Este artículo se publicó hace 2 años.
La 'loca' idea de comer muchas legumbres en el futuro
-Actualizado a
Pulsemos el botón de la imaginación, que está algo oxidado, y e imaginemos un futuro con esta premisa dietética:
Más verduras, menos carne. Más fresco, menos procesado. Más pescado, menos azúcar libre y añadido. Más aceite de oliva, menos mantequilla. Más agua, menos alcohol. Más ejercicio, menos cambio climático…
Volemos…
Somos como Marty McFly en su DeLorean y viajamos más allá de 2050. Ha habido cambios, sociales y climáticos, y uno de ellos, más allá de que el automóvil se mueva solo (¡no nuestro DeLorean, tú sigue conduciendo..!) es que la dieta es ya otra…
Los españoles del futuro -observamos con asombro- comen muchas legumbres, al menos una vez al día (les llamas ‘garbancitos’ y no se ofenden), y menos carne, casi nada de rojas (solo en días especiales) y poquísimas procesadas (las ven como la heroína o la droga caníbal, así que guarda el bocadillo de chopped).
Las verduras y frutas están presentes en las cinco e imprescindibles raciones diarias. Se tatúan en la espalda lechugas en vez de letras chinas. Ellos saben -tras años de trabajos criptológicos- qué significa eso de una ración (150 gr. de verdura o 120 de fruta limpia). “¡Un éxito!”, titula el ABC (que es ahora un periódico postmonárquico y ecologista, nadie puede prever el futuro…).
Ser muy ‘macho’, ‘tradicional’, ‘hecho y derecho’ en ese lugar, poco tiene que ver con la caza y los toros y la parrilladas argentinas y los shawarmas llenos de salsa blanca en la madrugada etílica… Se parece más, por buscar un símil, a ser bonobo (simpático primate con el que compartimos casi la totalidad de los genes y que habita en un paraíso perdido cuya frontera es el río Congo, donde siempre están comiendo fruta y verduras mientras tienen un comportamiento social bastante curioso, por decir algo).
Estos nuevos ‘machos elfo’ y el resto de habitantes de este futuro utópico consideran el medio ambiente la prioridad (no el PIB, el presupuesto militar, el procés -que todavía sigue- o la ‘libertad’ de tomarse unas cañas en Madrid, que sigue con las terrazas llenas, pero llenas de smoothies).
“Solo un idiota quemaría su casa para tener calefacción”, nos dicen… (Ya verás cuando se enteren de que el DeLorean funciona con energía nuclear…)
Qué futuro extraño. Qué raro come la gente. Qué cosas dicen. Pero no detengas el coche, que nos estrellamos…
… los frutos secos (sin sal, azúcar y grasas) encuentran a menudo un hueco en las mesas y picoteos del futuro (aportan nutrientes, energía y salud). Allí el bollicao de la merienda está mal visto, es como ver al aborigen del documental de La 2 comerse el pustuloso culo de una hormiga gigante. También consumen menos lácteos porque dicen que contaminan (un máximo de 3 raciones al día, y sin azúcar y sal…)
El pescado, especialmente el azul, aparece como mínimo tres veces por semana (si no hemos esquilmado los mares mientras tanto, que es mucho imaginar aquí…). Los huevos un máximo de cuatro, pues dicen que son nutritivos y que tienen un relativo bajo coste ambiental. ¿Pero no tenían mucho colesterol?, te preguntas. ¿Y qué ha pasado con el tabaco, es ahora bueno…?
Dejemos los huevos (que han recibido bula nutricional) y el tabaco (que sigue siendo lo peor), y fijémonos en que el grueso de las carnes más rojas, grasientas o ultraprocesadas, ha ido desapareciendo, poco a poco, como los sacrificios humanos, la caza con arco, o el gin tonic del bingo… dejando un mayor espacio a la proteína vegetal de las legumbres…
Aquí termina el futuro. Baja del DeLorean, que es un coche caro y no dispone además de pegatina ambiental. Puedes volver a casa caminando...
Otros mundos posibles
Para algunos este viaje habrá sido una aproximación a la utopía vegano-socialista. Para otros, una pesadilla (nadie es dueño de sus miedos, decía el poeta Joan Margarit). Unos pasos por encima de nuestras filias y fobias, para este planeta herido, y para unas arterias taponadas por colesterol y grasas, seguro que representa un alivio…
Ese podría ser un futuro, y todo además -se nos ha olvidado comentarlo- iba a ritmo de samba, o del baile que tú prefieras, o de los ciento cincuenta minutos de ejercicio aérobico moderado a la semana recomendados como mínimo por la OMS, que es lo mismo que bailar o que caminar rápido unos siete mil pasos al día, haciendo una actividad que te haga mover el esqueleto y que te aleje de las sedentarias pantallas.
