Este artículo se publicó hace 5 años.
La materia oscuraLa fuerza de su protagonista y su portentoso universo bastan para entrar en 'La materia oscura'
Da igual no haberse leído los libros de Philip Pullman, la adaptación que estrena hoy HBO en colaboración con la BBC parte de la base de que no se ha hecho y se agradece.
María José Arias
Madrid--Actualizado a
Una huérfana abandonada por su tío en una institución universitaria rodeada casi exclusivamente por adultos que la creen especial mientras ella no es consciente de su importancia en un universo lleno de secretos, con una iglesia muy poderosa y niños que desaparecen sin que a nadie parezca importarle, salvo a ella y a la comunidad gitana. Ese es, sin entrar en alegorías y simbolismos, el argumento de La materia oscura.
Adaptar una historia nacida en las páginas de un libro y convertirla en una película o en una serie siempre entraña riesgos. Si además se enmarca dentro de la fantasía o la ciencia ficción, este se multiplica por mil. Quien acepte el reto debe ser consciente de la inevitable sucesión de escollos que hallará en el camino. El primero de ellos, la titánica tarea que supone ajustar algo que se contó en un lenguaje a otro muy distinto haciendo que funcione. El segundo, asumir de entrada y por higiene mental que siempre habrá algún fan de la novela descontento con el resultado. El tercero, intentar aportar algo distinto a lo que se contó antes. Y cuarto –podría haber muchos más–, acertar con el reparto escogido.
Más allá de todo eso, lo que debería ser valorado a la hora de analizar la conversión de un libro en serie o película no es tanto si es una buena adaptación, que también, sino lo que se tiene delante. Es decir, si la historia funciona. En el caso de La materia oscura, compleja de adaptar en todos los sentidos, lo hace. Con sus aciertos y errores, sí, pero como serie marcha. Una de las razones de que esto suceda es porque da la sensación de partir de la idea de que quien se sienta delante de la pantalla no tiene por qué haber leído los libros.
Escrita por Philip Pullman, la historia de Lyra Belacqua dio sus primeros pasos en 1995
De esta manera, Jack Thorne, responsable del proyecto, empieza de cero, sin dar nada por sentado y ¿perdiendo? el tiempo que haga falta en dar todas las explicaciones que sean necesarias para que se entienda qué es el Magisterio, un ‘daemon’ y eso llamado ‘polvo’ que tanto preocupa a todos. Lo primero es, simplificando mucho, una institución religiosa que controla todos los ámbitos del gobierno y la sociedad. Lo segundo, mascotas que representan el alma de sus dueños. En cuanto a lo del ‘polvo’, es de vital importancia para la trama. Sin embargo, pese a ese discurso casi al comienzo del personaje interpretado por James McAvoy ante un grupo de chupatintas, aún queda mucho por avanzar en su comprensión.
Lo mismo que se agradece del guion, la explicaciones para no perderse en una mitología profusa, a veces también es lo que lastra el ritmo de los capítulos, en los que pasan muchas cosas y la mayoría de viva voz. Aún así, y con tanto personaje, es un peaje a pagar que se hace con gusto ante un envoltorio tan espectacular como el de La materia oscura. Sus escenarios son pura fantasía, con ese toque de hace un siglo para simular un mundo alternativo al nuestro pero que no es tan ajeno al verdadero y esos dirigibles que sobrevuelan un Londres y un Oxford irreales. Eso en cuanto a los exteriores, porque en los interiores tampoco se ha escatimado en detalle. Tanto en la universidad como el piso de Mrs. Coulter y en esas barcazas de los gitanos que se caen a pedazos pero con encanto.
Las explicaciones para no perderse a veces lastra el ritmo de los capítulos
Escrita por Philip Pullman, la historia de Lyra Belacqua dio sus primeros pasos en 1995 y ya contó con una adaptación al cine en 2007 de la mano de Chris Weitz en la que participaron Daniel Craig, Nicole Kidman y Eva Green, entre otros. La brújula dorada fue lo que fue, sin más. La serie que ahora estrena HBO es otra cosa y tiene pretensiones distintas. En esta ocasión el personaje principal, el de esta niña huérfana que se ha criado en una universidad en Oxford bajo el abrigo de los profesores y que es puro nervio, está interpretado por Dafne Keen, quien ya se metió a la crítica en el bolsillo por su papel en Logan.
Rodeada de adultos y con su único amigo infante desaparecido, el viaje físico y espiritual de Lyra da vértigo. Su tío, el explorador Lord Asriel (James McAvoy), es su familiar más cercano, pero siempre está lejos. Un día se cruza en su camino desencadenándolo todo una mujer llamada Mrs. Coulter (Ruth Wilson) que la cautiva con el relato de sus aventuras y su sonrisa, aunque se ve venir a la legua que no es trigo limpio. De hecho, ese es uno de los problemas de La materia oscura, que algunos de los giros dramáticos, de las sorpresas, se ven venir. Del que no hay ni rastro en los tres primeros episodios vistos antes del estreno es de otro de los nombres más conocidos del reparto, el de Lin-Manuel Miranda como Lee Scoresby, que hace acto de presencia en el cuarto. A Andrew Scott, por el contrario, se le atisba mínimamente en el tercero.
Los dos primeros capítulos, los que sientan las bases, están dirigidos por Tom Hooper y sirven para hacerse una idea de la complejidad del universo creado por Pullman y la dificultad para llevarlo a la pantalla. Aún así, y pese a que seguro que tendrá sus detractores, La materia oscura funciona como serie. Maneja bien el cliffhanger al final de cada episodio para enlazar con el siguiente; el talento del reparto elegido es indiscutible; el diseño de la producción resulta atrayente; y, aunque tiene cosas que pueden mejorar en capítulos sucesivos y en esa segunda temporada que ya se está rodando, lo cierto es que Lyra cala y saber a dónde le llevan sus pasos y si logrará liberar a los niños secuestrados despierta interés y basta para querer más. A esta serie, como a otras tantas, hay que valorarla en su conjunto, por su desarrollo y desenlace.
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