Por qué mi padre creía que no lo había torturado la Guardia Civil
Ander Iriarte denuncia en el documental 'Carpetas azules' los malos tratos que sufrieron su progenitor, exmilitante de ETA, y más de 4.000 personas en Euskadi entre 1960 y 2014.
Madrid-Actualizado a
Joxe Iriarte Zabaleta, Bikila, describe en el libro Borrokaren gorrian (Txalaparta) los malos tratos que sufrió en dos cuarteles de la Guardia Civil en Rentería y Donostia. Entonces, aquel joven miembro de ETA creía que no sufrió torturas, porque otros compañeros habían salido peor parados que él y porque, de alguna manera, entendía que eran un "peaje" por el que debía pasar si militaba en la izquierda abertzale.
Décadas después, su hijo Ander Iriarte lo convenció para que participase en el Proyecto de investigación de la tortura y malos tratos en el País Vasco entre 1960-2014, que el Gobierno vasco encargó, dentro del Plan de Paz y Convivencia, al Instituto Vasco de Criminología. Dirigido por el antropólogo forense Francisco Etxeberria y realizado por un equipo de médicos, psicólogos, psiquiatras y abogados, el estudio documentó 4.113 casos en Euskadi.
Entre ellos, el de Joxe, quien se convirtió en el hilo conductor de un documental con el que su hijo pretende difundir una investigación que, según él, apenas tuvo eco cuando fue publicada. "Mi padre es la excusa para hablar de lo que importa de verdad, alguien con quien se pudiese identificar el espectador vasco, porque todos tenemos a un familiar o un amigo torturado, incluso entre el equipo de rodaje", explica Ander Iriarte, director de Karpeta urdinak (Carpetas azules).
Lo importante para él es el censo de las personas torturadas en Euskadi, cuya cifra asciende a 5.379 si sumamos Navarra, si bien los responsables del trabajo estiman que "se presuponen" muchas más. "Cuando salí de la presentación del informe y reflexioné sobre su dimensión, me quedé muy afectado. ¿A cuántas habían torturado realmente?". Según los datos oficiales, hubo 80 casos de tortura al año, lo que supuso una "práctica sistemática" en una de cada cuatro detenciones.
En el documental, Francisco Etxeberria define la tortura: "Cuando se hace un daño físico o psíquico a una persona en calidad de detenida por un funcionario público". ¿Por qué Joxe no creía que él era una de ellas? "Porque no había recibido tantas hostias como otros", responde su hijo. "De hecho, él describe las torturas en su biografía. Sin embargo, dentro de la lógica que se ha impuesto aquí, no lo eran. O sea, pese a todo lo que le hicieron, no se identificaba como torturado y pensaba: ¡De la que me he librado!".
Para demostrarlo, le aplicaron el protocolo de Estambul, un manual con directrices para determinar si una persona ha sido torturada y documentar los síntomas. Joxe Iriarte estuvo tres días incomunicado y fue torturado física y psicológicamente, aunque en su momento no lo denunció. Ahora repasa su ficha junto a su hijo: "Quitando la tortura sexual, tienes todo lo demás completo", le comenta Ander en el documental. "Golpes en la cabeza, con la mano, con el puño, debilitamiento, mantenerte en puntillas", enumera.
La lista es larga e incluye ejercicio físico extenuante, ataques lumínicos y de sonido, posturas forzadas y otras humillaciones. "Es difícil leer esto de un modo tan frío… ¿Qué es lo que te queda de todo esto?", le pregunta a su padre. "Muchas veces soñaba que acababa en manos de la Policía y que me torturaban con brutalidad", responde el exmilitante de ETA, quien asegura que se le revolvían las tripas cuando se enteraba de otros casos de tortura porque las había sufrido y no podía evitar "interiorizarlo".
Ander siente rabia por haber asumido que formaban "parte del juego". Su padre le explica que era consciente de que podía suceder, por lo que se había preparado para ello. "He racionalizado en mi vida cómo protegerme de los golpes que pudieran venir. Yo siempre supe que, antes o después, sufriría la represión. Por ello, entendía dicha represión como una de las consecuencias de mi militancia [...]. Así he conseguido que no me duela tanto". Joxe cantó al tercer día el nombre de sus compañeros, "un proceso muy doloroso" para él.
