Este artículo se publicó hace 4 años.
La industria cultural, ese sector que no importa a (casi) nadie, pero que da de comer a un millón de familias
Afloran las miserias de un sector instalado en la precariedad. Junto a las iniciativas que liberan contenidos gratis y las estrellas que acaparan los focos con sus protestas, están los que a duras penas afrontan un futuro tan cercano como incierto
Madrid--Actualizado a
Kike Gil lleva 18 años trabajando tras los focos de Leiva, primero en Pereza y posteriormente en su carrera en solitario. Es su jefe de producción técnica y ha visto cómo, de la noche a la mañana, se han esfumado sus ingresos previstos para 2020. El músico madrileño tenía unos 60 conciertos programados y la covid-19 ha diezmado su almanaque.
"Puede ser dramático que llegue un invierno duro después de no currar en verano", dice este miembro del equipo técnico, que se considera un afortunado porque está inmerso en un ERTE ejecutado por la empresa del cantante, herramienta de la que no disponen muchos de sus compañeros de profesión: "El 90% son autónomos y los ingresos son comparables con los trabajos temporales en hostelería o agricultura: va por temporadas".
Una realidad que dista mucho de la que viven los que, paradójicamente, con mayor frecuencia copan la protesta mediática. Actores y actrices que enarbolan las quejas de un sector cuyas miserias no padecen. "Parece que la cultura es el cine, y lo cierto es que el sector del libro y la prensa, por ejemplo, aporta más al PIB que el audiovisual. A mí esta gente no me representa, ni a mí ni a ese millón aproximadamente de familias que viven de forma directa de esta industria", apunta la escritora y dramaturga Noelia Adánez.
"Se han perdido 130 millones de euros y se han cancelado 30.000 funciones solo entre marzo y mayo"
En efecto, la realidad es más bien otra, los datos de la industria cultural en España nos hablan de otro relato, el que protagonizan centenares de profesionales que lidian cotidianamente con la precariedad. Se bajó el telón y el calendario se quedó en blanco, con predicciones nada halagüeñas. La Mesa del sector de las Artes Escénicas y la Música Covid-19 ya anunció que se han perdido 130 millones de euros y se han cancelado 30.000 funciones solo entre marzo y mayo, mientras a este varapalo se suma el desconocimiento de la fecha final de esta crisis. Hay expertos que incluso hacen cábalas y calculan que la vuelta al teatro y a las salas de conciertos no se producirá hasta 2021. ¿Un año y medio sin eventos culturales?
Qué será del teatro
"Como no pensemos nuevas formas de producir y exhibir la cultura, nuestro sector será el último en recuperarse", incide Adánez, que vio cómo la crisis del coronavirus frustraba apenas un mes después de su estreno el recorrido de Carmiña, obra de teatro en la que llevaba meses trabajando de forma intensa. "Tengo que asumir que Carmiña ha muerto antes de nacer, con 15 o 20 funciones no da tiempo a que un montaje tenga el recorrido necesario para que se consolide tanto a nivel artístico como en la taquilla".
"No puede ser que con el pretexto de mantener viva la cultura se ofrezca gratis en la red"
Un daño profundo en el sector cuya reparación, según Adánez, no puede pasar por la gratuidad: "Tiene que haber otras soluciones, no puede ser que con el pretexto de mantener viva la cultura se ofrezca gratis en la red". En ese sentido, quizá esta crisis sirva para replantearnos el lugar que queremos que ocupe la cultura y su industria en nuestra sociedad; un espacio idealizado hasta la náusea que cuenta con una cara oculta pero mayoritaria en la que precariedad y pobreza son la norma.
"Debemos ser conscientes −prosigue Adánez− de que la cultura no es sólo la comunicación de contenidos relevantes para una sociedad, sino que es un sector económico con una alto grado de estacionalidad y precariedad". No en vano, según datos del Ministerio, el sector cultural está por debajo de la media española en cuanto a trabajos retribuidos: suponen un 69,2%, respecto al 82,7% nacional. "Nuestro nivel de salarización es muy bajo, la mayoría somos autónomos o sumergidos".
700.000 puestos de trabajo en riesgo
Paco López, mánager musical y presidente de la Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo (ARTE), encuentra este abandono a su suerte del sector -que, asegura, está "parado totalmente"-, como un capítulo más en una historia ya conocida, que "nadie cuida la cultura en este país".
