"Mantenerse en una lengua y ofrecerla a otra persona es un gran ejercicio de bienvenida"
Pol Guasch (Tarragona, 1997) es poeta y escritor. Ha sido galardonado con múltiples premios, entre ellos el premio Anagrama 2021 por la novela Napalm al cor (2021). Conversamos con él en uno de los despachos del Palau Robert, en el marco del ciclo de entrevistas "En català, molt per llegir, molt per escoltar, molt per gaudir", una iniciativa de Público realizada con la colaboración de la Generalitat de Catalunya.
Barcelona--Actualizado a
En un artículo hablabas de la facilidad que tenemos los catalanoparlantes para cambiar al castellano. Decías: "el diagnóstico está claro, los jóvenes no lo hablan. El catalán no funciona como elemento cohesionador ni de pertenencia en la comunidad. Hay una desconexión emocional hacia la lengua". ¿A qué te referías?
Cuando escribo sobre cuestiones que tienen que ver con la lengua y con el oficio de escribir pienso en el ensayo Meditacions sobre la fúria, de Maria Mercè Marçal, que está dentro del libro Sota el signe del drac. En él explica que una lengua minorizada, además de vivir muchas opresiones y violencias, también tiene una gran ventaja, que es que se está constantemente repensando. A diferencia de las lenguas hegemónicas, no tienen una herencia obvia o unos refrents evidentes, de forma que todo lo que tiene que ver con pensar la propia identidad y cultura es un ejercicio constante. Ella lo vive como un privilegio. La posibilidad de construir una comunidad en flujo permanente.
"La renuncia viene del autoodio y de pensar que nuestra lengua es menos importante que el resto"
Entonces, con este artículo quiero decir que hay momentos, quizás como el que estamos viviendo ahora, en que se está perdiendo el deseo de pensar la opresión desde la posibilidad de repensarnos. Cuando renunciamos a rodar series, a escribir literatura y a mantener conversaciones en catalán, cuando hay el ánimo de derrota, estamos perdiendo el deseo del que hablaba Marçal. Un deseo que tiene que ver con vincularnos emocionalmente con la lengua y de creer que puede generar nuevas comunidades. Como soy una persona con mucha esperanza, pero no ingenua, creo que estamos ejecutando una gestualidad de capitulación y renuncia peligrosa.
¿De dónde viene esta renuncia? ¿La hacemos de forma consciente?
Viene de tantos lugares... Uno de ellos es el autoodio, el hecho de pensar que nuestra lengua es menos importante que el resto y que no podemos hacer cualquier cosa con ella, como hacen otras lenguas. Es una cuestión fundamental, hablamos muy poco y tiene que ver con políticas institucionales. ¿Quién está defendiendo los derechos lingüísticos? Quizás no tenemos unos representantes que defiendan con firmeza y cuiden la lengua.
Por otro lado, cuando hablamos sobre cuestiones lingüísticas, tengo la sensación de que las bases desde las cuales emprendemos el debate son puntos de partida que están condenados al fracaso discursivo. Cuando hablamos de mantenernos en catalán, cuántas veces hemos escuchado la cantilena de que es excluyente, supremacista y violento. No enfocamos el debate hacia el hecho de que mantenerse en una lengua y ofrecerla es un gran ejercicio de bienvenida y de crear vida en común. Primero tenemos que hablar sobre qué quiere decir tener, cuidar y mantener una lengua y después ya veremos cómo y quién ejecuta la violencia. La lengua es señalar el mundo de una manera y cada una es valiosa.
En una entrevista dijiste que "compartir una lengua es compartir un código, una manera de señalar el mundo", pero después continuabas con "pero hay tantas maneras de señalar el mundo en una misma lengua". ¿Estamos sumando el factor de la clase social?
Totalmente. Esto lo digo porque en los últimos años, en clave de política institucional y de calle, hay el gran peligro de la homogeneización, de pensar que por compartir un palmo de tierra, una lengua o ciertos deseos, lo compartimos todo. Tenía muchas ganas de explorar esta cuestión en Napalm al cor. Qué pasa dentro de una misma comunidad que comparte un código y cómo se pueden reproducir las mismas opresiones que han sufrido. Todo esto está atravesado por una cuestión biográfica, de clase, de sexualidad y de género.
