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Los textos literarios de Clara CampoamorLa pasión oculta de Clara Campoamor: sus escritos literarios más amorosos
Una edición a la altura de su contenido recoge las 29 piezas periodísticas que la política española publicó en 'Chabela' y que escribió entre 1943 y 1945, además de dos entrevistas para 'Caras y Caretas' realizadas en 1931 y 1933.
Madrid-
“Mi vida puede expresarse en una sola palabra: trabajo.” Así resumía Clara Campoamor su propia biografía a los 43 años, cuando ya era política, escritora y abogada, en una entrevista de diciembre de 1931. La declaración tenía más sentido que nunca: apenas dos meses antes se había producido la aprobación del sufragio femenino en España; una conquista que hubiese sido complicada de conseguir sin la particular oratoria de la diputada.
El trabajo, como ella recalcaba, era el lugar común en el que se encontraban todas sus aspiraciones, ideales y luchas. Un espacio en el que también tenían cabida, ¿cómo no?, los escritos literarios que publicó en Buenos Aires durante su exilio forzoso hasta 1955, año en el que decidió trasladarse a Lausana, localidad suiza en la que falleció en 1972.
La política y prolífica escritora, que por azares de la vida nació el mismo año que empezó a rodar el Modernismo, un movimiento que lo cambiaría todo, se guardó su faceta más literaria para la revista argentina Chabela. En esas páginas que la incipiente clase media del país sudamericano leía ávida de nuevos conocimientos es el lugar en donde la prosa más poética de Campoamor encuentra su refugio.
Los 29 artículos que fueron publicados entre 1943 y 1945 en la mencionada revista sudamericana se reúnen, casi 75 años después de ver la luz, en una cuidada edición de la Fundación Santander titulada Del amor y otras pasiones. La monografía está prologada por Beatriz Ledesma Fernández de Castillejo, filóloga especialista de la literata madrileña, lo que eleva de forma encomiable la calidad de la publicación.
Campoamor era una "heroica parlamentaria española"
Dos entrevistas abren un libro que baila entre la sencillez y lo artificioso, donde los ritmos son cultos pero con la medida exacta para que la coreografía final pueda ser disfrutada por cualquier lector. Estas conversaciones, publicadas en un primer momento en el semanario argentino Caras y caretas, dan las pinceladas necesarias para que el lector pueda observar un retrato de Campoamor más fidedigno de lo que cabría esperar.
En Una heroica parlamentaria española. Conversación con Clara Campoamor, donde aparece la cita que abre este texto, José María Salaverría recoge el testimonio de una diputada que tuvo que luchar contra viento y marea, o contra derecha e izquierda si se prefiere, para que se aprobase el voto de las mujeres en España en los albores de la Segunda República, cuando había que elegir si priorizar la igualdad entre el hombre y la mujer o los intereses partidistas.
La diputada feminista tuvo que luchar contra diputados de izquierdas y otras mujeres para conseguir el sufragio femenino
Elocuente en sus palabras, los términos en los que se expresa la autora de El voto femenino y yo: mi pecado mortal aún tienen su eco en la actualidad cuando dice que “lo exacto es que los hombres que tratan de política no se han dado cuenta del enorme progreso, de la profunda transformación que se ha operado en estos últimos tiempos en la mujer”. Y continúa arremetiendo contra el sector masculino: “(…) cuando creíamos que inaugurábamos un régimen de justicia y de leal libertad, resulta que unos señores se asustan de sus propias ideas y les ponen un límite”.
Mordaz en sus argumentos, la intelectual alude, certera, a la legislación en torno a la mujer para con el hombre cuando enfatiza que además de una jurisdicción igualitaria también hay que poner los medios necesarios para llegar a ella “a fin de no caer en la paradoja de contar con la legislación adecuada y una falta de amplitud de espíritu para servirse de la misma”, tal y como ella misma dijo a J. Sánchez de la Cruz durante la entrevista que le realizó en 1933 y que se recoge en la publicación bajo el titular Lo que opina una gran española.
Campoamor: "El lenguaje inclusivo no me quita ni media hora de sueño"
Como si de un recorrido marcado por lo que aún sigue vigente en la sociedad se tratara, la escritora de La revolución española vista por una republicana también arremete contra los piropos, que ve como una especie de improperios, cuando dice que “el hombre es galante con la mujer que quiere o de cuyo físico gusta; pero indiferente, cuando no agresivo, con la otra”. Y si seguimos recogiendo las miguitas de pan que la política feminista nos dejó hace más de ocho décadas en el camino que aún se sigue andando en muchas partes del mundo, no pasa desapercibido el apunte que hace sobre la ‘disquisición lexicológica’, según el epígrafe de la entrevista, en donde la diputada dice que “en ningún caso sería esta una cuestión [el lenguaje inclusivo] que hubiera de restarme media hora de sueño (…)”.
Un viaje de 600 años
Los 29 artículos publicados en Chabela dejan entrever la pasión desaforada de la escritora por el conocimiento. Son 191 páginas de autopsia a la poesía castellana más florida de todas las épocas, exceptuando al mexicano Amado Nervo. Una recopilación donde disemina su visión crítica del deseo, también místico, y el amor.
Sor Juana Inés de la Cruz es la única mujer a la que Campoamor dedica uno de sus textos
La autora hace honor a su apellido y recurre a los espacios comunes más loados de la lírica para embarcar al lector en un viaje desde los más antiguos, Juan de Mena o el Marqués de Santillana, hasta llegar a los más actuales, el ya mencionado Amado Nervo o Manuel Machado. Un periplo de seis siglos en donde la escritora saca a relucir su impulsiva pluma para dedicar su tiempo y opinión a ilustres escritores del Siglo de Oro, como Góngora, Quevedo o Garcilaso de la Vega; del Renacimiento, como el espiritual Fray Luis de León y el Romanticismo, con Espronceda, Zorrilla o Bécquer a la cabeza. Así hasta llegar a los 25 escritores de los que habló de forma directa en Chabela.
Para todos y cada uno de ellos tiene las justas palabras, sagaces en cuanto a crítica, rígidas en cuanto a los argumentos que las soportan. También para ella, la mística Sor Juana Inés de la Cruz, única mujer que aparece en la compilación, de quien Campoamor era una profunda admiradora y a la que llegó a biografiar.
Más allá de la pura literatura
Como temas satélites también pululan varios escritos sobre el mito del Don Juan, delimitando así las sombras que siempre encierran tanto Tirso de Molina como José Zorrilla, a quienes, en última instancia, también se les suma Espronceda y Pedro Carvajal.
“No hagamos hoy monólogo poético. Hagamos diálogo; mejor, asamblea de poetas que nos hablen, ¿de qué?, de los ojos”. Con esta oración comienza el relato dedicado a la manida obsesión de los poetas con los ojos. Dentro del texto y no sin acertados ejemplos, la escritora imbuye a poetas de la talla de Bécquer, Rubén Darío o Juan Ramón Jiménez. Algunos de ellos, como si fueran reincidentes redimidos, son descubiertos sin temor a alabar iris de distinto color en sus composiciones.
Campoamor dejó una inagotable colección de escritos, tanto políticos como literarios, que la sociedad de hoy en día sigue necesitando para intentar comprender qué pasaba entonces y qué pasa ahora. Ya lo dijo Arthur Schopenhauer, autor del libro casi homónimo El amor y otras pasiones: “Las personas vulgares sólo piensan en cómo pasar el tiempo. Una persona inteligente procura aprovecharlo”.
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