Este artículo se publicó hace 4 años.
Series'Locke & Key' va de lo entretenido a lo oscuro sin quedarse con ninguno
Netflix estrena hoy ‘Locke & Key’, un drama familiar y adolescente salpicado de mucha fantasía y algo de terror que engancha al principio y se atropella a sí mismo hacia el final.
María José Arias
Madrid-
Basada en los cómics escritos por Joe Hill e ilustrados por Gabriel Rodríguez, Locke & Key comienza siendo una serie con muy buena intenciones y grandes ideas y acaba siendo otra mucho más oscura, algo atropellada hacia su final y con muchas puertas abiertas de cara a una segunda temporada en la que medios estadounidenses han adelantando que ya se está trabajando.
Rendell Locke (Bill Heck) y su hermano Duncan (Aaron Ashmore) se criaron en la vieja mansión familiar, la Key House. Esa de la que tan pronto como pudieron ambos salieron huyendo. El segundo no recuerda gran cosa de su infancia y su personaje es secundario en la trama. Es algo así como el tío, en el sentido literal de la palabra, que aparece de vez en cuando a cenar e iniciar alguna conversación. El primero, o más bien su asesinato, es el desencadenante de la acción. Tras su muerte a manos de un alumno descontento con sus recomendaciones como consejero, su mujer, Nina Locke (Darby Stanchfield), decide que la mejor manera de superar tan traumático momento del que tanto ella como sus hijos fueron testigos es dejar atrás su vida en Seattle y mudarse a Matherson, Massachusetts, para convertir el caserón de la familia paterna en su nuevo hogar. Como es de esperar, a los críos, en especial a los adolescentes Tyler (Connor Jessup) y Kinsey (Emilia Jones), no les hace mucha gracia eso de que les aparten de sus amigos y su entorno.
Al pequeño, Bode (Jackson Robert Scott), le da un poco más igual y desde el inicio lo vive como una aventura, una que comienza con una chica que le habla desde un pozo y le insta a buscar unas llaves. Estas abren puertas mágicas que al atravesarlas lo mismo convierten a quien lo hace en un fantasma que lo atrapan en una sala de espejos de difícil escape. Al principio, en su primera mitad, la serie se presenta como una de fantasía con unos chavales que lidian con el drama de la muerte de su padre y con el shock que supone descubrir que en su nueva casa la magia se esconde tras cada cerradura. Todo eso aderezado con la complicación de ser los nuevos en el instituto.
Sin embargo, cada decisión que toma el guion en la segunda parte está encaminada a llevar la historia hacia un lugar más oscuro. No solo por el viaje que hacen los personajes, en especial los dos adolescentes y su madre, que no se entera de casi nada en lo que andan metidos sus hijos pero bastante tiene con descubrir que su marido le ocultaba su pasado y que no se puede fiar de nadie, sino porque lo que comenzó siendo divertido -atravesar puertas- se tornar peligroso para sus vidas. En especial cuando el demonio que han liberado les acorrala para conseguir un propósito que no termina de definirse bien del todo en ningún momento por muy malvado que se intuye que es.
Si Locke & Key es más o menos fiel al material original que ya trató de adaptarse varias veces antes son los lectores de los cómics quienes han de juzgarlo. Como serie pone muchas propuestas interesantes sobre la mesa olvidándose de cerrar una buena parte de ellas y dejando en el aire otras tantas sin que quede muy claro si lo hace de manera intencionada o por dejadez. Como producto de entretenimiento funciona más o menos bien cuando se queda en la fantasía y la magia, aunque de manera irregular. No requiere de un gran esfuerzo para seguirla. Por otro lado, Jessup, Jones y Laysla De Oliveira, quien interpreta a la chica demonio del pozo llamada Dodge, defienden bien sus papeles y dan profundidad a sus personajes.
Quizá hubiese sido buena idea explorar aún más ese universo que se abre con las llaves. Algunas de las mejores escenas se producen cuando se gira una de ellas. Por ejemplo: la que permite adentrarse en la mente de las personas y ver cómo funcionan y se organizan los recuerdos de una manera acorde a la personalidad de cada uno resulta tremendamente rico a nivel visual y narrativo. Como también lo habría sido la posibilidad de ahondar un poco más en temas como el alcoholismo, el acoso escolar, el trauma en sus distintas formas o las relaciones tóxicas. Temas todos ellos planteados. Pero solo eso, planteados.
A su favor, además de lo ya mencionado, cuenta con un diseño de producción apabullante que convierte a la casa y lo que esta esconde en un personaje más. En parte se entiende el acierto en este sentido gracias a las tablas de sus creadores, Carlton Cuse y Meredith Averill. Ambos cuentan con experiencia en esto de desarrollar historias en las que mansiones centenarias y misteriosas son el centro de la acción. Cuse es uno de los creadores de Bates Motel y Averill, productora de La maldición de Hill House. La dos series de terror. De eso hay algo también en esta. Eso sí, no mucho. Su género en realidad es otro.
Resumiendo, los principales problemas a los que se enfrenta Locke & Key y con los que tropezarán los espectadores son la sensación de desaprovechamiento en ocasiones; que toda la temporada esté orquestada como un primer acercamiento a su universo con la vista puesta en sucesivas -algo que es positivo y negativo al mismo tiempo- y que el final sea un tanto atropellado. De pronto, en el último episodio se da una explicación acelerada para cerrar sin cerrar.
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