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Michel Gondry relata en El libro de las soluciones, su última película, una experiencia de creatividad delirante que le llevó en la realidad a secuestrar su propia película. Desde la cinta, protagonizada por Pierre Niney, también celebra que otra forma de hacer cine es posible.
Un estado de creatividad delirante, en el que cada minúscula idea se convertía en una cuestión de vida o muerte, llevó a los productores de La espuma de los días, adaptación al cine de la novela de Boris Vian, al extremo de la furia. Dispuestos a detener lo que se había convertido en un rodaje interminable y en una sangría económica, quisieron arrebatar la película al cineasta Michel Gondry (¡Olvídate de mí!, Rebobine, por favor). Éste, poseído por la obsesión y la ira, secuestró su propia película y se la llevó al campo para terminarla con sus colaboradores más próximos. Fue un infierno.
Ahora, diez años después, Gondry, en un estado de caos controlado, estrena El libro de las soluciones, una comedia divertidísima sobre esa experiencia, desde la que entona un mea culpa y pide perdón a los profesionales a los que embarcó en aquella aventura tan demencial, además de aprovechar para revelar la felicidad y la angustia que acompañan a un proceso creativo. Gondry declara desde esta película, protagonizada por Pierre Niney, que otra forma de hacer cine es posible.
Lo que cuenta en la película le ocurrió a usted y fue traumático, ¿por qué quiso volver atrás a contar esta historia?
Efectivamente, es más o menos lo que me ocurrió mientras estaba filmando La espuma de los días. Es real en un 80% más o menos. Mi hijo, que tenía en la época 22 años, vino a verme al campo, porque nadie en la familia realmente sabía lo que me estaba pasando y estaban preocupados. Entonces, mi hijo, que siempre tiene una forma de ver las cosas, por muy dramáticas que sean, con bastante humor, un humor sin sorna, un humor tierno, me dijo que era una pena que no hubiera rodado todo lo que estaba pasando para hacer luego un documental. Así nació la idea de la película.
¿Hacer la película y desde la comedia le ayudó a recuperarse?
Bueno, hay varias capas. Para empezar, creo que para rodar el caos necesitas el equilibrio. O sea, que quizás se ruede mejor estando más tranquilo que cuando tienes una explosión de ideas. Y rodar este periodo de mi vida me permitió, precisamente, alcanzar una cierta tranquilidad. En otras palabras, que los medicamentos que tomé me ayudaron a profundizar y a expresar también el caos. Esto es importante porque muchas veces, cuando te dan medicamentos, piensas que vas a acabar como un vegetal, pero no fue así. En este caso fue bastante positivo porque me permitió descubrir y poder describir aquello que realmente fue un caos.
Una película sobre usted mismo, ¿no le dio miedo exponerse tan abiertamente?
No, lo que más miedo me daba es que fuera una película narcisista. Me daba pavor pensar que los actores, los técnicos… pensaran que por qué tenían ellos que meterse en la cabeza de este buen señor. Pero muy pronto me di cuenta de que todos estaban ahí para intentar sacarme aquella película de la cabeza. Lo alucinante fue la increíble generosidad de todos ellos.
La película transmite la idea de que hay otra manera posible de hacer cine, ¿quería contar eso, además de todo lo demás?
"El hecho de que algo no pueda funcionar en una película nunca ha sido un obstáculo para mí"
Sí. El hecho de que algo no pueda funcionar en una película nunca ha sido un obstáculo para mí, para intentarlo. Cuando tengo una idea, tengo que llevarla a cabo, así funciona mi cabeza. No me gusta hablar de cine como algo a lo que hay que aplicar reglas.
El resultado cuando estás haciendo cine puede ser bastante simple y estereotipado, pero si tienes una mezcla de organización, que es necesaria, y de caos, puedes aportar algo diferente. Es como si cada casilla tuviera una traducción precisa, pero dentro de cada casilla también tiene que haber una esquina de caos, donde hay libertad para crear, un poco de locura.
En el cine, cada problema aporta un relieve nuevo. Hubiera querido no usar la palabra solución, porque arreglar un problema en una película nunca es un camino recto, siempre es un desvío, siempre hay imprevistos…
Son legendarias algunas historias sobre las imposiciones de los estudios de Hollywood. En el cine independiente europeo ¿a usted, que hace un trabajo muy creativo, le ponen muchos límites?
Muchas, muchas veces me he encontrado con oposición a mis ideas creativas, pero eso solo me ha conducido a fortalecer mi creencia en mí mismo. Claro, sí he sentido esas presiones, incluso haciendo cortometrajes con muy poco dinero, porque la dinámica es similar a la de un largometraje, siempre hay una tensión entre el productor y el director.
"Hay códigos comerciales que no están en las películas independientes"
Lo que pasa es que en las producciones independientes se espera desde un principio que haya cosas extrañas que puedan ocurrir de pronto. Está claro que hay códigos comerciales que no están en las películas independientes o al menos están menos presentes, pero la relación siempre es tensa. Además, no existe el famoso final cut (versión final del director), porque en realidad éste es un acuerdo con el productor. Cada uno de los productores puede impedir que una película se estrene con la versión del director. Los productores siempre tendrán algo que decir y podrán impedir esa versión. Lo hacen, aunque sea desde el cariño.
Siempre se ha hablado mucho de 'la gran familia del cine', pero en su película se ve cómo se pueden deteriorar las relaciones en el equipo…
Hay que intentar mantener algo de espíritu de equipo, está claro, pero… Cuando estoy haciendo una película, yo estoy abierto a sugerencias, pero tampoco puedes escucharlo todo porque entonces pierdes el rumbo totalmente, y si no escuchas nada, empobreces la película.
Durante este rodaje, por ejemplo, varios actores me hicieron sugerencias sumamente importantes y en principio yo les dije que no. Al cabo de una semana y después de haberlo pensado les dije que sí, hasta el punto de que tuvimos que rehacer algunos decorados para volver a rodar escenas que ya habíamos terminado. Lo había pensado, había reflexionado y había dicho sí. Pero yo, en principio, siempre digo que no, soy bastante resistente. Es mucho más difícil decir que no cuando antes has dicho que sí.
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