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Gabi Martínez: “El delta del Ebro se mantendrá, la cuestión es en qué condiciones”

Entrevistamos al escritor, que publica 'Delta'. El libro es fruto de una estancia de un año en la isla de Buda, ya sentenciada por el cambio climático al ser el espacio más vulnerable del delta del Ebro. Es un relato sobre la vulnerabilidad ambiental, los

Gabi Martínez. / M. Font

Marc Font

Impulsor y agitador de la liternatura en el Estado español –nature writing, en inglés-, un género literario que va arraigando los últimos años y que aboga por repensar la relación entre personas, creación y naturaleza, el escritor Gabi Martínez (Barcelona, 1971) presenta Delta (publicado por Seix Barral en castellano y por Ara Llibres en catalán).

Entre febrero de 2021 y febrero de 2022, el autor se instaló en una casita en la isla de Buda, a tocar de la desembocadura del Ebro, considerada el primer edificio que el mar se tragará en el Estado español cuando experimente la crecida generada por el cambio climático. La mitad de la isla está en manos privadas y la otra mitad pertenece a la Generalitat. De hecho, la misma Buda está sentenciada, hasta el punto de que la única duda es cuando se escribirá el epílogo y el mar la inundará definitivamente. En este sentido, el temporal Gloria, de enero de 2020, fue un aviso de lo que sucederá en pocas décadas.

A través de un espacio tan extremo, que está literalmente al límite, Martínez combina géneros -desde pinceladas de autobiografía, al ensayo puro y una técnica narrativa propia de la novela- para retratar la situación y articular una especie de diálogo que muestra las diversas visiones de una amplia gama de personas que están implicadas en el lugar. Con nombres cambiados -Guillermo Borés, el propietario de la mitad privada de la isla, se transforma Mateo Gallart-, el escritor también evidencia las tensiones existentes en un espacio que se acaba. El único consenso es la voluntad de salvar el delta del Ebro, si bien no hay una unidad en cómo hacerlo.

Delta es divulgación y nos permite sabe que, con 135 embalses, el Ebro es el río más intervenido de Europa, un factor clave que explica los pocos sedimentos que llegan a la desembocadura y alimentan un delta en claro retroceso. O que a mediados del siglo XX Buda llegó a acoger a unas setenta familias, dedicadas fundamentalmente al cultivo del arroz. O descubrir la situación de vulnerabilidad que comparten numerosos deltas y zonas húmedas del mundo, como la Albufera de València, o los deltas de Nilo, el Po o el Ródano, entre otros muchos.

Pero también es un canto a descubrir la belleza de un espacio tan magnético y con una luz tan marcada como el delta del Ebro y, sobre todo, es un llamamiento a la acción, a actuar para salvarlo. Nos encontramos con Gabi Martínez para hablar del libro, pero también del arte y su fuerza, de la importancia de los relatos o de las periferias.

De entrada, ¿qué le lleva a fijarse en un espacio tan particular como la isla de Buda, hasta llegar a establecerse un año entero en ella?
Venía de hacer un libro, Un cambio de verdad, en los paisajes de mi madre y había estado viviendo prácticamente un año con ovejas y pastores en la Siberia extremeña, y hacía tiempo que pensaba que tenía que hablar de mi luz, del Mediterráneo. También me había criado con mi padre y el mar era muy importante para él, yo he crecido en la playa y mi paisaje infantil y juvenil es el mar. A la vez, también estaba muy movido por unas inquietudes medioambientales y pensaba que el Delta reunía muchos ingredientes para poder explicar muchas cosas que quería. Además, encontré que había una casa que era la última antes del mar y que decían que sería la primera que tendría refugiados climáticos y se inundaría. Todo confluía en aquella casa y tuve la suerte que el anterior libro sirvió para abrirme la puerta de la casa y del siguiente libro.

Como lugar donde acaba una cosa y empieza otra y como lugar fronterizo, el Delta es un espacio ideal para poner de manifiesto muchas contradicciones y como muchas personas en un momento límite encontraron que quizás uniéndose podían hacer escuchar su voz allí donde prácticamente no se escucha. Pero para llegar a esta unión hace falta ponerse en un lugar muy extremo, al límite, y en el libro también quería hablar de esto. Había la parte de la muerte, el Delta también significa esto, final. Yo estaba a punto de cumplir 50 años, mi padre tenía un tumor desde hacía 10 y creía que pensar en el final nos ayuda a entender mejor como estamos viviendo. En el Delta, el espacio físico también me permitía acercarme a esta idea.

