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'El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder' hace gala de presupuesto y universo fantástico
En sus dos primeros episodios, que se estrenan este viernes, la serie basada en las obras de Tolkien desborda fantasía, personajes sólidos y una historia épica que contar.
María José Arias
Madrid-Actualizado a
El retorno a la Tierra Media creada por J. R. R. Tolkien comienza este viernes en Amazon Prime Video de la mano de Galadriel, Elrond y un puñado de personajes nuevos igualmente interesantes dispuestos a hacerse un hueco en el imaginario colectivo audiovisual creado por El hobbit y El señor de los anillos con sus respectivas adaptaciones cinematográficas. Nacida con vocación de alargarse en el tiempo, la serie de J.D. Payne y Patrick McKay se recrea en la ambientación, presume de presupuesto y se toma su tiempo para presentar a sus protagonistas y su entorno.
El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder es una de esas series que pide paciencia al espectador. A cambio le obsequia con un viaje con elfos, hombres, enanos y pelosos por unos paisajes espectaculares a los que la cámara, guiada por la mano ágil de J.A. Bayona en sus dos primeros episodios, llega por tierra, mar y aire. La gran apuesta por la fantasía de Prime Video no luce, ni por asomo, como otras series de la casa como Carnival Row y La rueda del tiempo. Pero, más allá del dinero invertido que se hace notar y de lo bonito que el mundo de Tolkien queda en pantalla, lo que ofrece a los fans del autor y de las sagas cinematográficas previas es asomarse a ese pasado al que se ha hecho referencia antes y del que poco o nada se había visto hasta el momento.
Los Anillos de Poder cuenta con varios atractivos en ese sentido y estos funcionan como deben. El principal quizá sea conocer a dos de los personajes más emblemáticos de este universo fantástico en sus años de juventud élfica. La serie presenta a Galadriel de niña y explica cómo la relación con su hermano marcó sus primeras décadas de vida. Nada tiene que ver el personaje interpretado aquí por Morfydd Clark con ese ser resplandeciente de Cate Blanchett que dejaba ver su lado oscuro ante la cercanía de Frodo y el anillo. Esta Galadriel es una elfa guerrera a la que no le importa transgredir las normas ni los mandatos de su rey, Gil-Galad (Benjamin Walker), si cree que es lo correcto. Obsesionada con que Sauron está agazapado en algún lugar expandiendo la oscuridad y el mal junto con su ejército de orcos, está dispuesta a todo por cazarlo y vengar a su hermano. Ni siquiera su amigo Elrond (Robert Aramayo) logra convencerla de que deponga las armas. Su tarea, la de quien en su edad más adulta fue Hugo Weaving a las órdenes de Peter Jackson, tiene que ver con otro elfo clave de la historia de la Tierra Media, Celebrimbor (Charles Edwards), conocido por ser quien forjó los anillos del título.
Porque lo que busca contar esta producción, entre otras cosas, es la forja de esos anillos entregados a hombres, enanos y elfos en una época de relativa calma y paz después de derrotar a Morgoth. Los reinos de las distintas razas prosperan y, en época de bonanza, solo unos pocos saben leer las señales de que algo está pasando, de que el mal no ha sido vencido por completo. Ahí es donde la serie se juega su verdadero atractivo. Porque asomarse al hogar idílico de los elfos y al imponente de los enanos es un viaje digno de ser realizado, pero lo que engancha es el drama y la acción. De eso se proporcionan medidas dosis en el arranque y se promete a raudales a medida que avance la trama. Después de todo, a Tolkien se le pide épica.
Contar con tantos personajes diseminados no tiene por qué ser una carga pesada. Al contrario, amplía miras, ayuda a comprender la dimensión de lo que ocurre y facilita la empatía con unos u otros. La clave reside en no hacer que eso se convierta en un lastre para el ritmo. De entrada, es más que comprensible que con tantos personajes y espacios a los que dar paso la serie se tome su tiempo para presentarlos. En un mundo tan complejo como el de Tolkien conviene pararse lo suficiente para poner en situación al espectador, sea este un avezado conocedor de su obra o un novel. Los Anillos de Poder no descarta ni a unos ni a otros y a cada uno le da lo que necesita para entrar en ella. A los primeros, guiños (atentos a la escena de los Ents, por ejemplo), referencias, profundidad y mimo a la hora de dibujar a los protagonistas. A los segundos, explicaciones y contexto para no perderlos en la puerta de entrada a un mundo fantástico y a un numeroso grupo de protagonistas en el que, más allá de Elrond y Galadriel, hay que presentar a muchos desconocidos.
