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De la guerra civil tenemos múltiples fotografías, pero los dibujos transportan el sentimiento y la mirada. ¿Cómo interpretaba la guerra civil un menor? ¿Qué recuerdos tenía esa infancia sobre aquellos ataques? “La inocencia se pierde de golpe. Les sorprenden esa especie de pájaros de hierro que escupen fuego, destruyen casas y matan a gente”, explica Jordi Guixé, comisario de la exposición 'La infancia bajo las bombas', en El Born CCM. Más de setenta dibujos de niños y niñas que denuncian la violencia, pero también muestran la cotidianeidad de aquella Barcelona. Desde el 36 al 38, la ciudad, que contaba ya con cuatro millones de habitantes, acogió a un millón de refugiados.
La Barcelona de la guerra civil
Catalunya y Barcelona, en concreto, reunían varias peculiaridades. Una, que se había convertido en la capital de tres gobiernos: el propio, el vasco y el de la Segunda República. Si Madrid era el símbolo de la lucha contra el fascismo, Barcelona era el núcleo político y económico que, en práctica, permitía aquella resistencia.
También, por primera vez, se usaban los ataques aéreos como arma sistemática contra la población civil y sirvió como campo de pruebas de la aviación alemana e italiana durante la Segunda Guerra Mundial. Forma parte de lo que David Bondia, presidente del Institut de Drets Humans de Catalunya, denomina como la política del miedo, que hoy día podemos ver en otros conflictos. “El miedo en los conflictos armados se genera antes, un miedo sobre el colectivo. Las consecuencias de esta política están en el cómo afecta de forma especial a la infancia, física y psicológicamente. Los bombardeos provocan efectos a largo plazo. Se trataba, además, de crear una percepción de inseguridad en la población civil que cuestione las capacidades de sus autoridades y desestabilice”, explica el director.
Otra peculiaridad era que, como la zona de retaguardia republicana era cada vez menor, en Catalunya se crearon escuelas y zonas de acogida a las familias. “Esto da una idiosincrasia a Barcelona en términos de hambruna, de necesidad de comida, y subsistencia, pero también explica la gran capacidad de aceptar y acoger estos niños”, matiza Guixé. El Gobierno republicano hizo lo que pudo para mantener la educación escolar, manteniendo algunas clases a pesar de los bombardeos diarios.
“El 80% de los dibujos libres que pintaban aquellos menores eran escenas de la guerra. Estos dibujos son evocativos de esos niños y niñas como víctimas, pero también como testimonios y denunciantes, las tres cosas”, insiste el comisario de la exposición. Entre todo, sobresalen las escenas de destrucción, de los refugios, de la escasez, de las enfermedades y de la muerte. A través del dibujo, estos menores podían dar espacio a sus vivencias, canalizar su angustia y comprender qué estaban viviendo. Algunos de esos dibujos tenían una finalidad pedagógica y terapéutica. Otros, fueron usados con un fin propagandístico o como recaudación de fondos para las colonias.
Cómo se dibujaba la guerra civil
Quien más sabe sobre dibujos de la infancia durante la guerra civil es José A. Gallardo, profesor de la Universidad de Málaga y psicólogo infantil. Autor del libro ‘El Dibujo Infantil de la Evacuación durante la Guerra Civil Española (1936-1939)’ sabe adentrarse en la mirada y en la supuesta intención de estos menores, que dejan el mejor reflejo de la guerra desde su punto de vida, desde lo inexplicable y desde lo que empezaban a comprender. Público muestra a este profesor seis de los dibujos de la exposición y nos cuenta, en primera persona, qué escenas se quedaron grabadas en la memoria de esta infancia.
Antes de nada, nos indica que todo son hipótesis dado que no siempre se tienen todos los datos precisos que aseguren las interpretaciones. Datos como su ciudad de origen, la colonia de refugio o si el dibujo fue libre o insinuado. También comenta, antes de empezar, que “la República fue evacuando a los niños que vivían en las ciudades bombardeadas para conseguir su supervivencia. Los llevaron a colonias situadas en la costa mediterránea y allí dibujaron”. Esta es la causa de que existan los siguientes dibujos que, en primera persona, explica el profesor.
