me gustan los dos, pero si haces un ejercicio mental y borras de la historia a Roth, hay tres o cuatro escritores que podrían ocupar su lugar. Si quitas a Dylan de la historia del rock se forma un auténtico agujero negro. Y no sólo porque él es insustituible, sino porque tampoco existirían los que vinieron detrás", afirma Rodrigo Fresán.
Sus dos últimos discos: 'Modern times' y 'Tougher through life', éxito de ventas en EE.UU
Cuando a Frank Sinatra le dijeron que no entendían el triunfo de Dylan porque era un mal cantante, él respondió que era una de las mejores voces de América. Lee Ranaldo, guitarrista del grupo de rock de vanguardia Sonic Youth, dijo en una ocasión que lo que ellos habían perseguido durante toda su carrera era ser como Bob Dylan. Para la ensayista Beatriz Preciado, experta en el estudio de la sociedad americana de la posguerra, "Bob Dylan se ha convertido en una figura clave para analizar los cambios políticos y culturales que tienen lugar en la cultura americana en los años sesenta y setenta. Hizo de la música un lugar intermedio entre la literatura y la acción política en el que rearticular significados sociales disidentes, una tradición en la que, desde horizontes diversos, se sitúan tanto artistas como Lydia Lunch, Patti Smith o Karen Finlay".
El escritor Benjamín Prado, cuya hija se llama Dylan, sentencia con rotundidad por qué Dylan sigue vigente hoy en día: "Es difícil que no tenga vigencia porque uno está todo el día oyendo canciones que suenan a Dylan. Lo sorprendente sería que alguien que hiciera algo en el pop y el rock no tuviera su presencia. Si quieres respirar necesitas oxígeno y si quieres hacer música necesitas a Dylan". No es de extrañar, claro, que las entradas para el concierto de hoy en Barcelona ya estén agotadas.
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