Este artículo se publicó hace 5 años.
NetflixRenée Zellweger juega al ajedrez humano en la serie 'Dilema'
Netflix estrena hoy ‘Dilema’, un melodrama de diez episodios en el que Renée Zellweger interpreta a una especie de Cruella de Vil obsesionada con una pareja y con una agenda oculta.
María José Arias
Madrid-
Se entra por el gran reclamo que es la frase ‘la serie de Renée Zellweger para Netflix’ y se sigue porque, pese a que Dilema no deja de ser una producción con un guion excesivo en todos los sentidos, cuenta con una tela de araña que acaba atrapando. No es un título de primer nivel, pero da igual. Empezar a verla es como comer pipas. Una vez que se coge la primera es casi imposible parar. Y ahí está su mérito.
La premisa de la que parte Dilema no es nueva. Una millonaria estirada acostumbrada a que nadie le diga que no se cuela en la vida de una joven y perfecta pareja a la que propone un acuerdo: pasar una noche con él a cambio de financiar el proyecto científico de ella. El objetivo de la trama es explorar después cómo esa decisión -resulta obvio que aceptan- afecta al matrimonio. Sí, eso ya se hizo en Una proposición indecente. De hecho, los propios protagonistas de la serie se ríen de la comparación casi nada más empezar. Hecho el chiste, se desmonta el argumento de la falta de originalidad en la propuesta. Si van a reírse de nosotros, hagámoslo antes. Esa parece ser su filosofía.
El inquietante personaje de Anne Montgomery
En la serie creada por Mike Kelley (Revenge) en lugar de Robert Redford quien tienta a la pareja es Renée Zellweger, que se mete en la piel de la implacable Anne Montgomery. El resultado de su actuación es un personaje que excede los límites del drama en cada aparición y que resulta inquietante por cómo afronta cada escena, por cómo juega con los límites de la credibilidad y, más en el plano de la historia, cómo convierte a todo el que le rodea en pieza de un tablero de ajedrez con una partida cuya mente lleva planificando a saber cuánto tiempo.
Y allí, desde su pedestal en forma de ático en el que lo mismo monta una reunión de negocios que practica tiro con arco -en esta serie todo es así de disparatado a veces-, se dedica a tejer una compleja red que se va desvelando poco a poco. Al principio la propuesta a los Donovan parece un simple capricho de millonaria, pero a medida que se avanza se va descubriendo que hay mucho más detrás y que su plan maestro esconde una vinculación emocional entre su pasado y el de uno de ellos. Ahí es donde entra en juego la parte que hace que, sin casi darse cuenta, los capítulos vayan cayendo uno tras otro. Pica la curiosidad de por qué pasa esto o aquello. Es inevitable.
Los Donovan son Sean (Blake Jenner), un exjugador de béisbol reconvertido en conductor de ambulancias con aspiraciones de bombero, y Lisa (Jane Levy), una científica que sueña con salvar a los niños con leucemia gracias al proyecto en el que invierte su poco usual mecenas. Juntos forman una pareja ideal cimentada en la confianza que se verá puesta al límite después de aceptar esa proposición indecente ya mencionada.
En torno a ellos giran dos parejas más para darle algo de variedad y movimiento a la historia. Por un lado están Marcos (Juan Castaño), hermano de Lisa, y Lionel (John Clarence Stewart). Llevan poco tiempo juntos pero están encantados de haberse conocido y dispuestos a explorar las posibilidades de su relación. Por otro, Todd (Keith Powers ) y Angela (Samantha Marie Ware), dos amigos del instituto de Sean enamorados desde la adolescencia y que no atraviesan por su mejor momento pese a que una de las dos partes no tiene ni idea de que algo no anda bien.
Los tópicos del drama
Entre unos y otros se van cruzando terceras personas para poner a prueba la solidez de las tres relaciones y, a su vez, plantear todos esos dilemas que pretende poner sobre la mesa esta serie producida por Warner Bros Television para Netflix que no pasaría de ser un melodrama más de no ser porque lo protagoniza Zellweger. En los cuatro primeros episodios -facilitados por la plataforma de VOD a los medios antes del estreno de hoy- se aprecia cómo el guion avanza a trompicones con infinidad de tópicos propios de un género que no da la impresión en ningún momento de querer disimular.
Dilema es lo que es, juega a ello y le funciona a la hora de enganchar al espectador. Es algo que ya intentó Netflix con Gypsy y Naomi Watts. La fórmula es la misma. Dos actrices de relumbrón para dar caché a un guion con la ambición de explorar algún límite humano y aventurarse a poner a prueba a sus personajes para diseccionar diferentes temas como el amor, la compasión, la confianza, la ambición, la traición, las pasiones ocultas, el deseo, la doble cara de las personas…
La diferencia entre Gypsy y Dilema es que una pretendía ser lo que no era y la otra es muy consciente de cuál es el terreno en el que se mueve. Una se hacía difícil de seguir y la otra acaba por enganchar con sus trampas emocionales y de misterio al más puro estilo ‘telenovelesco’. La filosofía de vida de Anne Montgomery es que “todo sucede por una causa”, lo dice en su primera aparición. En el caso de lo que ocurre en Dilema, la razón es ella. Además, en su discurso deja bien claro que con ella no van “las agendas morales de los meros mortales”.
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