Madrid
Los mecanismos de manipulación, las relaciones de fuerza de poder, los abusos y el racismo sobrevuelan la nueva película de Stéphane Demoustier, Borgo, inspirada en un hecho real, un doble asesinato en el que estuvo implicada una funcionaria de prisiones. En la ficción, el cineasta juega con el cine negro y policiaco, con cine social y un poco de comedia, para crear un retrato realista que se pregunta por los cambios radicales en el destino de un ser humano.
Protagonizada por Hafsia Herzi y con actores naturales de Córcega, la película cuenta la historia de una mujer, Melissa, una guardia de prisiones, que en su nuevo destino, una prisión en Córcega, conoce a un joven recluso que la ayuda a orientarse y le ofrece protección, pero él espera ayuda a cambio.
Borgo, un thriller carcelario que desprecia los clichés del género, refleja la realidad de las mafias en las prisiones corsas, en las que se permite a los reclusos un régimen de cierta libertad dentro de algunos módulos.
La película parte de un hecho real, hubo un doble asesinato en el que estuvo implicada una funcionaria de prisiones, pero su interés más allá del hecho ¿es contar los mecanismos de la manipulación, hablar de las mafias en las cárceles, retratar Córcega…?
Me interesaba mostrar cómo este cambio puede producirse en una persona. Una trabajadora normal que se convierte en delincuente. Sí existe la manipulación, pero no con alguien que estaba destinado a ello, sino con una mujer que tiene una vida normal y que algunos meses después se convierte en algo distinto. Otra cosa que quería mostrar es que nadie comete el mal sabiendo que lo va a hacer. Tenemos opciones y a veces tenemos malas opciones. Y sí quería explorar esos mecanismos, porque esto puede pasar. Intento comprender las razones y no dar la razón a las personas.
¿La película quiere hablar de la fragilidad del equilibrio en la vida?
Sí, absolutamente, esa fragilidad también muestra que todos los seres estamos atravesados por movimientos que pueden ser contradictorios y contrarios. Y esa complejidad hace que todos tengamos pulsaciones que pueden ser violentas, oscuras. Los seres no se pueden reducir a un solo color. Las circunstancias de la vida actúan sobre esta mujer y por eso era muy importante situarla en un contexto social muy impreciso, pero muy interesante. Ella es fuerte, pero también es vulnerable por la situación económica, por la situación de emigrante.
Hablando de contexto social, la película muestra el racismo que hay en Francia, la situación precaria de los inmigrantes, la delincuencia…
El racismo existe, desgraciadamente, por toda Francia y también en Córcega. Me interesaban unas personas que entran en un territorio donde son extranjeros, pero donde quieren encontrar su lugar. Esa voluntad de encontrar su lugar hace que, en un momento dado, ella pacte con esos hombres. El hecho de coger una mujer francesa de origen magrebí y colocarla allí, donde el racismo es exacerbado, permite subrayar su calidad de extranjera. Es algo que todos hemos podido experimentar, es algo común a todos.
Córcega aparece como territorio hostil en su película…
Porque quería superar la imagen, la etiqueta, la tarjeta postal… quería dar la vuelta a eso y explorar más la realidad. Por ejemplo, los reclusos en la cárcel tienen cierta humanidad, tienen dulzura, encanto, tienen un humor entrañable, que muestra también lo absurdo de reducirles a una panda de reclusos, bandidos, aunque sin ser complaciente, solo demostrando la realidad.
Borgo es cine negro, es policiaco, cine social, hay comedia, película carcelaria ¿está hecho a propósito toda esto? y ¿cómo se consigue el equilibrio de todos estos géneros?
Me gusta el género, pero me gusta también para darle la vuelta. Es verdad que están todos estos elementos y al mezclarse se enriquecen. Un drama social es más fuerte con humor… La mezcla está en la condición humana. Aquí vemos la reacción de una mujer, vemos a esa pareja de policías, que no son como los policías del cine, porque en las películas policíacas se resuelven los problemas en un momento y aquí vemos que es mucho más complicado y que tiene mucho que ver con los recovecos del ser humano. Y dentro de esto me pareció que había cierta comedia, por la situación y por su incapacidad de resolver los problemas.
Esta es la historia de una mujer en un territorio de hombres, ¿le sirve para hablar del abuso histórico sobre las mujeres, de la desigualdad, del uso de la fuerza bruta y la violencia con las mujeres…?