Esto podría ser una dieta y un modo de vida más saludable basado en las actuales evidencias científicas, en un planeta que probablemente terminará siendo el planeta de unos simios que aprendieron a ser bonobos acaso demasiado tarde…
Y quizá estemos hablando aquí solo de un universo paralelo y nunca podamos desplazar la dieta occidental, que tantos problemas parece que está causando en este presente incierto (impactos graves en la salud, sociales y medioambientales).
Tal vez la dieta mediterránea a final de siglo siga siendo el mito, eso de lo que todo el mundo habla y nadie cumple (ni siquiera tus abuelos de Gandía o el que escribe aquí). Y no será porque no se hayan publicado infinitas letras y recomendaciones, cada año, sin descanso…
En la distopía, o futuro contrario al que hemos imaginado antes, todo parece exagerado, sombrío, y esperpéntico. Regresamos corriendo hacia el DeLorean, asustados tras haber visto a esos niños obesos, tatuados por tortuosas e induradas varices, comiendo las correosas hamburguesas de células madre en el desierto; al ver cómo la gente envejecida prematuramente por una alimentación malsana y un clima atroz, sedentarios adictos al metaverso, se siguen frotando el culo con los consejos dietéticos y alarmas climáticas publicados por los científicos décadas atrás.
El presente
La última recomendación con la que estos ficticios cíclopes se frotarían las nalgas ha sido de esta misma semana. Esto es el presente…
Ha sido de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición), organismo autónomo adscrito al Ministerio de Consumo (el ministerio que dirige Garzón, y de ahí el rifirrafe político). Como es ya por desgracia habitual, las recomendaciones han levantado otro revuelo interesado. Fango y harinas. Croquetas y libertad. Algo así como una Marsellesa en versión kitsch:
“Marchemos, hijos de la Patria,
¡ha llegado el día de la grasa!
Contra nosotros, de la tiranía,
El terrible bróquil se alza”
¿Y cuál ha sido el pecado de este colacao?
En la AESAN han actualizado sus recomendaciones para una dieta centrada en aquellos alimentos que más nos benefician, según el respaldo científico (solo hay que leer la extensa bibliografía), aquellos que mejoran o ayudan a nuestra salud y bienestar y, por primera vez en ese escrito, también a la sostenibilidad del planeta.
Se pueden discutir los principios y raciones, evidentemente, pero tirar por tierra toda la base científica es cuanto menos intrigante…
En esencia, poco nuevo bajo el sol desde 2019 (última actualización del informe), solo que el sol está cada vez más caliente. La ciencia -aunque discuta el papel de ciertas grasas, de los aminoácidos y vitaminas en las carnes, el papel de la leche, o la protección de los antioxidantes frente al cáncer… - parece testaruda en el núcleo de la cuestión: un cambio en la dieta, aunque sea pequeño (pasar de la occidental a la mediterránea), podría traer importantes beneficios para la humanidad y el medio ambiente.
Se suma a esto la cuestión climática, algo urgente. Uno de los principales promotores de este desastre, que ya está lanzando su tórrido aliento sobre nuestras cabezas, está en cómo nos alimentamos y trasladamos, por mar, tierra y aire, los comestibles. Lo mejor sería no consumir productos transportados por avión, dicen los expertos del organismo.
Quizás una de las cosas que más llame la atención de esta actualización es que las legumbres crecen en influencia (deberíamos consumirlas más, aseguran, llegando gradualmente a una ración al día, y por distintas razones, pues tienen poco impacto ambiental, son ricas en proteínas, y un buen sustituto de la proteína animal); las carnes, mientras tanto, en el contexto de abuso actual, y especialmente las procesadas, continúan en la lupa por su relación con enfermedades no transmisibles y por ser nocivas para el medio ambiente en la explotación intensiva (especialmente tienen impacto la vaca y el cordero, aseguran). Por eso recomiendan un máximo de tres veces por semana, y priorizando siempre las magras de aves y conejo.
Se sigue apelando a una pauta equilibrada, saludable y responsable, donde todos los nutrientes esenciales, incluidos los cereales de grano entero, se armonicen, además, con las necesidades de la Tierra.
Se habla de disminuir consumos y de aumentar otros de forma gradual, y de priorizar el alimento vegetal frente al animal. Nada nuevo bajo el sol, pero seguimos sin hacer mucho caso, seguramente porque nos falte algo de imaginación o un buen DeLorean...
Bonus track
-¿Papá, pero por qué os cargasteis el planeta?
- Yo qué sé… ¡Cómete la hamburguesa de células!
- Papá, me duelen las varices de tanto oírte gritar.
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