Este artículo se publicó hace 14 años.
"Rodar esta historia era un disparate y un sinsentido"
Como un tiro. Así va por la vida la película española Buried (Enterrado). Su director, Rodrigo Cortés, ha venido a Toronto avalado por una de las compañías cinematográficas estadounidenses más potentes: Warner. Y se mueve por el festival como pez en el agua. Justo lo contrario de lo que le ocurre al protagonista de su filme, que no sólo no se puede mover (literalmente), sino que ha sido abandonado a su suerte por el conglomerado norteamericano para el que trabaja en la reconstrucción de Irak.
Se estrenará en octubre con la friolera de 4.000 copias en EEUU
La película cuenta la historia de un conductor de camión que un día abre los ojos y comprueba horrorizado que está enterrado en un ataúd bajo la tierra iraquí. Ha sido secuestrado y piden un rescate por él. Pero no se crean que tras una secuencia inicial en la que le vemos confinado, Cortés llama a los marines y aquello se convierte en un festival de tiros, explosiones y testosterona. No.
Porque toda la película (repetimos: toda) transcurre dentro del ataúd donde está tumbado el fulano con un mechero y un móvil como únicos acompañantes. "Cuando leí el guión lo primero que pensé es que rodar una trama sobre un tipo que se pasa 90 minutos encerrado en una caja era un disparate, un completo sinsentido. Por eso me gustó", contó ayer un exultante Cortés.
Bomba de relojería'Enterrado' capta la privatización de la guerra como ninguna otra cinta
Y el director consiguió el milagro. Porque Enterrado es la pera limonera. Una bomba de relojería que se estrenará a principios de octubre en todo el mundo con la friolera de 4.000 copias (la mitad de ellas en EEUU). Y contra todo pronóstico razonable. "Filmarla en 17 días fue una auténtica pesadilla. Era un imposible. Pero ya está hecha, y es tarde para arrepentirse", dijo Cortés entre risas.
Se han rodado muchas obras sobre Irak en los últimos años. Pero Enterrado, filmada en inglés y protagonizada por Ryan Reynolds, es hasta ahora la que mejor ha captado el sinsentido global de la privatización de la guerra. O, más concretamente, el absurdo de que nadie sepa qué tipo de corporaciones operan allí porque está todo cubierto por una nebulosa de subsidiarias fantasmagóricas de la que nadie parece hacerse responsable.
Enterrado es una película de terror. Pero también una hilarante comedia negra sobre un tipo atrapado en una situación claustrofóbica. Y no sólo porque esté dentro de un ataúd: el muchacho se pasa toda la película hablando por teléfono móvil con la empresa para la que trabaja, con el FBI o con una alucinada operadora de Ohio que atiende emergencias, y recibiendo todo tipo de largas y trabas burocráticas como toda respuesta a su marrón.
La cosa se convierte en tal delirio que sólo falta que alguno de los telefonistas le suelte algo como: a) Si quiere ser rescatado envíe Marines al 843. Precio del mensaje: 1,80 dólares el minuto. b) Si está usted a punto de morir enterrado en Irak marque 3, escuche durante 20 minutos nuestro hilo musical y le pasaremos con la operadora.
Y mientras, el secuestrado, desesperado por el infierno administrativo en que se ha convertido la gestión del rescate, grita cosas como: "¿Para qué queréis mi número de la seguridad social? Que estoy enterrado vivo en el puto desierto". Absolutamente genial. Está claro: que te secuestren en la guerra es terrible, pero nada como toparte con el muro kafkiano de la mundialización y la deslocalización.
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