“Pretendió reflejar, con un plumín y cinco colores de acuarelas, un combate aéreo que posiblemente vería en su ciudad antes de ser evacuado. Titula su dibujo ‘’Lucha de un ‘Chato’ contra un Fiat’’. Como los enfrentamientos entre las dos aviaciones se llevaban a cabo a gran altura, resulta imposible que adultos, y sobre todo los niños, diferenciaran los fuselajes de los aviones.
Normalmente suelen colocar en la parte central del dibujo lo más importante: aquí, la presencia de un avión franquista que hay que derribar a toda costa. Acierta al dibujar un Fiat, pero desconoce el modelo. Trató de reflejar el caza italiano Fiat CR-32 adquirido por la Aviación franquista. Estos aviones tenían un hélice en la nariz, dos alas y eran biplazas; además nunca tuvieron en las alas superiores dos bandas rojas, sino tres bandas negras paralelas y la cruz de San Andrés cuando se les veían desde arriba. Por otro lado, el niño no dibujó un ‘’Chato’’, sino un “Mosca’’, el Polikarpov I-16, avión más evolucionado y más moderno, con el motor en el morro, con una sola ala y con el tren de aterrizaje retráctil; no fijo, como se puede apreciar en el dibujo. Para diferenciar perfectamente a la aviación franquista el niño incluye la esvástica nazi en el Fiat CR-32, pero la realidad es que los aviones franquistas lucían sus propias identificaciones.
Lo interesante de este dibujo es que el niño desea que la aviación republicana venza a la franquista. Por eso, el avión rojo ataca al franquista desde una posición privilegiada: desde arriba para no errar el tiro. A lo lejos, el combate aéreo acaba de concluir porque dos bombarderos se precipitan al suelo envueltos en humo, mientras que algunos de sus tripulantes han saltado en paracaídas, a pesar de soltar las bombas sobre una gran edificación, que simboliza una ciudad. También a lo lejos dibuja un avión franquista de color negro.
El hecho de que el niño lo dibujara de ese color no es accidental, sino que lo hizo intencionadamente porque cuando bombardeaban los aviones franquistas se veían desde el suelo con un tono oscuro; por ese motivo la población civil y militar los empezó a llamar ‘Alas negras’. En cambio, a los aviones republicanos se les identificó con el nombre de ‘Alas rojas’, por eso Sócrates pintó los cazas republicanos totalmente rojos”.
“Asiste a la Ecole Freinet situado en Vence, Francia. Tuvo la ocurrencia de dibujar el sufrimiento del ejército republicano en un frente de combate. A pesar de la presencia de las alambradas, de los grandes bombardeos (con tres motores, uno en la nariz y uno en cada ala) atacando sin oposición, del carro de combate abriendo fuego y ondeando una bandera con la esvástica, los combatientes republicanos avanzan con la bandera roja comunista, para conseguir el objetivo propuesto por el mando. El dibujante hace una interpretación de lo que puede ser un frente de combate. Sin saberlo, llega a reflejar la táctica militar: protección y ataque. Mientras que un soldado abre fuego con su ametralladora hacia el sector enemigo, los combatientes republicanos avanzan para asentarse y fijarse en el terreno. Esta maniobra militar se cobra sus víctimas, que serán recogidas por un enfermero que lleva un carrito minúsculo con ruedas. Es, por tanto, un dibujo bélico en estado puro que intenta transmitir al observador la valentía, el arrojo, la obediencia y el sacrifico de las tropas republicanas que abrazan incondicionalmente la enseña tricolor (rojo, amarillo, morado), que defendía la Segunda República española”.
“Lo hizo sin colorido sirviéndose del lápiz de grafito. Por aparecer en el centro de la hoja de papel, podemos hipotetizar que la dibujante se incluyó en el dibujo con un bañador de una sola pieza y con la cabellera rizada. Si esto es así, ya sabemos que es una niña jugando en la playa y no un niño. Para indicar que ese día era estupendo, dibujó el sol. Si nos fijamos más en la niña descubrimos debajo de la axila la presencia de vello, lo cual estaría indicando que la protagonista sería una adolescente, de 12 a 15 años, capaz de escribir el mensaje con tanta precisión. Por la parte más alta, asoman amenazadoramente por el horizonte cinco grandes bombarderos con la cruz esvástica incorporada en cada ala para dejar claro que son franquistas. Como la niña los dibuja estereotipadamente resulta imposible su identificación. Sin embargo, no estaríamos muy equivocados al afirmar que podrían ser los bombarderos italianos Savoia Marchetti SM-81 o Savoia Marchetti SM-79, o los alemanes Junkers JU-52/3m. Si examinamos el transatlántico de juguete, la niña le incorporó tantos detalles que por aquellos años no existía tanta tecnología para que se pudiera miniaturizar un barco con esa perfección: ojos de buey, chimeneas, cables radioeléctricos, ancla. Resulta evidente que el juguete es producto de su imaginación y la incorporación de la sombra nos asegura que es una niña adolescente, con mayor conocimiento en el ámbito del dibujo”.
