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Actualizado:"Nosotros no tenemos vida, está secuestrada. Cada día sabemos que nos pueden echar a la calle de un momento a otro". Richard Rodríguez no habla por hablar. Él, su mujer, Josefina Hernández; y sus tres hijas menores han superado nueve intentos de desahucio en poco más de una década. Pero nadie aprende a vivir en un precipicio crónico. El último intento fue el pasado noviembre. Entonces, él y un grupo de activistas acamparon en la puerta del fondo buitre Cerberus, en plena calle Serrano de Madrid, para intentar frenarlo. Viven en un piso del barrio de Usera, en Madrid, desde que lo ocuparon en 2015. Estaba vacío y era del banco BBVA, que no logró echarlos gracias a la mediación de Naciones Unidas, el apoyo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y el buen hacer de varios abogados comprometidos con el derecho a la vivienda.
De poco sirvieron las negociaciones para lograr un alquiler social cuando Cerberus compró ese inmueble con ellos dentro, junto a una cartera de cientos de viviendas vacías propiedad de varios bancos. Aquella vez también se frenó el desalojo, pero a partir del 31 de diciembre, cuando expira el decreto del Gobierno que paraliza algunos desahucios sobrevenidos por la pandemia, seguirán temiendo cada día que llegue a casa una notificación del juzgado con otra fecha fatídica.
Richard lo recuerda casi un año después entre la tristeza y la alegría. "Nunca lloré tanto en un intento de desalojo. La realidad, en este caso literalmente, superó a la ficción", apunta. Porque el día antes de que llegara la notificación de desahucio, Richard participaba como extra en el rodaje de En los márgenes, la primera película como director de Juan Diego Botto que se estrena el próximo 7 de octubre. Un retrato social protagonizado por Luis Tosar, Penélope Cruz y el propio Botto que aborda el drama de los desahucios con tanta crudeza que incluso participan afectados reales; historias y rostros que no resultarán ajenas a los lectores de Público, como la de Richard y su familia, o la de Carmen Arnedo, desahuciada en 2019, con 69años.
"Si me dicen que iba a estar dando besos y abrazos a Penélope Cruz, rodando con ella, no me lo hubiera creído nunca", sostiene Carmen. Ella, que siempre fue alegría. Cantó incluso el día que la echaron de la que fue su casa durante 50 años, en Alcorcón, después de que un especulador la comprara a precio de saldo en una subasta. Su problema fue el de cualquier madre: avalar a su hijo en la compra de su casa, pero algo falló, y la gente como Carmen, que cobra apenas 600 euros de pensión, no tiene más que mucha cuerda floja sin ninguna red debajo. Más de cien personas fueron a parar su desalojo, aunque no lo lograran. Pero más cien veces había madrugado Carmen para frenar el desahucio de una familia cualquiera que llega a la PAH desesperada.
"Esa gente sostiene el mundo, para mí eso es heroísmo, porque no hay ninguna gloria en parar un desahucio, nadie te va a dar un premio, pero quizás una madre no se quede en la calle con su hijo", reflexiona Botto.
"Solo podemos agradecerles que saquen nuestro problema en pantalla grande"
"Solo podemos agradecerles que saquen nuestro problema en pantalla grande. Porque es la vida de mucha gente, todas las pobrezas de España. Para nosotros es importante que se hable de esto y que se haga así. Somos cuatro los que vamos a parar desahucios, pero detrás hay miles y miles, y desahucios de los que no nos enteramos", señala la mujer.
Ella aparece en la película como tantas veces salió en un telediario, protestado en un banco junto a compañeros de la PAH. "Llevo peleando once años con ellos. Que ahora se haga una película es un antes y un después para nosotros, nos da esperanzas de que algo que se mueva otra vez", sostiene.
Botto: "Hemos pasado de la solidaridad contra los desahucios a hablar del falso problema de los okupas"
No solo son extras, dicen los afectados-actores y suscribe el director. También han sido la inspiración de los personajes, tanto en sucesos como en psicología. De ellos y sus asambleas, rodada una de ellas casi en formato documental, ha salido la atmósfera de un metraje que, a su vez, bebe del cine de Ken Loach, pero que no renuncia a fórmulas más convencionales. Porque En los márgenes no solo es una película de desahucios, apunta Botto, también trata de su devenir temporal, que ha acabado por invisibilizar una problemática mucho más cotidiana y lacerante de lo que se piensa. "Hemos pasado de la solidaridad contra los desahucios en 2013 a hablar del falso problema de los okupas. Y eso significa que ni se entiende el problema de la vivienda ni el de la ocupación", remarca.
un problema oculto "desconocido"
"Mucha gente cree que conoce el tema, porque se habló mucho en su momento. Creemos que los desahucios son cosa del pasado, que el problema ya no existe, pero lo que ocurre es que es tan cotidiano que ya no es noticia", enfatiza Botto.
La idea surgió en 2013, en plena oleada de desahucios por impago de hipotecas, en los años más duros del pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Entonces había más 500 desahucios cada día. Hoy no hay tantos, es cierto, pero los últimos datos cifran en más de 40.000 los desalojos del 2021, la gran mayoría ahora derivados de impagos de un alquiler desmedido, una nueva burbuja sin ley a la vista que la explote.