"La industria cultural, calculamos, genera 700.000 puestos de trabajo, y todos están afectados por la crisis. Hay que mirar a Europa y ver cómo lo han hecho ellos", asegura el representante en relación a las noticias que llegan desde Francia, donde hace ya un mes, el Gobierno de Macron dedicó de manera urgente 22 millones de euros al sector con el fin de evitar el colapso de sus estructuras.
"Nuestra profesión vende emociones y ahora mismo son más necesarias que nunca"
Entre los aquejados, el área más afectada de ese mejunje llamado industria musical es el de las actuaciones en directo. "Aunque se han mermado sus ingresos, la música grabada aún tiene canales de distribución y compra, puedes consumir por streaming, las entidades de derechos de gestión pueden seguir recaudando... Pero los que viven de los conciertos se han quedado sin ganancias y sin previsión de ello", alega López.
"Hemos parado y pospuesto todos los conciertos, mayo y junio incluidos, porque, aunque no se ha dicho nada sobre qué pasará entonces, queremos ser prudentes con las fechas", asegura el mánager. "Si es cierto eso de que no va a haber conciertos hasta otoño de 2021... pues nos suicidamos, es más de un año. No sé quién va a sostener todo esto", brama con angustia.
Una situación de imprevisibilidad que comparten buena parte de los trabajadores pero que, en el ámbito de la cultura, cobra especial dramatismo dada la fragilidad de la industria y la falta de asideros financieros. En esa cuerda floja, sin red ni capacidad de maniobra, se encuentran también muchas pequeñas editoriales cuya viabilidad está seriamente amenazada.
Blanca Cambronero, editora en Capitán Swing, explica hasta qué punto el parón cultural que estamos viviendo repercute en el sector de la edición: "Toda la cadena del libro depende de los puntos de venta. Si te impiden vender tu producto fundamental estás bloqueado, todo el sistema se te viene abajo, por eso lo que afronta el sector editorial es un bloqueo total y no tiene mucho margen de maniobra".
Un futuro insostenible
Otra trabajadora a la que la covid-19 le ha desmontado sus planes de futuro es la cómica Lorena Iglesias, que ha visto cómo se le han ido cayendo todos los monólogos programados por España, además de su función semanal en un bar madrileño. "El confinamiento ha dejado al descubierto problemas estructurales serios", asegura la humorista. Ahora se las apaña con 850 euros mensuales que recibe de la Academia de Cine para desarrollar una serie, aunque en junio termina su contrato. "Estoy currando más que antes, con menos dinero y sin ninguna certeza de que los proyectos se vayan a materializar".
"Detrás de esa 'glamourización' de la cultura está el trabajo y el esfuerzo de mucha gente"
Desde el sector, organizaciones como la Federación de la Música en España aplauden la medida del Ingreso Mínimo Vital para solventar el frenazo de cientos de economías domésticas, aunque solicitan al Gobierno medidas concretas para la industria, como la reducción del tipo impositivo en el Impuesto de Sociedades o un fondo de compensación del Estado que cubra las pérdidas ocasionadas por los gastos de cancelación de conciertos, así como los gastos de producciones discográficas afectadas.
"Aprovechemos el momento, convirtamos esta crisis en una oportunidad para el sector, busquemos complicidades entre las instituciones y los profesionales", apunta la dramaturga Noelia Adánez. Unas "complicidades" que saltaban por los aires hace apenas unos días tras una infausta comparecencia del ministro Uribes en la que, parafraseando a Welles, aseguró que "primero va la vida y luego el cine, aunque la vida sin el cine y la cultura tiene poco sentido".
"La cultura parece que se da por sentada, se idealiza, y creo que ese es precisamente uno de los principales problemas, que detrás de esa glamourización de la cultura está el trabajo y el esfuerzo de mucha gente que malvive de esto", incide Cambronero.
La batalla –por usar el vocabulario de Pedro Sánchez– de la cultura contra la covid-19 tendrá varios obstáculos, donde puede que los propios políticos sean más dañinos que la pandemia. Kike Gil ya identifica enemigos e incertidumbres en un futuro inhóspito y desagradable: "No me hacen gracia las formas de la derecha que nos critica por pedir ayudas y medidas al Gobierno, porque pienso: ¿Y tú, qué estás haciendo en casa durante el aislamiento? Ver pelis y escuchar música, imagino. Nuestra profesión vende emociones y ahora mismo son más necesarias que nunca".
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