Este artículo se publicó hace 2 años.
No mires a la carne, mira al aceite de oliva
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Dos dietas, dos mundos posibles. Una dieta que apuesta por mucha carne como si fuera una cuestión patriótica y por los nocivos ultraprocesados. Una dieta que apuesta por poca carne y sostenible, verduras, legumbres y el aceite de oliva.
Mientras seguimos enzarzados en discusiones y polémicas al estilo de la sátira de Netflix, No mires arriba, con el papel del ministro Garzón como el del político que señala el meteorito de las macrogranjas industriales, y muchos, hasta miembros de su Gobierno, se ríen de él o lo censuran por decir algo de Perogrullo, el mundo sigue girando, y la ciencia avanza, a pesar de los intereses y del absurdo argumental de negar la evidencia.
El mundo empieza a fijarse cada vez más en el aceite de oliva, que bien podría ser uno de los productos más preciados de nuestra tierra, pues al contrario de lo que ocurre con la “carne barata” de las macrogranjas intensivas (Garzón solo se refería a este tipo de producto en su entrevista en The Guardian), con el aceite sí que exportamos salud y es un bien común para el mundo, junto a su asociada dieta mediterránea.
Dos noticias: Alemania, antiguo Reich de la mantequilla, se está convirtiendo en el primer importador europeo de aceite de oliva entre los países no productores y, sin poseer cultivos, sus importaciones crecen cada año. Según datos del Consejo Oleícola Internacional, podría, con alrededor de 70.000 toneladas en 2021-2022, superar a Portugal como consumidor de aceite de oliva.
Parece que los germanos están atendiendo a la segunda noticia, surgida también hace unos días en otro país unido por la mantequilla. En EEUU, en la Universidad de Harvard, han confirmado que el aceite de oliva es una de las grasas más saludables que tenemos a nuestra disposición. El estudio publicado en Journal of the American College of Cardiology ha tenido un gran impacto, y quién sabe si esto se traducirá algún día en un nuevo paradigma de consumo en los EEUU.
La conclusión de este estudio prospectivo parece clara, tras 28 años de investigación: consumir algo más de media cucharada de aceite de oliva al día, unos siete gramos, se asocia a un menor riesgo de mortalidad, tanto en enfermedades cardiovasculares como en cáncer, o en patologías neurodegenerativas y respiratorias.
“Nuestros resultados respaldan las recomendaciones actuales de aumentar la ingesta de aceite de oliva y otros aceites vegetales insaturados. Los médicos deberían aconsejar que se sustituyan ciertas grasas por aceite de oliva para mejorar su salud”, ha explicado Marta Guasch-Ferré (Harvard) en distintos medios de comunicación.
Es decir, dos dietas, dos mundos, dos conclusiones. Mientras nos rasgamos las vestiduras por un producto más bien problemático, la carne roja de poca calidad y barata (algunos hablan de “precios basura”), que a todas a todas tendremos que ir reduciendo con los años (por cuestiones medioambientales y de salud), hay otro producto, verde, muy español, mediterráneo, milenario, lleno de grasas saludables y fitoquímicos protectores, que debería llamarnos mucho más la atención junto a su dieta asociada. Los estudios parecen indicar que si se sustituye la mantequilla, la margarina, mayonesas y otras grasas animales, el cuerpo reacciona favorablemente, especialmente con todo lo relacionado con los problemas cardiovasculares. No ocurre lo mismo si se abusa de los productos cárnicos.
La dieta mediterránea es antigua pero debería por esta razón tener mucho futuro. Una dieta, por otra parte, muy alterada por la avalancha de carne barata. Es un hecho que la ganadería industrial intensiva más salvaje atenta contra el planeta (Catalunya, por ejemplo, tiene casi la mitad de sus acuíferos contaminados por los purines y los nitratos de sus cerdos, y el agua no va a ser precisamente un elemento que sobre en este siglo, y estos nitratos se relacionan además con el cáncer); es una constatación científica que el abuso de la carne afecta a nuestra salud, está documentado el aumento del riesgo de cáncer por el consumo excesivo de carnes rojas y sobre todo de ultraprocesados; se sabe que las macrogranjas tienen un impacto en la economía local de muchos ganaderos, con explotaciones pequeñas o medianas, que quieren hacer bien las cosas, con modelos más sostenibles y ofreciendo un producto de mejor calidad.
Que es mejor consumir carnes de animales que hayan visto el sol y que pasten en el exterior, que estén mejor tratados y alimentados, y que no tengan un impacto tan negativo en nuestro entorno, no debería generar estas reacciones propias de la sátira histriónica, sino un debate inteligente y sosegado, pues hay mucho en juego. Que estemos negándolo a estas alturas de la crisis climática, el mayor desafío al que se haya enfrentado nunca la humanidad, cuando acabamos de batir otro récord de año cálido, solo indica que las sátiras son efectivas cuando tienen un fiel espejo en la realidad.
Así que no mires tanto a la carne y mira más al aceite de oliva (que también necesita cultivos sostenibles). No mires a la dieta occidental y mira a la mediterránea. Por suerte hemos nacido orillas de ese mar, tenemos la fórmula nativa de la que muchos aseguran que es la mejor alimentación y uno de los modelos de producción más sostenibles.
En el estudio de los Estados Unidos también se dieron cuenta de que quienes tomaron el aceite de oliva eran personas más activas físicamente, consumían más vegetales y frutas, y eran menos propensas a fumar. Es decir, existen muchos elementos a tener en cuenta, no hay superalimentos, sino que todo es un conjunto de dinámicas y probabilidades. Menos carne, más ejercicio físico, abrazar los vegetales. Salud, sostenibilidad, futuro. Eso es mirar hacia el aceite de oliva, a la dieta mediterránea.
En la investigación de Harvard el consumo de aceite se traduce en un 19% menos de riesgo de mortalidad cardiovascular, un 17% menos de mortalidad por cáncer, un 29% de mortalidad neurodegenerativa, y un 18% de mortalidad respiratoria. Todavía es pronto para saber hasta qué punto el causante de estos datos es solo el aceite de oliva o el hecho de no tomar grasas y alimentos más perniciosos, es pronto para conocer cuánta cantidad de aceite es necesaria para obtener su protección y si tiene el mismo efecto en otras enfermedades. Pero una cosa sí parece clara en el año 2022: hoy sabemos cómo nuestro futuro se bifurca. Uno de los caminos apuesta por la dieta mediterránea y por el aceite de oliva y la producción de carnes más sostenibles, ecológicas y saludables; el otro, monta un follón mediático en favor de los excesos de la carne industrial y de la dieta occidental. Apuesta por un modelo que trae múltiples problemas para un planeta enfermo, y para nuestra salud y el bienestar animal. Solo es cuestión de saber a dónde mirar...
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