"Aunque se pensaban mucho lo que iban a confesar para hacer el mínimo daño posible, a veces los obligaban a señalar a personas que sabían que eran inocentes. Luego, los soltaban para que viviesen con la culpa de haberlas mandado a la cárcel", explica Ander Iriarte. "Aquí decían: Si andas, te puede pasar. O sea, si tienes una actividad considerada política por las fuerzas de seguridad, prepárate... Y no hablamos de ETA, sino de política, cultura, periodismo… Todo el mundo asumía que podía ser detenido y torturado".
Ahora, Joxe sabe que aquellos "insultos, palizas y vejaciones" fueron el resultado de una decisión, añade su hijo: "El Estado eligió torturar". Por eso, cree que, más allá de Euskadi, todos los demócratas deberían salir a la calle y exigir responsabilidades. "Sin embargo, lo que tenía que ser el principio de algo parece que fue el fin, porque hasta el Gobierno vasco ha negado las torturas. También pensé que se iban a reparar los daños y no se ha hecho nada". Eso, afirma Ander, lo animó a rodar el documental, donde Patxi, torturado por la Guardia Civil, recuerda que se planteaba: "Si me muero ahora, de puta madre: dejo de sufrir".
El psiquiatra Pau Pérez Sales y otros expertos comentan en la película que muchos entrevistados no eran conscientes de que habían sido torturados y que mencionan con frecuencia los tocamientos y las amenazas de violación a mujeres —y a hombres homosexuales— durante los interrogatorios de las fuerzas de seguridad. Hablan de los malos tratos físicos y de otros que, aparentemente, no dejan marcas. También de su finalidad. "La tortura no es solo un método, es una estrategia. No es solo un hecho, sino que detrás hay una intencionalidad", explica la psicóloga Itziar Caballero. El objetivo, según ella, era "romper el tejido social" y "polarizar a la sociedad".
Cuando la prensa se hace eco de una realidad que trasciende a los juzgados, cambian las formas, aseguran. "La tortura psicológica se produce cuando se utilizan diferentes mecanismos para provocar un agotamiento físico, emocional y cognitivo que permite imponer otra voluntad sobre la voluntad una persona y que haga cosas que, si no, no haría", explica Pau Pérez Sales, quien intenta no poner el foco en el verdugo, sino al conjunto que posibilita esas prácticas.
"Un torturador es un profesional que está ejerciendo una labor técnicamente muy compleja, para la cual se requiere un entrenamiento. Quien está ahí es porque es muy bueno en lo que hace", afirma el psiquiatra. "La tortura es una cuestión sistémica. No hay que buscar al perpetrador sádico, sino al sistema que permite que esa tortura aparezca". Laura Pego, doctora en Derecho, denuncia que "España no investiga las torturas", lo que supone, según ella, "un paso más allá ante la impunidad".
Ander Iriarte cree que, para "cerrar la herida", deberían ser reconocidos como víctimas. De lo contrario, piensa, seguirán desconfiando del sistema. "¿Cómo está ahora mi padre? Lo veo más empoderado. Antes no se consideraba como tal y ahora va a una manifestación como sujeto torturado", añade el documentalista, cuya cinta acaba de recibir el premio del público a la mejor película nacional en Documenta Madrid. "Si durante las proyecciones en Euskadi, la cara de los espectadores era de dolor, en la capital era de estupor, como si se preguntasen: ¿Dónde hemos estado viviendo todo este tiempo?".
El director vasco valora que "no era, en principio, un público politizado", por lo que lo asume como un doble premio: "Con sus votaciones, han dicho que sí creen a los torturados, algo que no ha hecho el Gobierno vasco", concluye Ander Iriarte. "Yo pensaba que la sociedad se manifestaría cuando leyese la investigación sobre las torturas, pero no pasó nada porque es un texto académico que prueba empíricamente lo que ha pasado. Sin embargo, está hecho para que la gente no lo lea, es decir, no es divulgativo. Aunque este trabajo no me correspondía a mí, ahora finalmente puede entenderse solo con darle al play".
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