¿Por qué escribes en catalán?
Montserrat Roig respondió maravillosamente esta pregunta: "porque me da la gana". Después de esto nada es bastante interesante o contundente. Hay pocas cosas que se me presentan en la vida como obviedades y con las que siento una comodidad vital. Escribo en catalán porque no puedo hacerlo de otro modo. El mundo que yo veo y la persona que soy tiene que ver con la lengua que me ha acogido y con la cual he crecido. Primero ejerzo la política y después me doy cuenta. Una posición radicalmente política que quiero mantener a conciencia.
Hablabas de cómo te identificas y de cómo vives el mundo, pero ¿cómo se te ve desde fuera? ¿Cómo se ve un poeta en el siglo XXI?
No sé qué visión global tiene la sociedad de los poetas. Probablemente inexistente. No por incultura, sino porque la vida es difícil y poder dedicarse a la poesía puede ser muchas veces un privilegio. Mucha gente no tiene una imagen clara de qué quiere decir ser poeta hoy, pero yo tampoco la tengo.
El amor y la muerte son dos de los grandes temas de la poesía y de la literatura universal y a menudo motores que mueven el mundo. ¿Cómo consideras que ha cambiado su percepción en este época moderna?
La muerte no la he pensado mucho, pero sí que llevo tiempo investigando el amor con mi escritura y mi tesis. En los últimos 20 años, estamos insistiendo mucho en el amor desde una perspectiva sociológica. Con la llegada de los feminismos también nos empezamos a plantear que el amor está atravesado por las instituciones y el poder, la comunidad y el sistema económico, que no es solo una emoción que tenemos dentro. Mi visión es que estamos viciando este discurso. Ahora hay muchos libros sobre cómo querer, cómo nos afecta el sistema socioeconómico o cómo las pantallas nos están modificando.
"No podemos escribir e imaginar grandes mundos si no tenemos unas necesidades cubiertas"
No estamos atendiendo al hecho de que el amor también es una escritura. Hace siglos que escribimos el amor y lo seguimos viviendo con la misma intensidad. A pesar de que grandes sociólogos han diagnosticado el fin del amor en el siglo XXI por el capital y las tecnologías, todo el mundo todavía está obsesionado. El amor es una escritura que hemos ido cultivando a lo largo de la historia. Muchas veces leemos un clásico o un poema de Safo porque hay algo que todavía late en nosotros.
Sobre este tema debíais hablar en la residencia internacional para escritores en Italia. ¿Cómo surgió? ¿Quién te invitó?
Poco después de publicar Napalm al cor me invitaron a esta residencia en Florencia, regentada por la baronesa Beatrice Monti Della Corte, la viuda de Gregor Von Rezzori, uno de los grandes autores del siglo XX. A partir de los 2000, ella convirtió su casa en una residencia donde invitaba escritores y ejecutaba el rol de mecenas. Hacía muy poquito que tenía presencia más allá de mi círculo íntimo cuando les llegó mi nombre. Fue una experiencia impresionante, no solo por poder dedicar tanto tiempo a la escritura, sino por no tener que sufrir por las condiciones materiales. Descubrir que no podemos imaginar grandes mundos posibles si no tenemos unas necesidades cubiertas. Compartir espacios con escritoras como Maggie O'Farrell fue una suerte y un privilegio.
En un par de años has vivido muchas experiencias y has recibido premios. ¿Cómo lo has vivido todo esto? ¿Qué te hace tener los pies en el suelo?
Es bonita esta expresión, como si hubiera algo que te elevara. Tenemos la imagen de que los escritores o los artistas levitan, que su discurso va más allá del suelo. Para mí, escribir ya es un gesto muy terrenal, una manera de insistir y de señalar en el mundo. Es como más dialogo con mi presente y mi entorno. Me gusta y lo disfruto mucho.
Lo mismo que te eleva, te hace tocar el suelo.
Sí. La escritura me permite huir muchísimo. Es una fuga de lugares que no te gustan para ir a otros donde sí querrías. También es una fuga para ir directamente hacia la herida, el horror o el infierno. La escritura es una manera de preguntarse cosas que uno tiene miedo de explorar con su cuerpo o su vida.
*Aquí pots llegir l'entrevista a Pol Guasch en català.