barcelona
Actualizado:"Había ratos que todo, simplemente, me aburría, dejaba de hacer caso del ruido demoníaco y pasaba horas seguidas leyendo un montón de libros de Penguin Library que por suerte había comprado hacía pocos días; a veces, sin embargo, me sentía plenamente consciente de los hombres armados que me vigilaban desde cincuenta metros de distancia. Un poco, era como volver a estar en la trinchera". Quien habla, vencido por el tedio, es George Orwell.
El ruido demoníaco es el chasquido de los fusiles que han impuesto su ley en mayo de 1937. Los hombres armados son el grupo de guardias de asalto que el escritor vigila desde su posición, y cincuenta son los metros que separan observatorio de la Academia de Ciencias Naturales y Artes del café Moka donde aquéllos se han atrincherado, al otro lado de la Rambla de Barcelona.
Consignada en su Homenaje a Cataluña (1938), la experiencia de los Hechos de Mayo resultará decisiva para la obra posterior de Orwell, pero ninguna placa recuerda hoy su paso por la arteria barcelonesa. 85 años después, el Moka reivindica su legado histórico con una sala dedicada al escritor y una serie de charlas en torno a su figura.
Un café que hierve
Cuando el grupo de orwellianos que habían impulsado la celebración del Día Orwell visitaron el Moka, su propietaria, Anna Matamala, ya hacía tiempo que tenía la mosca detrás de la oreja. "Venían muchos extranjeros al restaurante preguntando por Orwell y no entendíamos nada", sonríe Matamala. Entonces, todo encajó. Pero para que Orwell volviera a tomar café en el nº126 de las Ramblas había que levantar los escombros de la memoria de cero, porque, después de convertirse en la fugaz sede de la cadena de hamburgueserías Wimpy entre 1983 y 1986, de la majestuosidad del café original no quedaba ni un mueble.
Inspirado en los cafés de París, con una innovadora decoración chispeada por exóticas palmeras, el Moka había sido inaugurado en 1934 por Esteve Sala, el mismo empresario inquieto que había remodelado el viejo quiosco de Canaletes y que, además de abrir otros locales de referencia en la zona, como el American Soda y el Restaurante Royal, había llevado la primera cafetera exprés a Barcelona.
En los años 30, el Moka se convierte en parada obligatoria en una Rambla que hierve: "La Rambla era entonces el centro cultural de la ciudad. Había muchas redacciones de medios de comunicación -encima del Moka estaba Radio Associació- que atraían a periodistas, intelectuales, críticos y autores de teatro. Por eso y por la presencia de extranjeros, judíos que habían llegado a Barcelona a principios de siglo e italianos y alemanes que huían de los regímenes autoritarios de su país, entre otros, la Rambla era una arteria ideológicamente plural en permanente ebullición", dice el historiador Fernando Casal, uno de los impulsores de Orwell toma café en el Moka.
Según Casal, a diferencia del Oro del Rhin, que tenía una connotación de derechas, el Moka "era un café catalanista y cercano al orden republicano de entonces". No es de extrañar que, al estallar los Hechos de Mayo, un grupo de guardias de asalto se atrincherara en él, ni que Orwell fuera enviado al observatorio de la Real Academia de Ciencias y Artes, sobre el Teatro Poliorama, en al otro lado de la Rambla.
"Al lado del Moka estaba la sede de UGT, entonces alineada con el PSUC, y la Casa Lenin, que era la sede del Comité Central del POUM", explica Casal. Desde su posición, Orwell y sus compañeros del POUM podían vigilar los movimientos de los guardias, a la vez que defender su sede. "La camaradería, sin embargo, prevaleció. Se respetaba la siesta y se intercambiaron fusiles por cervezas", explica Casal: "Finalizado el episodio, Orwell saludó a los guardias de asalto del Moka haciendo gala de su fair play inglés. Ésta es la idea que queríamos recuperar con el ciclo de charlas: la de hablar con el otro sin crear trincheras, anulando la imposibilidad de diálogo que últimamente se ha producido por intereses políticos en nuestra casa".
Objetivo: recuperar la Rambla
Con la participación de historiadores como Pelai Pagès, Ferran Aisa y Manu Valentín. Sobre aquellos Hechos de Mayo, sobre la Barcelona de los años 30, sobre la relación de Camus y Orwell y, este próximo domingo a las 17h, sobre la relación entre el escritor inglés, La rebelión de los animales y Ucrania a cargo de Miquel Berga, profesor de Literatura inglesa en la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y una de las máximas autoridades académicas en materia orwelliana.
Las charlas del ciclo ‘Orwell toma café en el Moka’ tienen lugar en los salones donde antes se tostaba el grano. Allí, ahora hay una sala dedicada a la figura de George Orwell, flanqueada por fotografías de la época y por un buen puñado de ediciones de aquí y de allá del Homenaje a Catalunya.
Así como en 1987 Jordi Matamala recuperó un local que se sentía suyo, como tantos barceloneses, cuyo objetivo final de las charlas es recuperar la Rambla para el vecindario. "La Rambla arrastra un gran estigma. Sólo porque cinco bares abusan y lo hacen mal mucha gente cree que en todas partes la comida es congelada", dice Anna Matamala: "Creo que desde la cultura podemos darle la vuelta y recuperar la Rambla. Todas estas historias te enriquecen, te conmueven y te hacen sentir más barcelonesa, sabe mal que no se conozcan más".
Mientras, el grupo de orwellianos sigue reivindicando una placa en homenaje al escritor inglés. Por el momento, sin éxito ante la administración pública. "Si alguien puso a Barcelona en el mapa a nivel internacional fue Orwell. Muchos han llegado de la mano de su Homenaje a Catalunya", afirma Fernando Casal. "Si todavía no tenemos la placa, debo pensar que es más por insensibilidad que por otra cosa", remacha.
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