Demián Rugna comparte desde el cine lo que ocurre 'Cuando acecha la maldad' y se contagia el mundo de odio
Madrid-
El mal se extiende rápidamente en la nueva película del cineasta y músico argentino, primera producción latinoamericana que gana Sitges en sus 56 años de historia. Puro género de terror, con un fondo político y social, es uno de los títulos más transgresores y provocadores de los últimos años.
"A lo podrido hay que sacarlo antes de que se pudra el resto". Y esto tanto vale para un virus como para una manzana, para la ideología fascista que invade el mundo o para Milei hoy en Argentina. Y ello hace muy universal la nueva película de Demián Rugna, Cuando acecha la maldad, primera producción latinoamericana que gana en los 56 años de historia del Festival de Sitges y una de los mejores y más transgresores títulos de terror de los últimos tiempos.
En un pueblo aislado, dos hermanos descubren a un hombre embichado, término inventado por el director y que se refiere a una especie de posesión. El tipo está infectado por el Mal y a punto de parir a un demonio. Los hermanos, interpretados por Ezequiel Rodríguez y Demián Salomón, intentan detener la llegada del gran Mal a su comunidad, pero se tropiezan con una terrible verdad: ya es demasiado tarde. El Mal se extiende.
Muy de género y muy bestia, sin concesiones, aquí el Mal habita en hombres y mujeres con pasados y vidas no demasiado claras, en preciosas niñas pequeñas, en jóvenes autistas ("a la maldad le gustan los niños y a los niños, la maldad"), en mascotas familiares, en ancianas… en ricos y pobres. La desconfianza de unos con otros acelera el proceso, la maldad se expande muy rápido y el pueblo se enfrenta a "todo lo malo que le puede pasar a uno, aunque no creas que ocurrirá nunca".
Estrenada a lo grande en EEUU con mucho éxito en Argentina y Canadá, Cuando acecha la maldad es puro género y al mismo tiempo cine político y social, que reconfirma a Demián Rugna como uno de los cineastas de cine de terror más personales e incorrectos y muy a tener en cuenta siempre.
Pienso en su película, cómo se extiende el mal, cómo lo podrido pudre todo lo demás… y no puedo dejar de pensar en Milei. La película empezó antes de que fuera elegido, pero seguro que sabía que ésta sería una interpretación hoy, ¿no?
Sí, para mí es muy loco porque la película es el resumen de muchas ideas, pero una de las grandes, que ya estaba en un guion de hace tiempo, es justamente cómo se contagia el odio a través de las redes y de los medios de comunicación, y lo fácil que es poder hacer que la gente se odie. También cómo ese sentimiento del odio es tan fácil de transmitir a diferencia de la compasión, del amor…
Hace mucho se ve que este odio es caldo de cultivo para ideas fascistas, para partidos políticos de derecha. Yo lo veía en el mundo y no entendía cómo la gente podía convertirse en su propio verdugo. Era una idea que tenía en aquel guion, que no escribía nunca, pero me está dando vueltas en la cabeza desde entonces. Esa transmisión de la locura, la transmisión del odio en forma espontánea e instantánea. Entonces, después, cuando me puse a escribir este guion, me traje la idea de la transmisión de la locura, y, bueno, en definitiva, terminamos una alegoría: lo que nos pasó a nosotros en Argentina.
¿Es el género una buena herramienta para hacer cine político y de denuncia?
Sí, pero a veces no utilizo el cine para hacer una denuncia o para plantear una postura de vida o política, simplemente lo que quiero es hacer una buena historia y expresar sensaciones al público de angustia, de miedo, el pavor… Yo no me siento y pienso que el tema de esta película es el fascismo y el odio, lo que sí pasa es que entiendo después qué es lo que me influyó.
Esta película es seguramente la más politizada de todas las que he hecho, pero tampoco se ve en la película porque no es mi intención transmitir eso. Obviamente, está esa influencia de mi entorno y cómo toca lateralmente a la película y me hace escribir estas ideas.
Y, sin embargo, ahí están la maldad, el miedo, el oído, el rechazo al otro, el fascismo, esos mantras que meten en la cabeza a la gente y que luego se repiten y repiten hasta que parecen ciertos, la manipulación, el clasismo…
Todo son temas de la película y todos han ido surgiendo a medida que iba escribiendo. Creo que otro tema de la película es la culpa, y va apareciendo con los personajes, pero nada es premeditado del todo, el guion surge mucho improvisando, no hago una escaleta.