Difícilmente encontrará un escenario próximo que represente mejor el final de un mundo que la isla de Buda.
Sí. Normalmente si consigues un símbolo que te permita comunicar tu idea de una manera muy directa, pues mejor, y en este caso lo tenemos. Pero también tenemos muchas cosas alrededor que no vemos y tener la oportunidad de decir que esto existe, que hay estas circunstancias y que puede ser que reaccionemos pues es lo que hice con un propósito artístico. Creo que el arte es una potencia para explorar mucho más nuestra sociedad, y lo que permitía aquella casa era darle un voladizo artístico a un espacio físico, a una geografía, que podía acercarnos a una realidad que estamos viviendo y quizás llevarnos a una acción.

Los símbolos te permiten comunicar ideas de una manera muy directa

Cuando desaparece un espacio, un mundo, también lo hacen determinadas formas de vida. No sé si esto puede explicar en parte las tensiones entre las personas implicadas en Buda, desde el propietario privado, Guillermo Borés, hasta los trabajadores, los cazadores o los ecologistas.

Sí, aquí lo que pasa es que el final físico del espacio acentúa la tensión, porque ves que no habrá una segunda oportunidad, cuando entre el agua se habrá acabado. Estamos hablando de finiquitar un mundo y hay gente a quien le interesa que este espacio se acabe y hay quien quiere que continúe, y entonces las tensiones son mucho más grandes. Es un lugar que ya es irrecuperable y la lucha es más encarnizada y simbólica, porque hablamos con una desaparición por el medio.

Podemos leer la siguiente frase: Si Buda cae, caerá el Delta entero, porque esta es la primera pieza de un ecosistema que compartimos todos. Si no defendéis la isla no podréis defender el resto. ¿Podríamos decir que Buda sufre un doble alejamiento, en el sentido que sí, que está lejos de Barcelona, pero también de Tortosa, la principal ciudad de las Terres de l'Ebre?
Es la periferia de la periferia. ¿Qué es periferia? Pues aquello a que quizás no le damos ni un nombre o su nombre no está en nuestro imaginario de una forma poderosa. Buda mucha gente no sabrá ni que existe y el delta del Ebro se ve como algo muy lejano. Uno de los temas es qué, a pesar de estar hoy en día muy comunicados, estamos comunicados con aquello que tenemos cerca físicamente. Pensamos que sabemos mucho de lugares porque los vemos en los medios y en las redes, pero hasta que no te desplazas realmente no sabes cómo respiran, hasta que no tienes la experiencia física directa no sabes qué es el que pasa. Y esto pasa en todas las periferias.

La isla de Buda es la periferia de la periferia

¿Esta periferia y doble alejamiento hace que poca gente se haga suya la lucha para salvar el delta del Ebro, a diferencia del que sucede en espacios más próximos en la ciudad, como por ejemplo la laguna de la Ricarda, en el delta del Llobregat??
Esto aparece en el libro y comentan que como puede ser que a un espacio de 130 hectáreas se le dé tanto protagonismo y, en cambio, a nosotros aquí con 6.000 se nos vea tan de lejos. Volvemos al espacio y es que cuando ves que a algo próximo a ti le pasa algo, pues entonces reaccionas, pero cuando pasa a un lugar que te queda lejos... Buda y el delta del Ebro no dejan de ser espacios catalanes y esto sería un buen motivo para que la gente se movilizara y los defendiera. La Ricarda no deja de ser un espacio aburguesado frente al margen, como nos lo han vendido, que es el delta del Ebro. Por lo tanto, si quieres defender algo, defiende aquello que realmente tiene dificultades grandes, que es el delta del Ebro.

¿No sé si ahora mismo podemos concluir que en el Delta existe cierto consenso social para salvarlo, pero lo que le falta y necesita es articular algún tipo de unidad de acción?
Con el Delta no tenemos un relato. Hace tiempo que hay una discusión muy interesante con Robert Macfarlane [escritor británico especializado en libros sobre paisaje y naturaleza] y otro autor de allí sobre cómo abordamos el cambio climático y el problema medioambiental. ¿Desde la denuncia y la crítica ambiental o articulando un relato seductor que sin renunciar a la denuncia no sea tan radical y que consiga hacerte pensar en una clave en la cual quizás no habías pensado y quizás te incline a la acción? Pienso que la parte radical lo único que consigue es ganar a los convencidos, mientras que articular un relato, que es lo más difícil de todo, que sea exponer una situación y encomendarte la vibración vital en positivo es la forma más eficaz que podemos encontrar para hacerte movilizar, que al final es lo que queremos.