Del lado de los enanos, Durin IV (Owain Arthur), amigo de Elrond, y su esposa, Disa (Sophia Nomvete). Como buen enano, Durin hace gala de su mal genio. Aunque si está de tu lado, el príncipe de Moria es el mejor de los aliados. En cuanto a los hobbits, estos no existían en la Segunda Edad, que es cuando transcurre la historia a contar. Entonces quienes recorrían campos y bosques eran los pelosos, una raza nómada, ancestros de los hobbits de La Comarca y mucho menos acomodados y glotones. Aunque hay más pelosos protagonistas, quien se lleva casi toda la atención es Nori Brandyfoot (Markella Kavenagh), que no se parece en nada a los Bolsón. Es inquieta, perspicaz y con un espíritu aventurero que nunca habrían desarrollado Bilbo y Frodo de no haber sido por los empujones de Gandalf. Eso la lleva a meterse en algún que otro lío, como encontrarse de pronto con un 'gigante', como llaman a quienes les superan el altura.
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En cuanto a los humanos, Bronwyn (Nazanin Boniadi) trabaja en una taberna, es madre de un chaval un tanto 'especial' y mantiene una relación demasiado cordial, según sus paisanos, con un elfo llamado Arondir (Ismael Cruz Córdova) cuya misión en la zona es vigilar a los hombres que se alinearon con el mal en la anterior guerra. Que hay algo entre ellos es más que evidente, pero bien saben quienes han leído a Tolkien y/o visto las adaptaciones de Peter Jackson que estas historias no suelen ir bien salvo contadas excepciones. Para quienes no lo sepan, la serie se encarga de hacérselo ver. Muy lejos de las tierras del sur, Galadriel acaba aliándose con otro humano, un extraño náufrago de nombre Halbrand (Charlie Vickers) que le pondrá sobre la pista que tanto ansiaba. El recelo que sienten es mutuo.
Lo que hacen los guionistas de Los Anillos de Poder es trazar distintas líneas argumentales, cada una con su propio tono, ambientación y protagonistas. El nexo de unión entre todas ellas es que quienes las protagonizan son víctimas de una manera u otra de esa oscuridad que el resto no ve o no quiere ver. Porque es más fácil creer que el mal fue aniquilado del todo, que Sauron y sus orcos son cosa del pasado y que la prosperidad y la calma durará por siempre. Galadriel, Elrond, Nori, Durin, Disa, Bronwyn, Arondir y Halbrand han visto solo un atisbo de lo que está por venir y de lo que el espectador sabe mucho más que ellos.
En averiguar cómo Sauron logró ser tan poderoso, cómo se alzó y cayó Númeror, cómo el elfo Celebrimbor accedió a la creación de los anillos y lo que eso supuso está el interés de este nuevo viaje a la Tierra Media que tanto promete. De momento, y en solo dos episodios, las promesas/expectativas cumplidas han sido las de una producción digna del universo que aborda, un reparto solvente (mención especial para las actrices que interpretan a Nori y Disa), un trabajo interesante con los acentos, alguna escena de acción, monstruos y criaturas y ganas de seguir. Por delante le queda resolver la complicada tarea de mantener la tensión con tantas tramas en paralelo que, por su dispersión en el mapa, no parece que vayan a cruzarse pronto.
Cabe destacar que, además, Los Anillos de Poder ha saldado cierta deuda en cuanto a referentes femeninos en la Tierra Media. Si bien es cierto que personajes como la propia Galadriel, Arwen y Éowyn han sido memorables, al final el protagonismo en pantalla era sobre todo para ellos.
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