Este artículo se publicó hace 3 años.
'Laborachismo' o cómo el teletrabajo ha destapado los privilegios machirulos
El ilustrador Javirroyo aborda desde el humor la necesidad de repensar el trabajo y los cuidados. Su último libro, analiza los efectos de la pandemia en la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres.
Madrid-
La pandemia ha hecho llorar a los españoles. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, el 35% de la población ha sentido ese apretón de tristeza que conduce a las lágrimas. Pero incluso ahí, incluso en ese momento previo a lo imprevisible en el que nos desborda el llanto, la desigualdad es patente. De tal forma que reconocen haber llorado más mujeres (53%) que hombres (17%).
El motivo de esta desigualdad no es otro que esa brecha de género que lo contamina todo, una brecha que el teletrabajo ha evidenciado, si cabe, con mayor nitidez. Ha tenido que irrumpir una pandemia global para que ciertas desigualdades que algunos creían superadas vinculadas a los cuidados, el trabajo o la conciliación, vuelvan a la palestra con fuerza renovada.
Laborachismo (Lumen), el nuevo libro del ilustrador Javirroyo, aborda con humor la urgencia de repensar el trabajo y los cuidados. Lo hace a través de pequeñas capsulas en forma de viñetas que desatan primero la risa, y que a continuación convierten la mueca en un gesto sombrío, conscientes de que los tentáculos el machismo son onmipresentes.
"La pandemia ha sido un medidor del grado de desigualdad en nuestras casas, es evidente que en la mayoría de los casos lo que ha ocurrido es que las mujeres se han ocupado de las tareas de la organización y de los cuidados muy por encima de los hombres", explica desde Barcelona el ilustrador Javier Royo Espallargas, alias Javirroyo.
En efecto, nada como poner un límite de espacio para que esa carga doble o triple de trabajo que acarrean las mujeres quede evidenciada con precisión. "No tuvimos suficientemente en cuenta los cuidados, el confinamiento ha demostrado que deben estar en el centro, que son lo más importante y que no computa en la economía, que no tiene peso en los balances", denuncia Royo.
"¿Qué haces cuando terminas de trabajar?, ¿te abres una cervecita en el salón mientras tu mujer plancha? Creo que es una cuestión de no entender nada, de creerse unos privilegios y de una falta de empatía brutal". En sus dibujos, Royo analiza todos esos privilegios que hemos perpetuado a lo largo de los siglos y que el Homo machus impuso sin atisbo de vergüenza.
Un ser que se creyó superior y que tuvo a bien institucionalizar la violencia y la dominación sobre la mujer. Un ser que hizo de su capa un sayo para imponer un modelo de trabajo en el que siempre ganan unos y pierden otras: "El trabajo responde a un sistema del hombre para el hombre, todavía hoy se premia al que puede hacer más horas, al que tiene más fuerza o al por mis cojones, se valora la fuerza bruta, y es que es de donde venimos, venimos de la fuerza bruta", lamenta Royo.
Así las cosas, no queda otra que deconstruir lo que Royo ha bautizado como laborachismo. Para ello no hay otra que ceder privilegios, empatizar, convertirnos en cuidadores y entender que hay otras formas de organizar la vida laboral, y que la vida forma parte también de la economía, la sociedad y el progreso de nuestras sociedades.
"Creo que el hecho de habernos ido a casa y que ahora seamos fundamentalmente voces e imágenes a través de pantallas, nos ha igualado. Lo digital tiene el potencial de igualarnos, ahora falta que lo consigamos en las tareas domésticas y en los cuidados", remata el ilustrador.
Royo, autor también de Homo Machus. De animales a hombres, libro en el que pasaba revista al heteropatriarcado y reivindicaba la empatía entre hombres y mujeres, cree en la posibilidad de un futuro cercano en el que cambien algunas cosas: "Seguirá habiendo hombres del cromañón que reivindiquen sus privilegios perdidos, pero yo creo que en líneas generales los hombres dejaremos progresivamente de sexualizar a las mujeres, verlas como compañeras y no como entes follables", remata.
Veremos qué depara el futuro. Quedémonos, eso sí, con las ilustraciones de Javirroyo y quizá así lloremos todos por igual, o mejor; quizá así lloremos incluso menos.
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