Este artículo se publicó hace 6 años.
Manuel EscorzaCómo un "tullido lamentable" creó el servicio secreto anarquista durante la Guerra Civil
En 'El Eco de las muletas' el periodista e historiador Dani Capmany trata de dilucidar qué hay de cierto en un personaje vilipendiado por amigos y enemigos.
Fermín Grodira
Madrid-
La vida de Manuel Escorza del Val se puede intentar resumir con una frase suya: "Aunque una insurrección puede improvisarse, una victoria no". Este personaje fue clave en la Guerra Civil y la revolución social que tuvo lugar en Catalunya y Aragón tras la derrota del golpe de Estado de Franco. Es él quien organiza desde cero los servicios secretos anarquistas en 1936. Muchos son las incógnitas sobre el vilipendiado y alabado por amigos y enemigos Manuel Escorza, a quien el periodista e historiador Dani Capmany trata de hacer justicia en El eco de las muletas. Una aproximación a Manuel Escorza del Val (Piedra Papel Libros, 2018).
Hijo de un sindicalista de la CNT, el anarquista Escorza nació en el barrio barcelonés de Raval en 1912. En su infancia contrajo la polio y le dejó una cojera de por vida que le impidió participar en los combates callejeros contra los sublevados en Barcelona o unirse a las columnas libertarias que partieron hacia Zaragoza. "Aquel tullido lamentable, tanto de cuerpo como de alma", como su compañero de filas Juan García Oliver lo denominó en sus memorias El eco de los pasos, se puso al frente de la recién creada Comisión de Investigación para disponer buena información en un momento de hegemonía de la CNT tras la prácticamente desaparición del Estado.
Escorza "proponía colaborar y hacerse poco a poco con el control de la Generalitat"
Tras la victoria en las calles, la CNT-FAI catalana se dividió en dos posturas. Una defendida por Federica Montseny abogaba por colaborar con el resto fuerzas antifascistas. En cambio, Juan García Oliver apostaba por "ir a por el todo" y hacer la revolución social, acabando con el Estado republicano. En cambio, Escorza optó por el camino del medio: "Proponía colaborar y hacerse poco a poco con el control de la Generalitat hasta que callase por su propio peso. Según Abel Paz [historiador anarquista y testigo de los hechos] fue la vía que se llevó a la práctica", aclara Dani Capmany en una entrevista telefónica con Público.
El papel de Escorza en la revolución social española fue muy importante. "Comenzó una tarea de ir aplacando a los golpistas y se buscaba a la gente que podían ser enemigos en la retaguardia. Manuel Escorza del Val puso todas sus energías en estas tareas de información y persecución de potenciales enemigos de la revolución", cuenta Dani Capmany, autor de la aproximación biográfica a Escorza. En los primeros días se producen atracos y asesinatos y hay un intento de aplacar toda esa violencia por parte del movimiento libertario. "La Comisión de Investigación de Escorza se presentó fusilando a Gardeñas, un histórico militante que participó en saqueos, poniendo límites a sus propios grupos. A partir de aquí Escorza parece que iba coordinando todos los grupos que estaban en tareas de inteligencia en la retaguardia. El papel político de Escorza irá subiendo tanto dentro del movimiento libertario como a nivel político propiamente dicho, llevando las negociaciones en abril de 1937 con la Generalitat para tener un nuevo Govern", afirma Capmany.
La Comisión de Investigación se instauró en la última planta de la Casa Cambó, renombrada tras su incautación como Casa CNT-FAI. "Al entrar en la Casa Cambó y descubrir todos los archivos de la patronal y de Francesc Cambó [líder del partido conservador Lliga Regionalista] encontró una forma de trabajar para la revolución", defiende el historiador. Las contradicciones del momento llevaron a que este servicio secreto se publicite en septiembre de 1936 en Solidaridad Obrera, el diario de la CNT-FAI, para encontrar colaboradores. La comisión fue creciendo, llegando a crear una red de información en Francia liderada por su cuñado Liberto Minué.