No era una idea consciente cuando me planteé esa película, pero es inevitable que cuando entra una mujer en una historia aparezcan temas como el desequilibrio, la desigualdad, una forma de vulnerabilidad… En la película se habla mucho de eso y también de las relaciones de fuerza, en las que da un poco igual que se sea mujer o se sea hombre. El personaje de la película tiene un carácter fuerte, pero eso en cierto modo la fragiliza… yo no quería que fuese solo víctima, me gusta que al final se resiste, que tiene recursos, que se revela un poco contra lo que le pasa y de lo que puede ser víctima.
Hace un retrato de las mafias en las cárceles y, en concreto, muestra una situación y peculiar de las cárceles en Córcega.
No investigue sobre ello, pero sí me informé mucho sobre la realidad de la cárcel corsa. Este modelo de galerías abiertas funciona como se ve en la película y solo existe en Francia, donde conceden esa libertad de funcionamiento a los presos. En el caso de Córcega, en la cárcel son todos corsos. Yo me sentí a gusto haciendo esta película porque es la historia de alguien que no es corso, que llega allí y no entiende mucho, hay muchas cosas que se le escapan, como me pasa a mí. Hay ciertas complejidades en el funcionamiento de las mafias, hay grupos enfrentados y juegos de fuerza, pero también hay cierto pacto dentro de las cárceles. La realidad mafiosa en Córcega es antigua. Allí hay muchos independentistas y son ellos mismos los que han propuesto esas reglas. En la cárcel, la naturaleza de la población reclusa poco tiene que ver con lo que pasa en el continente, en Francia.
Da la sensación de que, al contar la historia en dos tiempos, se boicotea premeditadamente el elemento tensión que podría tener la historia para centrarse en el destino del personaje.
Sí, aunque el hecho de concebir la película con dos tiempos distintos es una apuesta, no sabía si iba a funcionar o no, no estaba seguro de que el espectador fuese a comprender. Tenía ganas de hacerlo porque me gustan las películas que dejan mucho lugar a los espectadores, a los espectadores activos. Además, más que lo que va a pasar, lo importante es el por qué y el cómo.
¿La manipulación de la mafia a esta mujer es reflejo de los chantajes diarios que sufrimos todos?
Sí, es el sistema de manipulación y también es reflejo de las relaciones de fuerza que existen en la vida profesional y en la privada. Lo que me interesaba ahí era mostrar que incluso los reclusos obedecen a otros, ella obedece a otros también, en todo hay una relación jerárquica que se impone a los que están abajo.
La cámara sigue al personaje, pero también muestra Córcega de una manera un poco árida…
Quería romper los códigos estéticos para contar mejor ese territorio. Y, en cuanto al personaje, dentro de la cárcel los planos son muy fluidos, porque ahí ella se siente más libre, hay algo más dulce, pero cuando está fuera está más controlada, porque en la cárcel ella es la que la que vigila.
Usted juega en sus películas con los géneros, distanciándose de la forma a las que nos están acostumbrando las series, ¿necesita el cine de hoy apartarse más de esto?
Para mí es importante romper el ritmo frenético de las imágenes que estamos consumiendo en la prensa, en el teléfono, en las redes sociales. Y el cine tiene que cuestionar el sentido de esas imágenes. Hay que proponer otra relación con el tiempo. Cuando hacemos eso y hacemos cine, cambiamos de dimensión y una película puede proponer otro tipo de tiempo, otro tipo de mirada, proponer una puesta en escena diferente.
¿Rodó en una cárcel que está ya cerrada, no pudo o no quiso hacerlo en una abierta?
No tuvimos permiso, tampoco rodamos en estudio. Rodamos dentro de una cárcel abandonada que que se va a convertir en otra cosa pronto. Para mí, eso enriquece la película y ayuda en la puesta en escena con los actores.
Hay actores naturales de Córcega en la historia, ¿era su idea desde el principio?
Todos los actores corsos son naturales. Eso formaba parte del proyecto. Cuando hacemos una película en un territorio, buscamos a gente allí. Quería lanzar la película con cosas que llegan, con su lengua, con su manera de moverse, su cuerpo, sus expresiones. Es gente que se ve poco en los cines y yo pensé que debía presentarlos.
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