“Es otro dibujo sobre el combate. Este niño lo dibujó en la colonia instalada en Masarrochos, Valencia. Es una obra típica realizada con lapicero de grafito por niños de corta edad. Se limitó a dibujar aviones cenitalmente porque es la forma más fácil de dibujarlos: morro, alas y cola. Uno de los artefactos bélicos que más impresionaron a los niños, durante la contienda española, fueron los aviones, sobretodo cuando entablaban combate y cuando bombardeaban las ciudades indefensas. Este niño cubrió su hoja de papel con aviones multicolores, posiblemente porque eran más fáciles de dibujar y porque era el único material bélico que recordaba con mayor detalle”.
“Reproduce un acontecimiento que se generalizó en aquellas ciudades donde había metro urbano. Para ello utiliza un plumín con tinta y nueve colores. Emplear tantos lápices de colores fue inusual durante la guerra, pues en muchas instituciones de acogida faltó material escolar. Existen múltiples fotografías en las que las familias pasaron la noche durmiendo en el metro por miedo a los bombardeos. Incluso hemos visto también múltiples dibujos con estas mismas imágenes.
Posiblemente si un niño dibuja esta escena es porque él mismo tuvo esa misma experiencia. Si es así, podemos manifestar que la niña que aparece en el dibujo es la dibujante, que poseía una gran frente pronunciada, acompañada de su madre. Ambas están a punto de extender una manta en el suelo del andén para pasar la noche. Estamos convencidos que se trata de una estación de metro porque la curvatura de la pared está cubierta con tres carteles alusivos a la guerra española: en el primero se aprecia la presencia de una gran bomba, en el segundo aparecen dos Polikarpov-16 con los colores republicanos en su lugar exacto y el letrero en catalán: ¡No passaran! En el tercero aparece un rayo apuntando a las personas que dudan de la victoria republicana: “Fura derrotistas”. Mirando a la niña dibujada, tendría unos 12 o 13 años”.
“Dibuja una escena que vería diariamente por su ciudad: el racionamiento de los alimentos y las largas colas. Utiliza lapicero de grafito y cinco colores: verde, amarillo, gris y negro. Resulta lógico pensar que en tiempo de guerra hubo restricciones de todo tipo: útiles hogareños y abastecimiento en general. En este caso, Pere nos ha dibujado un establecimiento con el siguiente letrero: “Incautat per la CNT. Carnicería”. No cabe duda de que es una carnicería porque en el mostrador el carnicero o carnicera tiene el antiguo peso con dos platillos, el cuchillo de carnicero hincado en el tarugo de madera para deshuesar o filetear la carne y, en parte alta, colgando de una barra de madera o de hierro una larga longaniza, un pollo y una pieza cárnica. En la parte frontal del mostrador aparece la silueta de un animal con dos patas, que podría ser un gallo o gallina”.
“No aprendemos de la historia”
Uno de esos niños fue Josep Guinovart, que tenía nueve años cuando empezó la guerra. A los once años, él y su familia abandonaron Barcelona para irse a Agramunt que, tras ser atacada por aviones alemanes, también dejaron para trasladarse a un bosque. Toda su obra posterior, como artista, tiene el espíritu de aquel niño que presenció la guerra. Principal es su Des del Guernica, donde expone una versión del cuadro del pintor malagueño, donde da protagonismo absoluto a las víctimas.
De esta forma, la última parte de la exposición sirve de enlace entre el presente y el futuro y demuestra, según el comisario de la muestra “que no aprendemos de la historia porque aun tenemos niños refugiados que mueren o sobreviven bajo las bombas. No se podía hacer esta expo olvidando los campos de refugiados, y nos lleva a preguntarnos qué hacemos para evitar estos conflictos políticos de violencia”.
‘Una infancia bajo las bombas’ estará en El Born CMM (Barcelona), hasta el 31 de marzo de 2019.
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