Una de las paradojas del movimiento revolucionario fue precisamente que en la zona republicana había una mayor libertad de prensa que en el otro bando, lo que facilitó la labor del espionaje del bando franquista según el historiador Domènec Pastor i Petit.
La comisión ayudó a los antifascistas alemanes e italianos exiliados en Barcelona
A las labores de inteligencia de la comisión ayudaron en gran manera los antifascistas alemanes e italianos exiliados en Barcelona, sobre todo los anarquistas alemanes del Grupo DAS, encargado de investigar a los alemanes en Barcelona por ser posibles agentes de Hitler. "Eran los encargados de dar aval de antifascistas a otros alemanes. También tenían un papel muy importante en el control de fronteras, de correos, en las escuchas telefónicas” de las comunicaciones en alemán. No obstante, la actividad de los anarquistas no llegaba a las embajadas, incluidas de Alemania e Italia, para evitar conflictos internacionales, algo que se volvió "en contra porque era un espacio por el que muchos enemigos del régimen revolucionario pudieron huir", según Capmany.
Escorza fue respetado en vida "tanto dentro como fuera de las filas libertarias", defiende Capmany, pero algunos de sus críticos más furibundos tras su muerte eran anarquistas como Federica Montseny y Juan García Oliver. "El ataque furibundo de García Oliver es una forma de desrresponsabilizarse de la muerte de Gardeñas. En cambio, acaba diciendo que Escorza dirigía muy bien su servicio. Montseny en sus memorias dice que sentía angustia por los métodos de Escorza en tareas de represión aunque en una nómina aparece Montseny junto a Escorza en el departamento de Investigación. Nadie quiere destacar en tareas de represión", afirma el autor.
El comienzo del fin, tanto de la hegemonía libertaria como de la Comisión de Investigación, fueron los Hechos de Mayo de 1937. La llamada "guerra civil dentro de la guerra civil" se inició tras un intento de controlar la central de Telefónica, en manos de los anarquistas, por parte del estalinista Euserio Rodríguez Salas, comisario general de la Consejería de Orden Público de la Generalitat. Este acto derivó en combates callejeros en Barcelona y otras ciudades catalanas y llevó a la ilegalización y persecución del POUM [Partido Obrero de Unificación Marxista, partido revolucionario antiestalinista]. "Para el movimiento libertario supone ser expulsados de todos los cargos de gestión del Estado. Les empiezan a cortar las comunicaciones, se les cerró vías de financiación... Para el movimiento libertario empieza una hecatombe. Se pierde toda la ilusión de luchar para construir una sociedad más igualitaria y más libre. Ahí ese sueño muere definitivamente. Empieza la gran desilusión", explica el historiador Capmany.
El papel de Escorza en estos sucesos, "orquestados por el PSUC [Partido Socialista Unificado de Catalunya, de corte estalinista] y el Estat Catalá [partido independendistata catalán antirrevolucionario]" y calificados por Capmany como "un golpe de Estado en toda regla para echar al movimiento libertario", no está claro. Algunas fuentes lo sitúan como iniciador de la chispa tras "la provocación" que supuso el asalte a la Telefónica, otras dicen que condenó la reacción violenta en las calles. "Cuando se enciende todo se pone a trabajar, aportando información de lo ue dicen sus agentes", explica el autor de El eco de las muletas.
La investigación de Dani Capmany, aclara, es solo una aproximación para que otros historiadores indaguen sobre la Comisión de Información, un ámbito de la Guerra Civil que por su propia naturaleza y la derrota militar ha dejado pocas huellas. Tras su investigación sobre Manuel Escorza, Dani Capmany explica que "lo único que me inspira es respeto. Se le tiene que poner en su papel, conocerlo y valorarlo. Todo el mundo le respetaba. Fue inteligente y pudo cometer errores, pero no sé yo si excesos".
Escorza, como tantos otros, se exilia tras la guerra y vive hasta el final de sus días en Valparaíso (Chile) como crítico de arte. Tuvo una hija, la poeta chilena residente en Argentina Nuri Escorza. Los días de Manuel Escorza acabaron en 1968 a la edad de 56 años. Se acababa el eco de las muletas.
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