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Leer, releer y volver a Cervantes, una y otra vez, hasta más de cuatro siglos después, al igual que hicieron otros muchos literatos y estudiosos que vieron en su obra, más allá del mero entretenimiento, una feroz crítica a la época del momento. Pareciera difícil aportar nuevas visiones a la obra del príncipe de los ingenios, pero su inconmensurable profundidad en cada uno de sus escritos supera los más de cuatro siglos desde su nacimiento. Sin ir más lejos, su concepción del matrimonio y las relaciones de pareja, ahora tan en boga el amor libre y las relaciones abiertas, el visionario de Alcalá de Henares ya las dejó patentes con la diversidad de parejas que inmortaliza en Persiles y Segismunda, su último texto.
"La obra que nos legó es tan profunda que en ella se encuentra la esencia de lo español", según Muñoz Machado
Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española (RAE), publica Cervantes (Crítica, 2022), un libro de más de mil páginas que va más allá de la mera biografía. El académico, así, profundiza en una nueva explicación sobre la vida del escritor a través de su propia autobiografía, en muchas ocasiones implícita en las líneas de su obra. Una obra, por otra parte, que refleja la realidad social, política y económica que vivió el literato entre mediados del siglo XVI y principios del XVII, y que constituyó la principal fuente de aprovisionamiento e inspiración para muchos de sus personajes y escenas que refleja en cada una de sus publicaciones.
¿Pero qué se puede extraer de Cervantes en el siglo XXI? "La obra que nos legó es tan profunda que en ella se encuentra la esencia de lo español, ya sea hace cuatro siglos que ahora. Es eso que llamamos quijotismo y sanchismo", responde Muñoz en referencia a la obra cumbre de uno de los mayores escritores de todos los tiempos. Ese quijotismo, la defensa de unos ideales por encima de cualquier otra consideración y conveniencia personal de cada cual, de un modo altruista y generoso, sigue presente en la sociedad de 2022. Al igual que su contraria, el sanchismo, la "retranca", ligada a la vida placentera y dedicada a la defensión personal, a los placeres inmediatos de la mesa y con poca voluntad de trabajar, parafraseando al director de la RAE. Una lucha de contrarios, muy españoles, que no han dejado de ser ni de estar.
La amistad y enemistad es otro nexo de unión entre el llamado manco de lepanto (que no era tal, tan solo tenía inutilizado el brazo) y la actualidad. Hace más de 400 años, cuando alguien lograba un éxito, se granjeaba ciertos enemigos. La envidia, sanchista en este caso, no parece haberse ido de la cotidianeidad. "Es muy famosa su supuesta enemistad con Lope de Vega, que yo pongo en cuestión. Sobre enemigos también cabe señalar lo que le costó a Cervantes encontrar un mecenas, un patrocinador que le proveyera dinero suficiente para poder vivir de la escritura", agrega Muñoz.
Fama y envidia
De todas formas, lo mejor aún estaba por llegar. Un Cervantes "sesentón", señala el académico, publica El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, y pasa a ser el mejor escritor de su época, a la cabeza de todos los demás. Según el cervantista, eso provocó tensiones, envidias y generó algunos roces con ciertos personajes importantes como Lope de Vega, que era el dramaturgo más querido y admirado de la España de su tiempo.
Pero El Quijote llegó un punto que encontró su infinitud, justo cuando pasó de mito a significado. En 1605 apareció la primera parte de una de las obras más traducidas y reconocidas a nivel mundial, y una década después su segunda y última parte. "Casi todos los contemporáneos la tomaron como un libro divertido, simpático y agradable de leer", enuncia Muñoz. El tiempo pasó y la obra no caducó. "Después se dieron cuenta de que en Cervantes había un mensaje profundo, algo oculto, que hablaba sobre la sociedad y política de su tiempo, y que era muy crítico con ellas, incluso con personajes prestigiosos como reyes", continúa el cervantista.
Ese segundo piso de contenidos escondido tras la jocosidad de su obra ha hecho que El Quijote sea considerado el primer gran ejemplo de novela moderna, y con ello un libro que realmente es reflejo de España, una España perenne que describe a sus gentes, nuestras formas, carencias. Una novela total, apostilla el propio Muñoz.
Cautela al hablar de religión
En conjunto, sus novelas, dramaturgias y poesías encierran su vida, una biografía repleta de enseñanzas costumbristas, pero también repleta de cautela, la misma cualidad que guía, cada vez más, las palabras de informadores, humoristas y opinadores para no caer en las garras de la denuncia judicial. "La política es algo esencial para él y su obra, pero fue muy cauto sobre lo que podía decir o no porque tuvo una trayectoria vital con muchas penalidades, cárceles y cautiverios", resume el académico. De esta forma, Cervantes escribía con cuidado a sabiendas de que cualquier uso heterodoxo de conceptos ligados al pensamiento religioso, por ejemplo, pondría en alerta a la Inquisición, con la que nunca tuvo un problema.
Vivió el Concilio de Trento en torno a sus 30 años, un momento en el que se rompe con el pasado y se obliga a que todas las parejas estén sacramentalizadas, unidas delante de un sacerdote y mediante el ritual que el propio Concilio determinó. Una ley religiosa inflexible que, en su obra, consiguió romper. En Los trabajos de Persiles y Segismunda la trama se centra en diferentes parejas que peregrinan desde el norte de Europa a Roma. "En situaciones diferentes, pero repleta de parejas. Casados o sin casar, con hijos y sin hijos, el desarrollo mezcla las costumbres sociales, la religión y el folclore", remacha Muñoz.
Justicia y corrupción
El autor de la monografía tampoco pasa desapercibida la concepción que Cervantes tenía de la corrupción, un tema al que se refiere en repetidas ocasiones. "Para él, los jueces eran unos corruptos, y los legisladores, que producían las normas, no se ocupaban de aplicarlas. También escribe sobre los cargos públicos que se venden", en sus propios términos. Esta visión de la realidad de su época parece que viaja cuatro siglos al futuro cuando Muñoz afirma que "no le gustaba la legislación porque la consideraba abundante, excesiva y poco cumplida".
Su cercanía con el pueblo llano mediante el uso de refranes y aforismos tampoco es ninguna sorpresa, aunque no deja de granjear cierta afinidad incluso en la actualidad
No solo eso, sino que en aquel tiempo la ley empezó a ser hecha por el monarca, lo que sustituyó a otros tipos de normas dadas por las costumbres, en la que el pueblo hacía las normas a través de la repetición de prácticas. "Pasan de dictarse de abajo a arriba, que es la costumbre, a de arriba a abajo, que es la ley pragmática del rey", esboza el académico. Para la Justicia, también en duda en el siglo XXI, Cervantes no se guardó palabras. Tal y como expresa Muñoz, "él pensaba que la Justicia debería ser más rápida, que los casos se pudieran resolver de pie, como Sancho en Barataria, con un criterio de equidad y conforme a la razón. Además, creía que el juez siempre resolvía de una manera u otra según hubiera recibido algún tipo de prebenda o pago". Los jueces untados, que diría aquél.
Su cercanía con el pueblo llano mediante el uso de refranes y aforismos tampoco es ninguna sorpresa, aunque no deja de granjear cierta afinidad incluso en la actualidad. "En El Quijote se ve muy bien cuando Sancho utiliza continuamente el refranero y el hidalgo se enfada con él por abusar de ello. Al fin y al cabo, Cervantes manejaba a la perfección el vocabulario del pueblo, y la novela acontece en espacios en los que el pueblo domina, y Cervantes también domina esas situaciones", finaliza el escritor.
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