Este artículo se publicó hace 3 años.
'West Side Story' explota hoy con ira social
Esta versión del musical y remake de la película de Robert Wise es explosiva, brillante, comprometida y política, y subraya un hecho conocido, que Steven Spielberg es uno de los grandes. Con Rachel Zegler y Ansel Elgo, el filme habla de gentrificación, odio, xenofobia, racismo y violencia.
Madrid--Actualizado a
Una bola de demolición va asolando el barrio, derribando sus edificios, dejando paso al espacio que ocupará el Lincoln Centre y con él, las familias de clase media alta. Con ello llegará la gentrificación, la expulsión de inmigrantes y obreros, la transformación radical de las calles… De entre las piedras y los escombros del suelo, por una trampilla aparece uno de los Jets. Comienza la acción. Unos minutos en blanco y negro y Spielberg ya ha revelado la clave de su West Side Story.
Jóvenes blancos que trabajan en las mismas obras por las que demolerán sus casas –hoy serían votantes de Trump-, reunidos en una banda callejera que ve en los puertorriqueños, en los Sharks, a sus enemigos. Odio, xenofobia, racismo y violencia en América que resuenan hoy con intensidad renovada y que, a pesar de todo lo malo que contienen, otorgan a Steven Spielberg una gran oportunidad para mostrar a las generaciones que aún no lo conocen el hermoso musical de Arthur Laurents, Leonard Bernstein y Stephen Sondheim.
La lucha por ganarse la vida
"Esta historia no es solo un producto de su tiempo, sino que ese tiempo ha regresado, y ha regresado con una especie de furia social. Tenía muchas ganas de contar esa experiencia puertorriqueña y de choque cultural, de la migración a este país y la lucha por ganarse la vida, tener hijos y luchar contra los obstáculos de la xenofobia y los prejuicios raciales", explicó el cineasta a la revista británica Far Out hace unas semanas.
Con un reparto espléndido y desconocido -con Rachel Zegler y Ansel Elgort en los papeles de María y Tony- y con guion del brillantísimo Tony Kushner, el cineasta ha obrado el milagro, el prodigio de hacer una obra maestra de un remake de una obra maestra. Reiteración que describe la propia reincidencia en el talento y también en lo oportuno de la historia para el momento que vivimos, igual que lo fue el musical en 1957 y la adaptación cinematográfica de Robert Wise de 1961.
Comprometida y política
Por supuesto, la mayor virtud del nuevo West Side Story es que ha nacido de la genuina admiración del cineasta a la obra original y a la película de Wise. Spielberg no pretende demostrar al mundo entero lo grande que puede ser, no hay en este trabajo ni sombra de soberbia, ni intención alguna de dar una lección de cine a nadie. Aunque, lo cierto es que Steven Spielberg es verdaderamente grande y esta versión del musical es explosiva, emocionante, inteligente, actual, comprometida, política… magnífica.
Si el momento en que María y Tony se conocen y bailan en la fiesta del instituto es tierno y contagia de amor, el número musical de América es portentoso y contiene una energía monumental. Si la pelea entre Bernardo y Tony es escalofriante, tenebrosa, el baile en el gimnasio es pura vida. Toda la película lo es. West Side Story es amor y odio, es vida y muerte. Shakespeare, al fin y al cabo.
Un papel para Rita Moreno
Con un personaje nuevo, creado especialmente para que lo interprete Rita Moreno, que ganó un Oscar por encarnar a Anita en la adaptación de 1961, la película respeta el material original y le rinde homenaje desde casi la veneración, aunque cambia los decorados por las calles de Nueva York, adapta las coreografías y, sobre todo, sitúa al espectador en una circunstancia social muy concreta.
Moreno, que se convirtió en la primera actriz latinoamericana en ganar una estatuilla de la Academia de Hollywood, está en este nuevo West Side Story rodeada de artistas latinos –nada de maquillaje-, que hablan español e inglés y que reflejan una realidad lingüística que a menudo obvia el cine. La decisión de Spielberg de no subtitular los diálogos en castellano ha creado polémica, pero el cineasta ha dejado bien claro que se debe a una cuestión de "respeto".
"Lo he hecho por respeto y por reconocer un contexto en el que se hablan los dos idiomas –dijo a Efe-. Quiero que los espectadores angloparlantes e hispanoparlantes se congreguen en la sala y que durante la proyección se escuche la risa de grupos que entienden ciertas cosas en español". No es Spielberg para nada ajeno a la gran contradicción americana. "La vida está bien en América, si eres blanco en América". Las letras que Stephen Sondheim escribió hace más de sesenta años para el musical de Broadway, ciertamente, como el cineasta ha señalado, explotan hoy con ira social, esa furia que Steven Spielberg ha convertido en arte.
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