No hay un relato de este tipo en España y quizás se tiene que crear. Para llegar a ello creo que es muy importante poner la incidencia en el arte y subrayar que esto no solo es un ensayo, es una propuesta de vanguardia. Vengo del periodismo, pero creo muy poco en él, me ha decepcionado demasiado, creo más en el arte y que una propuesta que incluso toque al periodismo quizás te puede llevar a una acción más convencida que no con los imperativos "tienes que hacer esto" de movimientos que sean radicales, con los cuales muchas veces estoy de acuerdo, pero a la vez veo que su manera de formular las ideas no acaba de cuajar.

Un relato puede encomendarte una vibración vital en positivo que te movilice

En 'Delta' genera un diálogo entre visiones diferentes, pero el trasfondo queda muy claro: tenemos un espacio singular, de un gran valor y se trata de preservarlo.
Sí, yo soy escritor porque los escritores me hicieron ser quién soy. Leí libros tan emocionantes y poderosos que me influyeron a mí y soy escritor gracias a esto, me han llevado a la acción. Mi aspiración es comunicar con la misma fuerza con la que muchos escritores lo hicieron conmigo y llevar a qué alguien haga una acción que sea lo mejor posible para la comunidad.

Hace dos décadas vivimos movilizaciones enormes en las Terres de l'Ebre en contra del Plan Hidrológico Nacional, en un movimiento que se afirmó que había hecho aumentar la autoestima de sus habitantes. ¿Por qué cree que no estamos viviendo manifestaciones similares con el Delta?
Para la gente del Delta estarse manifestando 20 años es muy cansado. En algún momento lo dice [Mateo] Gallart, “la administración es infinita, nosotros somos finitos”. Tú te cansas, la administración está allí, dispuesta a aguantar lo que haga falta. Es muy cansado, sobre todo si además estás solo, no tienes el espaldarazo de nadie más. Yo estoy muy cansado de defender la idea liternatura, pero ahora encuentro más fuerza para aguantar porque hay más gente que se añade a la idea. Si no hubiera habido la pandemia o no tuviéramos la crisis climática, seguramente estaría más solo que la una, pero ahora hay algunos factores medioambientales que te ponen en disposición de conseguir comunidad. Pero, ¿quién aguanta 20 años? Es muy complicado. Sí que es verdad que por acciones muy concretas que te afectan en un momento determinado puedes juntar la gente del alrededor.

El personaje de Mateo Gallart, el alter ego de Guillermo Borés, es muy crítico con la administración, sobre todo la Generalitat de Catalunya, para él todo es culpa suya. Es un sentimiento bastante compartido en el Delta, de territorio olvidado y no respetado. ¿Esto provoca cierta reacción a la contra?
Volvemos a la idea de la periferia, cualquier espacio que esté unos 50 kilómetros alejado de un gran centro urbano y sea más o menos pequeño, se sentirá abandonado, porque las prioridades están siempre en las metrópolis. La ciudad se ve como el centro y ve a los otros prácticamente como servidores de sus necesidades, es normal que los servidores no estén muy de acuerdo en cómo los trata el centro y esto se reproduce constantemente en todas partes. Si no entramos dentro de una clave más generosa de base, más solidaria de verdad, es normal que se sientan despreciados. Hay un punto donde el centro, la administración, siempre tira hacia aquello que es más rentable y si además lo revisten de corrección política, todavía mejor. Pues a veces lo más rentable y la corrección política no es lo que es mejor para el territorio, para la convivencia y porque se lleve a cabo aquello que Thomas Berry denominaba la gran conversación, es decir, el punto intermedio entre seres humanos y el resto de seres vivos porque todo el mundo más o menos encuentre su espacio y haya una convivencia que finalmente repercuta en que la especie humana sobreviva.

La ciudad se ve como el centro y ve a los otros como servidores de sus necesidades

¿Después de pasar un año entero, que significa la isla de Buda para usted?
Es como casa. Volví para empezar la promo del libro y fue cómo si volviera a casa, literalmente.

¿En el caso de Buda falta sólo la fecha del epílogo, saber cuándo quedará definitivamente inundada, pero el conjunto del Delta cree que se salvará?
El conjunto del Delta creo que sí. Las próximas tormentas lo que se llevarán será la isla de Buda y el resto del Delta seguro que continuará. Incluso su propio modelo de negocio, con el arroz o el exotismo que sean casas pequeñas, se mantendrá más o menos, pero la cuestión está en qué condiciones continua, esta es la clave.

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