La película habla de la maldad que hay en todos nosotros… también en jóvenes autistas, en niñas, en mascotas… Muy fuerte para el mundo de lo políticamente correcto.
Es una película que no hace concesiones, que dice que la maldad puede habitar en cualquier lugar porque nos habita de verdad a nosotros, eso es seguro. Todos tenemos un lado salvaje, algunos lo tenemos más suprimido que otros, a algunos se les va la chaveta… pero lo tenemos todo. Esta es una película de terror y me pregunto ¿por qué tengo que dar algo únicamente correcto? Este es mi estilo, todo puede pasar adentro de una película mía, eso seguro. Y quiero que el espectador sienta el riesgo de todo lo que está pasando en la pantalla e incluso el riesgo que corre él mismo como espectador, que está expuesto porque en cualquier momento le puede poseer una cachetada. Creo que es un diálogo sincero entre el espectador y mi obra.
En esto y en muchas otras cosas de la película se siente a John Carpenter, ¿qué otras referencias hay en su universo fílmico?
Carpenter, sí, seguro que sí. Yo me crie viendo películas de los años 80 de terror y de ciencia ficción. Sam Raimi, Peter Jackson, Darío Argento… marcaron en cierto modo mi estilo, el ritmo y el tipo de historias que me gusta ver y que me gusta hacer.
En la literatura descubrí que desde la fineza también se puede mostrar algo muy salvaje. También hay cosas como la música de las que no puedo escapar. Yo tengo una banda de heavy metal, desde los 18 años escucho heavy, música que no se no se escucha en las radios, es música que es agresiva, que va de frente... Todo se relaciona con intentar cagarse un poco en los esquemas.
La banda es Pasco 637 y usted es guitarrista ¿no?
Sí y hemos hecho el tema del final de la película. Hemos hecho varios temas para películas.
Eso de cagarse en los esquemas, ¿cómo creador y como ciudadano le molesta mucho el arte complaciente?
Acá le decimos careta a la gente que hace eso. Son los snobs, que pueden llegar así a tener un club o a dárselas de artistas. Yo no me la doy de artista ni el pedo y si hago una película de terror, bueno, agárrate. Yo tengo ideas que son más socialistas y que no tiene nada que ver con la derecha. Siento que en el arte perder la transgresión por miedo a la cancelación es una estupidez absoluta, porque limitar a un artista a no ofender a cierto sector es cortarle las alas. Pero creo que, de alguna forma, tarde o temprano, se va a volver a entender que lo mejor es mirar nuestros propios defectos y reírnos de nosotros mismos.
En la película se habla de la pérdida de confianza del colectivo, de la importancia de ese colectivo…
Totalmente. Y una denuncia del individualismo. Ahí hay también una parábola del COVID, de lo que vivimos en el COVID, esa puja social, ese reflejo de lo poco que me importa el otro y del sálvese quien pueda, de no hacerle caso a los que realmente saben, esa conspiranoia y dejarse influir.
Con el nuevo Gobierno en Argentina y el peligro de desaparición del Instituto de Cine, ¿qué va a pasar con el cine?
Por cómo están las cosas, nos estamos volviendo a los 90, cuando solo se hacían un par de comedias blancas. Se está desfinanciando el cine, se está secando, se lo desfinancia el 75% de los ingresos que no son de los impuestos de la gente, que son impuestos que pagan las telecomunicadoras.
Ya se mandó este decreto para quitar esa financiación, así que se va a secar el Instituto y se van a hacer menos y menos películas. Y eso pasará en toda la cultura, también en lo social… Se van organizando marchas de la gente de la cultura, los sindicatos, las agrupaciones… Pero no les importa, este tipo ya tiene contemplado lo que va a suceder. Es una forma de disciplinar al arte, una cosa que ya se vivió en los 70 en la dictadura y se vio en los años 90 con el neoliberalismo. Y es una gran pérdida cultural. Pero estamos en manos de gente…
Están dejando morir a una cultura viva, pero también quieren vender empresas estratégicas del Estado y los recursos naturales que cualquier otro país los tendría defendidos para el futuro de sí mismos. Una locura. La cultura lo va a sufrir mucho hasta que cambie el gobierno y se restablezcan las cosas. Vamos a estar así muchos años, pero hay cosas que van a quedar vendidas.
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