Entonces fue imposible encontrar financiación para el proyecto. "Cuando explicaba la idea a productoras y televisiones había caras de interés, pero cambiaban totalmente cuando pronunciaba la palabra desahucio", reconoce el director. Aun así, Botto y su compañera y guionista, la periodista Olga Rodríguez, han querido tratar el tiempo presente, ver cómo la sociedad ha orillado a quienes antes comprendió, pero también ahondar en las redes de apoyo mutuo que nacen de la desesperación y la angustia.
¿Qué es Richard? ¿Un okupa o un padre de familia sin otra opción que meterse en la casa vacía de la que un banco ya echó a otra familia? ¿Y si esa casa ha sido vendida a un fondo buitre que espoleará los precios para venderla a un precio mucho mayor del que pagó? ¿Y si el Estado tuvo que rescatar a los bancos que contribuyeron a inflar la burbuja y que ahora venden los restos del desastre a los fondos buitre? ¿Tienen Richard y tantas otras familias la culpa de su precariedad? ¿Por qué no hay apenas vivienda pública para paliar esta crisis creciente? "Quiero que la película sirva para reabrir un debate necesario y desconocido. Hemos aprendido muchísimo haciendo este trabajo", sentencia. "Richard, Asun, Carmen, Elsa y tantas otras personas que me han contados sus historias son ya parte de mi última década. Ellos son la gente por la que he hecho esta película", puntualiza Botto.
"Vino a ver cómo vivimos, se empapó bien de nuestra situación. Le contamos cómo es tener el desahucio a la vuelta de la esquina. Asistió a asambleas de la PAH, estuvo en mi casa de Usera varias veces y tomó muchas notas. No solo quería saber cómo se vive un desahucio, sino también qué efecto tiene toda esa tensión en un matrimonio, el desgaste que conlleva y cómo afecta a la propia familia", apunta Richard, impaciente aún de ver el resultado, impaciente porque al menos sirva para recordarle al mundo que gente como él sigue igual que hace una década, "sin que la política haga su tarea, que es garantizar derechos básicos", asevera.
La mujer, en el centro de la resistencia
"Son las mujeres las primeras que se atreven a romper la vergüenza cuando todo se derrumba"
Rodríguez, que también cubrió el drama en aquellos años de megáfono, escraches y lucha por la dación en pago, puntualiza que también han querido dar a la mujer el protagonismo que merece en esta lucha. "Son ellas las primeras que se atreven a pedir ayuda, a romper la vergüenza cuando todo se derrumba, cuando el padre o cabeza de familia pierde su trabajo o no es capaz de hacer eso para lo que siempre ha sido educado: mantener a la familia", explica. Una crisis de masculinidad que interpreta el propio Botto.
Pero el filme también quiere mostrar el compromiso y precio personal que llega a pagarse. Luis Tosar se pone en la piel de uno de esos abogados que se implican hasta la extenuación para evitar la derrota total en la lucha contra la pobreza y la burocracia. "La gente que nos comprometemos desde lo profesional vivimos un desborde casi permanente. Parar desahucios, negociar con bancos, recurrir en procesos judiciales a todas horas, en cualquier momento. El teléfono siempre está echando humo, apenas te queda tiempo para dedicar a otras cosas. Te olvidas mucho de ti, de tu propio interés, casi de tu familia. Casi te disuelves en lo colectivo", reconoce Javier Rubio, uno de los abogados en los que se inspira el personaje de Tosar.
"Nos vimos alguna vez para prepara su papel. Al fin y al cabo, no es el típico abogado que acostumbramos a ver en las películas, el que busca reconocimiento, individual y económico", explica Rubio, fundador de la cooperativa de abogados CAES. Él empezó intentando parar derribos de chabolas en la Cañada Real y el 15M y la PAH lo llevaron a especializarse en materia de vivienda. Ha sido una de las grandes piedras en el zapato de la venta de pisos sociales de Madrid a fondos buitre. También ha dado la batalla contra el corte de suministro eléctrico en la Cañada Real y ha apelado en varias ocasiones Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) de Naciones Unidas para suspender desahucios en los que hay menores sin alternativa habitacional. España ha sido condenada en varias ocasiones por hacer caso omiso de ese convenio internacional suscrito hace décadas.
"Al final hay gente cuya situación depende casi por completo de lo que tú puedas hacer a nivel legal, situaciones límite", dice. Y el personaje de Tosar lo resume a la perfección. "Nunca he buscado reconocimiento, pero llena de alegría que se muestre esta otra parte de la abogacía. La película puede ser una llamada a despertar vocaciones, a que profesionales desmotivados puedan dar un giro", abunda el abogado.
La película ha tenido una buena acogida en el festival de cine de Venecia y Botto confía en que se estrene en varios países, "lugares del entorno europeo donde hay muchísima más vivienda social, más medida de protección para la gente o donde hay más regulación en materia de vivienda", apostilla. "Si ahora se habla abiertamente de intervenir el mercado energético o de limitar el precio de la cesta de la compra, está claro que también hay que intervenir en el mercado de la vivienda, porque todo en la vida para por tener una casa", considera.
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