El Premio Nobel de Literatura, Günter Grass, ha dado por cerrada su obra narrativa, debido a su avanzada edad, tras marcar durante más de medio siglo la vida cultural en Alemania.
Sus libros, además de lograr un reconocimiento universal, que incluyó el Premio Nobel, generaron con frecuencia debates que iban más allá de lo estrictamente literario.
Desde El tambor de hojalata (1959), por el cual tuvo que comparecer ante los tribunales acusado de pornógrafo, hasta Pelando la cebolla, en la que desató un escándalo al revelar por primera vez que había sido miembro de las SS a los 17 años, Grass generó polémicas y polarizaciones.
Sus intervenciones en política, que empezaron con su apoyo al Partido Socialdemócrata (SPD) y a Willy Brandt en su camino hacia la cancillería, le pusieron con frecuencia en la mira de ataque de los conservadores que aprovecharon el escándalo desatado por Pelando la cebolla para desacreditar las posiciones críticas del escritor.
Las peleas de Grass han sido siempre viscerales y el escritor no las archiva fácilmente como se ve en el hecho de que durante tres décadas se negó a darle declaraciones al diario Bild y a los otros medios del grupo Springer debido a la campaña que hicieron en su momento contra el escritor Heinrich Böll. Grass no olvidaba, no solo en lo que se refiere a sus peleas personales sino también en lo referente a la historia de Alemania, y vivió también invitando permanentemente a los otros a no olvidar.
Sus novelas más importantes, desde El tambor de hojalata hasta A paso de cangrejo (2002), pasando por Encuentro en Telga (1979) y Es cuento largo (1995), son recuperaciones de la historia de Alemania desde la perspectiva del presente. Tras enterarse de que se le había concedido el Príncipe de Asturias de las Letras (1999), el escritor sostuvo que la buena recepción que había tenido su literatura era que había logrado producir una novela típica de cada década.
Así, según Grass, El rodaballo (1977) -con el planteamiento del problema del hambre- habría sido una novela típica de los setenta, La ratesa (1986) -con su trasfondo ecológico- una novela típica de los ochenta y Es cuento largo (1995) -centrada en la reunificación alemana- una obra típica de los noventa. Después vendrían A paso de cangrejo (2002), novela breve en la que rompió un tabú de la izquierda ocupándose del sufrimiento alemán en la guerra y desatándole la lengua a muchos que hasta ese momento habían guardado silencio, y Pelando la cebolla (2006), con todas las polémicas paralelas.
Pelando la cebolla abrió un ciclo autobiográfico completado por Die Box (La caja, 2008) y Grimm Wörter (Palabras de Grimm, 2010). La caja está dedicado a la fotógrafa Maria Rama -muerta en 1977-, presunta propietaria de una cámara mágica que se volvió loca durante la guerra al ser la única superviviente de un taller de fotografía después de un bombardeo y empezó a fotografiar cosas que no existían o habían dejado de existir. Sin duda el libro es también una historia de familia, pero no es solamente eso, sino que además es una reflexión estética. Uno de los hijos, que aparecen en el libro, subraya que el padre tiende a mezclar las épocas, como lo hace la cámara mágica, y a ver más allá de lo que todos ven, lo que hace que no sepa nunca lo que es verdad y lo que no lo es.
Esas mezclas entre la realidad y la ficción y entre la historia y el presente marcaron toda la obra de Grass -en la que los poetas del barroco alemán terminaban reflexionando sobre la II Guerra Mundial-. La otra constante que siempre lo ha acompañado fue la mezcla entre géneros. Entre novela y novela con frecuencia publicó poemarios. Y en algunos de sus libros hay poemas integrados en el texto, siguiendo una tradición que tiene sus raíces en el romanticismo alemán. Además, están sus obras de teatro -hoy poco representadas- entre las que destaca Los plebeyos ensayan la rebelión, un curioso homenaje a Bertolt Brecht.
Su adiós a la novela -dice que a su edad ya no puede planificar un período de trabajo de cinco o seis años que necesitaría para escribir una- puede no significar necesariamente su adiós a la literatura. Le queda la poesía, un género que puede seguir cultivando a corto plazo y que, como él mismo ha dicho en muchas ocasiones, nunca engaña.
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